Lo que todo hijo e hija de Dios debe recordar es que
nosotros somos solo administradores de los tesoros de
Dios, nada de lo que poseemos es nuestro, nuestro
Creador en su infinito amor nos concede sus bendiciones
y sus tesoros y solo espera de nosotros la manifestación
de fidelidad, a través de la devolución de los diezmos y
las ofrendas.
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