Creencias Fundamentales De La Iglesia Adventista Del Séptimo Día

19. La Ley De Dios

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19. La Ley de Dios

Los Adventistas del 7º Día creen que los grandes principios de la ley de Dios se hallan incorporados en los Diez Mandamientos, y ejemplificados en la vida de Cristo. Expresan el amor de Dios, su voluntad y sus propósitos en lo que concierne a la conducta y las relaciones humanas, y son obligatorios para todo individuo en todas las edades. Esos preceptos son la base del pacto que Dios ha hecho con su pueblo, y la norma que se usa en el juicio de Dios. Por medio de la agencia del Espíritu Santo, definen el pecado y despiertan el sentido de nuestra necesidad de un Salvador. La salvación viene exclusivamente por gracia y no por obras, pero su fruto es la obediencia a los mandamientos. Esta obediencia desarrolla el carácter del cristiano y produce una sensación de bienestar. Constituye una evidencia de nuestro amor por el Señor y de nuestra preocupación por nuestros semejantes. La obediencia de fe demuestra el poder que Cristo tiene para transformar vidas, y en consecuencia fortalece el testimonio del cristiano.

 

                Éxodo 20: 1-17; Deuteronomio 5: 1-21

 

La Naturaleza de la Ley

 

                Como un reflejo del carácter de Dios, la ley de los Diez Mandamientos es moral, espiritual y abarcante; contiene principios universales.

 

Un reflejo del carácter del dador de la ley: En la ley de Dios, la Escritura presenta los atributos divinos. (Sal.19: 7,8; Rom.7: 12; Sal.119: 151,152,172)

Una ley moral: Los Diez Mandamientos revelan el patrón divino de conducta para la humanidad. Define nuestra relación con nuestro Creador y Redentor, y nuestro deber para con nuestros semejantes. La Escritura llama pecado a la trasgresión de la ley de Dios. (1Jn.3: 4)

 

Una ley espiritual: Rom.7: 14 La ley es espiritual y por lo tanto, únicamente los que son espirituales y tienen el fruto del Espíritu pueden obedecerla (Jn.15: 4; Gál.5: 22,23; Hech.1: 8; Sal.51: 10-12) La ley abarca nuestros pensamientos más secretos, nuestros deseos y emociones como los celos, la envidia, la concupiscencia y la ambición. (Mat.5: 21,22,27,27; Mar.7: 21-23)

 

Una Ley positiva: Es mucho más que una corta serie de prohibiciones, como por ejemplo: el sexto mandamiento que dice “no matarás”, tiene como su aspecto positivo “promoverás la vida”. La ley de los Diez Mandamientos no ha de ser considerada desde el aspecto de la prohibición, como desde el de la misericordia.

 

Una ley sencilla: Los Diez Mandamientos son profundos en su abarcante sencillez. Son tan breves que hasta un niño puede aprenderlos rápidamente de memoria, y a la vez son tan abarcantes que cubren cualquier pecado posible.

 

Una ley de principios: Eclesiastés 12: 13 Los Diez Mandamientos constituyen un sumario de todos los principios correctos. Se aplican a la totalidad de la humanidad de todas las épocas. Los primeros cuatro mandamientos definen nuestro deber para con nuestro Creador y Redentor, y los últimos seis regulan nuestros deberes para con nuestros semejantes. (Luc.10: 27; Deut.6: 4; Lev.19: 18)

 

         I.      Prescribe la adoración exclusiva del único Dios verdadero.

        II.      Prohíbe la idolatría.

      III.      Prohíbe la irreverencia y el perjurio que envuelve la invocación del nombre divino.

      IV.      Llama a observar el Sábado e identifica al Dios verdadero como el Creador de los cielos y la tierra.

       V.      Requiere que los hijos se sometan a sus padres.

      VI.      Protege la vida.

    VII.      Prescribe la pureza.

   VIII.      Protege la propiedad.

     IX.      Resguarda la verdad y prohíbe el perjurio.

       X.      Prohíbe propiedad del prójimo.

 

Una ley única: Deuteronomio 5: 22; Exo.31: 18; Deut.10: 2 Los Diez Mandamientos poseen la distinción especial de ser las únicas palabras que Dios habló en forma audible ante una nación entera.

La ley es una delicia: La ley de Dios es una inspiración para el alma. Sal.119: 97,127,143; 1Jn.5: 3

 

El Propósito de la Ley

 

Revela la voluntad de Dios para la humanidad: como la expresión del carácter de Dios y de su amor, los Diez Mandamientos revelan su voluntad y propósitos para la humanidad. Demanda perfecta obediencia (Sant.2: 10; Mat.19: 17)

 

Es la base del pacto de Dios: Moisés escribió los Diez Mandamientos, con otras leyes explicativas, en un libro llamado el libro del pacto (Éxo.20: 1-24: 8)

 

Funciona como la norma del juicio: Sal.119: 172 La ley establece la norma de justicia. Ninguno de nosotros será juzgado por su paciencia, sino por estos principios justos. (Ecl.12: 13,14; Sant.2: 12)

 

Señala el pecado: Sin los Diez Mandamientos los seres humanos no pueden ver con claridad la santidad de Dios, su propia culpabilidad, ni su necesidad de arrepentirse. (Sant.1: 23-25; Rom.3: 19,20; 1Jn.3:4; Rom.7: 7)

 

Es un agente en la conversión: La ley de Dios es el instrumento que el Espíritu Santo usa para llevarnos a la conversión (Sal.19: 7; Gál.3: 24).

 

Provee verdadera libertad: Sal.119: 45; Sant.2: 8; 1: 25 Cuando transgredimos la ley de Dios no tenemos libertad (Jn.8: 34); pero la obediencia a los Diez Mandamientos nos asegura la verdadera libertad. Vivir dentro de los confines de la ley de Dios significa libertad del pecado. Si se presenta la ley sin el poder de Cristo, no hay libertad del pecado. (2Cor.3: 17)

 

Domina el mal y trae bendiciones: Dondequiera que se acepta la ley, contiene el pecado, promueve la conducta correcta, y se convierte en un medio de establecer la justicia. (Prov.14: 34; 16: 12; Sal.89. 31,32; Prov.3: 33.

 

La Perpetuidad de la Ley

 

                Por cuanto la ley moral de los Diez Mandamientos es un reflejo del carácter de Dios, sus principios no son temporales ni sujetos a las circunstancias, sino absolutos, inmutables y de validez permanente para la humanidad.

 

La ley antes del Sinaí: La ley existía mucho antes de que Dios le diera el Decálogo a Israel. Si no hubiese sido así, no podría haber existido pecado antes del Sinaí. (1Jn.3: 4; 2Ped.2: 4; Rom.5: 12; Gén.26: 5; Exo.16; 18: 16)

 

La ley en el Sinaí: Durante su largo periodo de esclavitud en Egipto, los israelitas vivieron en la idolatría y la corrupción. En consecuencia perdieron mucho de su comprensión de la santidad, la pureza y los principios morales de Dios. Su condición de esclavos hizo que para ellos fuese difícil adorar a Dios. (Exo.5: 2; Deut.4: 20; Sal.105: 43-45) Por esta razón en el Sinaí Dios promulgó su ley en forma directa, en términos claros y sencillos, “a causa de sus transgresiones” (Gál.3: 19) (Rom.7: 13)

 

La ley antes del retorno de Cristo: La profecía indica que Satanás inducirá a la vasta mayoría de los seres humanos a que desobedezcan a Dios (Apoc.12: 9)

 

1.       La ley bajo ataque: Daniel 7. El cuerno pequeño de la profecía de los imperios pretendería cambiar los tiempos y la ley (vers.25) y se prolongaría hasta la venida  de Cristo. Por sí mismo, este ataque es evidencia de que la ley continuaría teniendo significado en el plan de salvación. (vers.11, 26-28)

2.       Los santos defienden la ley: En el conflicto final los santos se unen para exaltar la ley de Dios. (Apoc.12: 17; 14: 12,6,7; 1Jn.5: 3)

3.       Los juicios de Dios y la ley: El juicio de Dios que consiste en las siete últimas plagas que caen sobre los desobedientes, se origina en el templo del tabernáculo del testimonio en el cielo (Apoc.15: 5) El tiempo de los juicios finales que Dios envía sobre el mundo (11: 18) está relacionado con la apertura del templo celestial, con su punto focal en el arca que contiene los Diez Mandamientos; en verdad esta escena constituye un cuadro apropiado de la magnificencia de la Ley de Dios como la norma del juicio. (Apoc.20: 5; 11: 19)

 

La Ley y el Evangelio

 

                La salvación es un don que llega a nosotros por gracia por medio de la fe, no por las obras de la ley (Efe.2: 8; Tito 3: 5; Rom.3: 20) A través de toda la Escritura existe perfecta armonía entre la ley y el evangelio; ambos se exaltan.

 

La ley y el evangelio antes del Sinaí: Cuando Adán y Eva pecaron, supieron qué significan la culpa, el temor y la necesidad. En respuesta a su necesidad, Dios no anuló la ley que los condenaba; en cambio, les ofreció el Evangelio que los restauraría a la comunión con él y a la obediencia de su santa ley. (Gén.3: 15) La salvación sería por gracia. (Gén.12: 1-3; 15: 4,5; 17: 1-9; 18: 18,19; 26: 4,5; Sal.103: 17,18)

 

La ley y el evangelio en el Sinaí: Existe una relación estrecha entre el decálogo y el evangelio. Por ejemplo, el preámbulo de la ley se refiere a Dios como el que libertó o redimió a su pueblo de la esclavitud (Exo.20: 1,2) y luego de la promulgación de los Diez Mandamientos, Dios instruyó a los israelitas a que se erigieran un altar y comenzaran a ofrecer los sacrificios que habían de revelar su gracia salvadora.

 

                El Decálogo fue colocado dentro del arca; por su parte, las leyes ceremoniales, junto con los reglamentos civiles que Dios le dio al pueblo, fueron escritas en el “libro de la ley”, el cual fue colocado junto al arca del pacto como “testigo contra” el pueblo (Deut.31: 26) Siempre que pecaban este “testigo” condenaba sus acciones y proveía elaborados requisitos para la reconciliación con Dios. Desde el Sinaí hasta la muerte de Cristo, los transgresores del Decálogo hallaron esperanza, perdón y purificación por fe en el evangelio revelado por los servicios del santuario que prescribía la ley ceremonial.

 

La ley y el evangelio después de la cruz:

1.       La ley ceremonial: Cuando Cristo murió, cumplió el simbolismo profético del sistema de sacrificios. Cuando Jesús murió, el velo del templo fue rasgado sobrenaturalmente de arriba hacía abajo (Mat.27: 51), indicando así el fin del significado espiritual de los servicios del templo. (Heb.10: 1; 9: 10; Gál.3: 19) A la muerte de Cristo, la jurisdicción de la ley ceremonial llegó a su fin (Col.2: 14; Deut.31: 26; Heb.10: 4; 9: 9,14; Col.2: 16, 17; Efe.2: 14-16)

2.       El Decálogo y la Cruz: Si bien es cierto que la muerte de Cristo terminó con la autoridad de la ley ceremonial, por otra parte estableció la ley de los Diez Mandamientos. Cristo quitó la maldición de la ley, librando así de su condenación a los creyentes. Sin embargo, el hecho de que haya realizado esto, no significa que la ley haya sido abolida, dándonos libertad para violar sus principios. El abundante testimonio bíblico referente a la perpetuidad de la ley refuta este concepto. (Rom.6: 13,14,4; 8: 1; 10:4) Todo aquel que cree en Cristo, comprende que el Salvador es el fin de la ley como instrumento de obtener justicia. La muerte de Cristo magnificó la ley, exaltando su autoridad universal. Si el Decálogo pudiera haber sido cambiado, el Salvador no habría tenido que morir.

 

La Obediencia a la Ley

               

Cristo y la ley: Cristo tenía supremo respeto por la ley de los Diez Mandamientos. (Isa.42: 21; Rom. 3: 31; Mat.19: 17; 7: 21-23; 5: 18; 22: 37,38; Jn.13: 34; 15: 10,12; 14: 15; 1Jn.2: 3)

 

Las bendiciones de la obediencia: La obediencia desarrolla un carácter cristiano y produce una sensación de bienestar, haciendo que los creyentes crezcan “como niños recién nacidos”  y sean transformados en la imagen de Cristo (1Ped2: 2; 2Cor.3: 18) Esta transformación de pecadores a hijos de Dios provee un testimonio efectivo del poder de Cristo.

 

                La Escritura declara “bienaventurados” a todos “los que andan en la ley de Jehová” (Sal.119: 1), “ que en la ley de Jehová esta su delicia” y que meditan “en su ley... de día y de noche” (Sal.1: 2) Las bendiciones de la obediencia son muchas.

 

1.       Entendimiento y sabiduría. (Sal.119: 98,99)

2.       Paz. (Sal.119: 165; Isa.48: 18)

3.       Justicia. (Deut.6: 25; Isa.48: 18)

4.       Una vida pura y moral. (Prov.7: 1-5)

5.       Conocimiento de la verdad. (Jn.7: 17)

6.       Protección contra las enfermedades (Éxo.15: 26)

7.       Longevidad. (Prov.3: 1,2; 4: 10,22)

8.       Seguridad de que nuestras oraciones recibirán respuesta. (1Jn.3: 22; Sal.66: 18)

En su invitación a la obediencia, Dios nos promete abundantes bendiciones (Lev.26: 3-10; Deut.28: 1-12) Cuando respondemos en forma positiva, llegamos a ser su “especial tesoro2, “real sacerdocio, nación santa” (Éxo.19: 5,6; 1Ped.2: 5,9), exaltados “sobre todas las naciones de la tierra”, puestos “por cabeza, y no por cola” (Deut.28: 1,13)

 

 

 

Creencias fundamentales de la I.A.S.D.