1 Juan 2:18 Hijitos,
ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el
anticristo viene, así ahora han surtido muchos
anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo.
Anticristo.
En el griego
"anticristo" no tiene artículo, como si fuera nombre
propio. También podría traducirse con el artículo
indefinido, "un Anticristo" (BJ). "Anticristo" es una
transliteración de antíjristos, sustantivo griego
compuesto de antí, "contra" o "en lugar de", jristós,
"Cristo". Por lo tanto, la palabra puede significar uno
que se opone a Cristo, o uno que pretende ocupar el
lugar de Cristo, o uno en quien se combinan ambas
características. El título "anticristo" podría también
aplicarse a cualquiera que pretendiera ocupar el lugar
de Cristo, pues esa es una pretensión falsa.
El apóstol Juan es
el único que usa el vocablo "anticristo" en el NT (vers.
18, 22; 4:3; 2 Juan 7), pero no da ninguna indicación
precisa para identificar específicamente a ninguna
persona, personas u organización. Da como hecho que sus
lectores conocían el tema, que esperaban la venida del
"anticristo" y que creían que su presencia indicaba la
proximidad de los últimos días. Sin duda Juan pensaba
en herejías de su época como el docetismo y la herejía
de Cerinto, ramificaciones del gnosticismo de entonces
(ver t. VI, pp. 56-59; t. VII, pp. 643-644; com. 1 Juan
2:22; 2 Juan 7).
Es oportuno
recordar que el "anticristo" original y por antonomasia
es Satanás, quien siempre se ha opuesto a Cristo con la
ayuda de varios instrumentos humanos. Muchos siglos
662 antes de que el hombre fuera creado, Satanás
intentó desplazar a Cristo (ver com. Isa. 14: 12-14;
Eze. 28: 12-13), y desde entonces ha inspirado sin cesar
toda oposición contra Dios y su Hijo Jesucristo (cf.
com. 2 Tes. 2: 8-9).
Muchos anticristos.
El plural indica
que Juan no se refería a ninguna manifestación
específica, sino que clasificaba como "anticristos" a
todos los adversarios heréticos. El cristianismo
todavía estaba en su infancia, sin embargo, ya habían
prosperado varias falsas enseñanzas y estaban atacando a
la joven iglesia (ver t. VI, pp. 53-60).
1 Juan 2:22 ¿Quién es
el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo?
Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.
Este es anticristo.
Literalmente "este
es el anticristo". Ver com. vers. 18. Juan claramente
identifica al anticristo, del cual escribe como a
cualquier falso maestro cristiano que niegue al Padre y
al Hijo.
1 Juan 4:3 Y todo
espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en
carne, no es de Dios; y este es el espíritu del
anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y
que ahora ya está en el mundo.
2 Juan 7 Porque muchos
engañadores han salido por el mundo, que no confiesan
que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el
engañador y el anticristo.
Juan
2:18, 22 Juan identifica a todos los "engañadores' como
una representación final del gran engañador y
anticristo, Satanás. Toda obra de engaño se origina en
el diablo, no importa qué forma particular puedan asumir
sus seguidores.
Lutero:
Cuando tuvo
conocimiento de la bula papal, dijo: "La desprecio y la
ataco como impía y mentirosa. . . . El mismo Cristo es
quien está condenado en ella. . . . Me regocijo de
tener que sobrellevar algunos males por la más justa de
las causas. Me siento ya más libre en mi corazón; pues
sé finalmente que el papa es el Anticristo, y que su
silla es la de Satanás." -Ibid. CS cap. 7
Y el Dr. Hopkins, en
un "Tratado sobre el milenio," declara: "No hay razón
para creer que el espíritu y las prácticas
anticristianas se limiten a lo que se llama actualmente
la iglesia romana. Las iglesias protestantes tienen en
sí mucho del Anticristo, y distan mucho de haberse
reformado enteramente de . . . las corrupciones e
impiedades." -Samuel Hopkins, Works, tomo 2, pág. 328.
CS cap. 22
Fragmentación esperada y percibida.-
Justino Mártir, de
Samaria, primer padre anteniceno de la iglesia,
relacionaba el segundo advenimiento con la conclusión de
la profecía de Dan. 7, y aludía a los tres tiempos y
medio. Ireneo de las Galias (m. c. 202) declaraba que
Roma -el cuarto reino de la gran sucesión- terminaría
fragmentándose en diez partes, y que el cuerno pequeño
ocuparía el lugar de tres de las diez divisiones de
Roma. Además, identificaba al "hombre de pecado"
(anticristo) de Pablo con el cuerno pequeño de
Daniel.
El tiempo tenía
inevitablemente una perspectiva muy reducida para esos
primeros expositores. Para Ireneo (siglo II), los tres
tiempos y medio eran tres años y medio literales, dentro
de la vida de un individuo. Pasó el tiempo. Y no fue
sino hasta el siglo XII cuando Joaquín de Flora (o
Floris) emite) el concepto de que los tres tiempos y
medio equivalían a 1.260 años literales. Tertuliano de
Cartago (siglo III) ya había añadido el concepto de que,
de acuerdo con Pablo (2 Tes. 2), la continuación
unificada de Roma demoraba la aparición del
anticristo; y que su división en diez reinos daría
lugar al aparecimiento del anticristo, el cual sería
finalmente destruido por el resplandor del segundo
advenimiento de Jesús.
El paralelismo de los
elementos proféticos de Dan. 2 y 7 fue reconocido por lo
menos ya en los días de Hipólito (c. 200 d. C.).
Afirmaba éste que el alcance de ambos capítulos es
idéntico, con la sola diferencia de que Dan. 7 es más
amplio. Estas son sus notables palabras:
La "cabeza de oro de
la imagen" es idéntica con la "leona", con la cual
fueron representados los babilonios. El "pecho y los
brazos de plata" son lo mismo que el "oso", que
simboliza a los persas y a los medos. "Su vientre y sus
muslos de bronce" son el "leopardo", que representa a
los griegos que gobernaron desde Alejandro en adelante.
Las "piernas de hierro" son la "bestia espantosa y
terrible" que simboliza a los romanos, que ahora
gobiernan. Los "dedos de los pies de barro y hierro" son
los "diez cuernos" futuros. El "otro cuerno pequeño" que
"salía entre ellos" es el "anticristo". La piedra que
"hiere a la imagen y la desmenuza", y que llena toda la
tierra, es Cristo que viene del cielo y trae juicio para
el mundo (Fragmentos de comentarios, "Acerca de Daniel",
fragmento 2, cap. 3; cf. su Tratado acerca de Cristo y
el anticristo).
Hipólito vivió en el
tiempo de la dominación de Roma y afirmó que los diez
reinos "todavía habían de levantarse". Un siglo más
tarde, poco antes del Concilio de Nicea, Eusebio de
Cesarea reiteró en esencia la misma interpretación que
establece un paralelismo entre Dan. 2 y 7, estimando que
el reino de Dios sería establecido mediante la
intervención divina en su segundo advenimiento. Cirilo
de Jerusalén concordó con esta interpretación: las
cuatro bestias de Daniel son los imperios de Babilonia,
Persia, Macedonia y Roma; el anticristo aparecerá
después de la división de Roma y de la humillación de
tres de los cuernos de las divisiones siguientes.
Crisóstomo de Constantinopla estuvo de acuerdo con este
esquema cuando escribió a fines del siglo IV.
Porfirio (232-304),
filósofo neoplatónico, para tratar de desacreditar la
profecía, introdujo la idea de que el cuerno pequeño de
Dan. 7 era Antíoco Epífanes, del siglo II a. C.
Jerónimo, traductor de la Vulgata, y el último que
expuso con amplitud las profecías de Daniel antes de la
oscuridad espiritual de la Edad Media, escribió en el
siglo V para refutar los argumentos de Porfirio, e
identificó a las bestias de Dan. 7 con los metales de
Dan. 2. También mencionó por nombre a varias de las
divisiones 53 de Roma: los vándalos, los sajones, los
burgundios, los alemanes, y otras. Declaró que el cuerno
pequeño no era Antíoco, sino el anticristo venidero. El
juicio y el advenimiento seguirían al reinado del cuerno
pequeño que, según él creía, sólo duraría tres años y
medio literales. Teodoreto de Ciro, teólogo de la
iglesia de Oriente (c.393-c.457), añadía que el cuerno
pequeño la cuarta bestia de Daniel- la bestia romana- es
el mismo "hijo de perdición" mencionado por San Pablo. (CBA
t4 Historia de la interpretación de Daniel)
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