Principios generales
En este capítulo se llama la atención de todos nuestros
pastores, dirigentes de iglesia y miembros a citas
importantes del Espíritu de Profecía que merecen ser
estudiadas con cuidado y oración. Estas declaraciones
establecen, en un lenguaje claro e inconfundible, la
solemne responsabilidad
que tienen los hijos de Dios de mantener la pureza, la
integridad y el fervor espiritual de la iglesia. Si los
miembros se vuelven fríos e indiferentes, la iglesia
debe tratar de despertarlos de su letargo. Si algunos
están apartándose de la verdad, se deben hacer esfuerzos
para atraerlos de vuelta al camino angosto.
Cómo tratar con los
miembros que yerran.
"Al tratar
con los miembros de la iglesia que yerran, el pueblo de
Dios debe seguir cuidadosamente las instrucciones dadas
por el Salvador en el capítulo 18 de Mateo" (Joyas de
los testimonios, t. 3, p. 200).
"Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y
repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has
ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún
contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres
testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos,
dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por
gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que
atáis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo
que desatáis en la tierra, será desatado en el cielo"
(Mat. 18:15-18).
"Los seres humanos son propiedad de Cristo, comprados
por él a un precio infinito, y vinculados con él por el
amor que él y su Padre han manifestado hacia ellos.
¡Cuán cuidadosos debemos ser, pues, en nuestro trato
unos con otros! Los hombres no tienen derecho a
sospechar el mal con respecto a sus semejantes. Los
miembros de la iglesia no tienen derecho a seguir sus
propios impulsos e inclinaciones al tratar con miembros
que han errado. No deben siquiera expresar sus
prejuicios acerca de los que erraron; porque as ponen en
otras mentes la levadura del mal. Los informes
desfavorables de un hermano o hermana de la iglesia se
comunican de unos a otros miembros. Se cometen errores e
injusticias porque algunos no quieren seguir las
instrucciones dadas por el Seor Jesús.
" "Si tu hermano pecare contra ti -declaró Cristo-, ve,
y repréndele estando tú y él solo" (Mat. 18: 15). No
habláis del mal a otro. Si este mal es contado a una
persona, luego a otra y aun a otra, el informe crece
continuamente, y el daño aumenta hasta que toda la
iglesia tiene que sufrir. Arréglese el asunto "estando
tú y él solos". Tal es el plan de Dios. "No entres
apresuradamente en pleito, no sea que no sepas qué hacer
al fin, después que tu prójimo te haya avergonzado.
Trata tu causa con tu compañero, y no descubras el
secreto a otro" (Prov. 25: 8, 9). No toleráis el pecado
en vuestro hermano; pero no lo expongáis [al hermano] ni
aumentáis la dificultad haciendo que la reprehensión
parezca como una venganza. Corregidle de la manera
esbozada en la Palabra de Dios" (Joyas de los
testimonios, t.3, p. 200).
Búsquese la
reconciliación.
"No permitáis
que el resentimiento madure en malicia. No dejéis que la
herida se infecte y reviente en palabras envenenadas que
manchen la mente de quienes las oigan. No permitáis que
los pensamientos amargos continúen embargando vuestro
ánimo y el suyo. Id a vuestro hermano, y con humildad y
sinceridad habladle del asunto.
"Cualquiera que sea el carácter de la ofensa, no cambia
el plan que Dios trazó para el arreglo de las
desinteligencias e injurias personales. El hablar a
solas y con el espíritu de Cristo a aquel que faltó
eliminar la consiguiente dificultad. Id a aquel que
erró, con el corazón lleno del amor y la simpatía de
Cristo, y tratad de arreglar el asunto. Razonad con Žl
con calma y tranquilidad. No dejéis escapar de vuestros
labios palabras airadas. Hablad de una manera que apele
a su mejor criterio. Recordad las palabras: "Sepa que el
que haga volver al pecador del error de su camino,
salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de
pecados" (Sant. 5: 20).
"Llevad a vuestro hermano el remedio que curará la
enfermedad del desafecto. Haced vuestra parte para
ayudarle. Por amor a la paz y unidad de la iglesia,
considerad este proceder tanto un privilegio como un
deber. Si él os oye, le habréis ganado como amigo.
"Todo el cielo está interesado en la entrevista entre
aquel que ha sido perjudicado y el que está en error. Y
cuando el que erró acepta la reprensión ofrecida con el
amor de Cristo y, reconociendo su error, pide perdón a
Dios y a su hermano, la alegra del cielo llena su
corazón. La controversia
terminó. La amistad y la confianza quedaron restauradas.
El aceite del amor elimina la irritación causada por el
mal. El Espíritu de Dios liga un corazón al otro; y hay
en el cielo música por la unión realizada.
"Mientras los que estén as unidos en la comunión
cristiana ofrecen oración a Dios y se comprometen a
obrar con justicia, a amar la misericordia y a andar
humildemente con Dios, reciben gran bendición. Si han
perjudicado a otros, continúen la obra de
arrepentimiento, confesión y restitución, plenamente
resueltos a hacerse bien unos a otros. Este es el
cumplimiento
de la ley de Cristo.
" "Mas si no te oyere, toma aun contigo uno o dos, para
que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra"
(Mat. 18: 16). Tomad con vosotros a personas de ánimo
espiritual, y hablad de su mal al que erró. Tal vez ceda
a las súplicas unidas de sus hermanos. Al ver cómo ellos
están de
acuerdo en el asunto, tal vez su mente quede iluminada.
" "Y si no oyere a ellos", ¿qué debe hacerse? ¿Tendrán
que asumir algunas personas de la junta directiva la
responsabilidad de despedir de la iglesia al que erró?
"Y si no oyere a ellos, dilo a la iglesia" (Mat. 18:
17). Tome la iglesia un acuerdo con respecto a sus
miembros.
" "Y si no oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no
oyere a la iglesia, tenle por étnico y publicano" (Mat.
18: 17). Si él no quiere escuchar a la iglesia, si
rechaza todos los esfuerzos hechos por salvarle, a la
iglesia le incumbe la responsabilidad de separarle de su
comunión. Su nombre debe
entonces borrarse de los libros.
"Ningún dirigente de la iglesia debe aconsejar,
ninguna junta directiva recomendar, ni ninguna iglesia
votar que el nombre de una persona que obra mal sea
excluido de los libros de la iglesia hasta que se hayan
seguido fielmente las instrucciones dadas por Cristo
[la cursiva es nuestra]. Cuando estas instrucciones se
hayan cumplido, la iglesia queda justificada delante de
Dios. El mal debe, pues, presentarse tal cual es, y debe
ser suprimido para que no se propague. La salud y la
pureza de la iglesia deben ser preservadas, para que
ella aparezca delante de Dios sin mancha, revestida del
manto de la justicia de Cristo...
" "De cierto os digo -continuó Cristo-, que todo lo que
atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo
que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo"
(Mat. 18: 18).
"Esta declaración rige para todos los siglos. A la
iglesia le ha sido conferido el poder de actuar en lugar
de Cristo. Es instrumento de Dios para la conservación
del orden y la disciplina entre su pueblo. En ella ha
delegado el Seor el poder para arreglar todas las
cuestiones relativas a su prosperidad, pureza y orden. A
ella le incumbe la responsabilidad de excluir de su
comunión a los que no son dignos de ella, a los que por
su conducta anticristiana deshonraran la verdad. Cuanto
haga la iglesia que esté de acuerdo con las indicaciones
dadas en la Palabra de Dios será ratificado en el cielo.
"Se presentan asuntos de grave importancia para que los
decida la iglesia. Los ministros de Dios, ordenados por
él como guías de su pueblo, deben, después de hacer su
parte, someter todo el asunto a la iglesia, para que
haya unidad en la decisión tomada.
"El Seor desea que los que le siguen ejerzan gran
cuidado en su trato mutuo. Han de elevar, restaurar y
sanar. Pero no debe haber en la iglesia negligencia de
la debida disciplina. Los miembros han de considerarse
como alumnos en una escuela, y aprender a formar un
carácter digno de su alta vocación. En la iglesia de
esta tierra, los hijos de Dios han de quedar preparados
para la gran reunión de la iglesia del cielo. Los que
vivan aquí en armonía con Cristo pueden esperar una vida
inacabable en la familia de los redimidos" (Joyas de los
testimonios, t. 3, pp. 200-204).
La autoridad de la
iglesia.
"El Redentor
del mundo invistió a su iglesia con gran poder. Presenta
las reglas que se han de aplicar a los casos en que se
ha de juzgar a los miembros. Después de dar indicaciones
explícitas
en cuanto a la conducta que se ha de seguir, dice: "De
cierto os digo que todo lo que atáis en la tierra, será
atado en el cielo; y todo [en la disciplina de la
iglesia] lo que desatéis en la tierra, será desatado en
el cielo" (Mat. 18:18). De manera que aún la autoridad
celestial ratifica la disciplina de la iglesia con
respecto a sus miembros, cuando se ha seguido la regla
bíblica.
"La Palabra de Dios no da licencia a ningún hombre para
oponer su juicio al de la iglesia, ni le permite
insistir en sus opiniones contrarias a las de la misma.
Si no hubiese disciplina ni gobierno de la iglesia, ésta
se reducir a a fragmentos; no podría mantenerse unida
como un cuerpo" (Joyas
de los testimonios, t. 1, p. 391).
La iglesia es
responsable por la corrección del pecado.
"Dios
considera a su pueblo, como cuerpo, responsable de los
pecados que existan en sus miembros. Si los dirigentes
de la iglesia descuidan la obra de buscar diligentemente
hasta descubrir los pecados que atraen el desagrado de
Dios sobre el cuerpo, vienen a ser responsables de estos
pecados" (Testimonies, t. 3, p. 269).
"Quiere enseñar a su pueblo que la desobediencia y el
pecado le ofenden excesivamente, y que no se los debe
considerar livianamente. Nos muestra que cuando su
pueblo es hallado en pecado, debe inmediatamente tomar
medidas decisivas para apartar el pecado de sí, con el
fin de que el
desagrado de Dios no descanse sobre él.
"Pero si los que ocupan puestos de responsabilidad pasan
por alto los pecados del pueblo, su desagrado pesará
sobre ellos, y el pueblo de Dios será tenido en conjunto
por responsable de esos pecados. En su trato con su
pueblo en lo pasado, el Señor reveló la necesidad de
purificar la iglesia del mal. Un pecador puede difundir
tinieblas que privarán de la luz de Dios a toda la
congregación. Cuando el pueblo comprende que las
tinieblas se asientan sobre Žl y no conoce las causas,
debe buscar a Dios con gran humillación, hasta que se
hayan descubierto y desechado los males que agravian su
Espíritu...
"Si hay males evidentes entre su pueblo, y si los hijos
de Dios los pasan por alto con indiferencia, en realidad
éstos sostienen y justifican al pecador, son igualmente
culpables y causarán como aquél el desagrado de Dios,
porque serán hechos responsables de los pecados de los
culpables. Se me han mostrado en visión muchos casos que
provocaron el desagrado de Dios por la negligencia de
sus siervos al tratar con los males y pecados que
existan entre ellos. Los que excusaron estos males
fueron considerados por el pueblo como personas de
disposición muy amable, simplemente porque rehuían el
desempeño de un claro deber bíblico. La tarea no era
agradable para sus sentimientos; por lo tanto la eludan"
(Joyas de los testimonios, t. 1, pp. 334, 335).
Los que no son
consagrados resisten la disciplina eclesiástica.
"Hay muchos
que no tiene ni la discreción de Josué ni el deber
especial de descubrir los males y corregir prontamente
los pecados existentes entre ellos. No estorben los
tales a los que tienen el peso de esta obra sobre ellos;
no obstruyan el camino de los que tienen que cumplir
este deber.
"Algunos se especializan en suscitar dudas y hallar
faltas porque otros hacen la obra que Dios no les
encargó a ellos, estorbando as directamente a aquellos a
quienes Dios impuso la carga de reprender y corregir los
pecados prevalecientes con el fin de que su desagrado se
aparte de su pueblo. Si hubiera entre nosotros un caso
como el de Acán, habría muchos que acusaran a los que
desempeñarán el papel de Josué en buscar el mal, de
tener un espíritu malvado y de censura. No se puede
jugar con Dios, ni un pueblo perverso puede despreciar
sus advertencias con impunidad.
"Me fue mostrado que la manera en que Acán confíes sus
pecados era semejante a las confesiones que algunos de
entre nosotros hicieron y harán. Ocultan sus faltas y se
niegan a confesar voluntariamente hasta que Dios los
descubre, y entonces reconocen sus pecados. Algunos
persisten en su mal procedimiento hasta que se
endurecen. Hasta pueden saber que la iglesia esté
agobiada, as como Acán sabía que Israel estaba
debilitado delante de sus enemigos por su culpa. Sin
embargo, su conciencia no los condena. No quieren
aliviar a la iglesia humillando su corazón orgulloso y
rebelde delante de Dios, apartándose de su mal proceder.
El desagrado de
Dios pesa sobre su pueblo, y él no manifestará su poder
en su medio mientras existan pecados entre ellos y estos
pecados sean fomentados por los que ocupan puestos de
responsabilidad.
"Los que, en el temor de Dios, trabajan para librar a la
iglesia de obstáculos y corregir graves males, con el
fin de que el pueblo de Dios vea la necesidad de
aborrecer el pecado y pueda prosperar en la pureza, y
para que el nombre de Dios sea glorificado, tendrán
siempre que enfrentar resistencias de parte de los que
no son consagrados" (Testimonies, t. 3, pp. 270, 271).
Las reglas y los
reglamentos son necesarios.
´"Hermanos,
nunca permitáis que las ideas de alguna persona
perturben vuestra fe con respecto al
orden y la armonía que debieran existir en la iglesia...
El Dios del cielo es un Dios de orden, y requiere que
sus seguidores tengan reglas y normas que mantengan el
orden" (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 254,
255).
Organizaciones espontáneas. La iglesia, como cuerpo
organizado, es el instrumento de Dios para la
preservación del orden y la disciplina entre su pueblo.
El mensaje que Dios le dio debe llevarse al mundo no
solamente por medio del testimonio personal del miembro
individual, sino también
por el testimonio corporativo de la iglesia como el
cuerpo de Cristo.
Tal testimonio corporativo necesita la estructura
administrativa establecida, con todos los oficiales
elegidos y con todos los canales de acción organizados,
tales como los departamentos de Escuela Sabática,
Ministerios Personales, Jóvenes Adventistas, etc. La
iglesia reconoce también a aquellas
instituciones de sostén propio cuyas actividades
contribuyen a alcanzar los objetivos de la iglesia.
Por lo tanto, aunque todos los miembros tienen iguales
derechos dentro de la iglesia, ningún miembro
individualmente, o grupo de miembros, debe iniciar un
movimiento, o formar una organización, o tratar de
animar a un grupo de seguidores para lograr cualquier
objetivo, o para la enseñanza de cualquier doctrina o
mensaje que no están en armonía con los objetivos
religiosos y las enseñanzas fundamentales de la Iglesia
Adventista del Séptimo Día.
Tal proceder fomentara un espíritu faccioso y
divisionista, y producir a la fragmentación de los
esfuerzos y el testimonio de la iglesia, y, por lo
tanto, entorpecería el cumplimiento de las obligaciones
de la iglesia en relación con su Cabeza y con el mundo.
Salvaguardando la
unidad de la iglesia
Los cristianos deben hacer todo lo posible para evitar
tendencias que podrían dividirlos y acarrear deshonra a
su causa. "El propósito de Dios es que sus hijos se
fusionen en la unidad. ¿No es vuestra esperanza vivir
juntos en el mismo cielo?... Los que se niegan a
trabajar en armonía con los demás deshonran a Dios"
(Joyas de los testimonios, t. 3, p. 244). La iglesia
debe promover constantemente la unidad y desaprobar toda
acción que pueda amenazar la armonía entre sus miembros.
En la mayor parte de los casos, la reconciliación de las
diferencias dentro de la iglesia y entre sus miembros
debe ser posible sin necesidad de recurrir ni a un
proceso de reconciliación conducido por la iglesia, ni
por medio de litigación civil. "Si las dificultades
entre hermanos no se manifestaran
a otros, sino que se resolvieran francamente entre ellos
mismos, con espíritu de amor cristiano, ¡cuánto mal se
evitara! ¡Cuántas raíces de amargura que contaminan a
muchos quedaran destruidas, y con cuánta fuerza y
ternura se unirían los seguidores de Cristo en su amor!"
(El discurso maestro de Jesucristo, ACES, pp. 53, 54;
véanse también Mat. 18:15-18).
Arreglo de diferencias entre hermanos.
Se debe hacer
todo lo posible para arreglar las disensiones entre los
hermanos de la iglesia y mantener la controversia dentro
de la menor esfera posible. "Las contenciones,
disensiones
y pleitos entre hermanos deshonran la causa de la
verdad. Los que siguen tal conducta exponen a la iglesia
al ridículo de sus enemigos, y hacen triunfar las
potestades de las tinieblas. Están abriendo de nuevo las
heridas de Cristo y exponiéndole al oprobio.
Desconociendo la autoridad de la iglesia, manifiestan
desprecio por Dios, quien dio su autoridad a la iglesia"
(Joyas de los testimonios, t. 2, p. 84).
Los procesos judiciales se desarrollan frecuentemente
dentro de un espíritu de contienda como resultado y
revelación del egoísmo humano. Estos procesos, de tipo
antagónico, deben ser desaprobados por una iglesia que
trata de exhibir el espíritu de Cristo. La abnegación
cristiana llevará a los seguidores de Cristo a sufrir
"más bien el ser defraudados" (1 Cor. 6:7) antes que "ir
a juicio delante de los injustos y no delante de los
santos" (1 Cor. 6:1).
Aunque en el mundo moderno existe la posibilidad de
buscar una decisión judicial de los tribunales civiles,
los cristianos deben preferir llegar a un arreglo del
problema dentro de la autoridad de la iglesia, y
limitarse a buscar una decisión judicial en los casos
que caen claramente dentro de la
jurisdicción de los tribunales civiles y no dentro de la
autoridad de la iglesia, o en aquellos asuntos en los
que la iglesia reconoce que no tiene competencia ni un
mecanismo adecuado para llegar a un arreglo.
Tales pleitos, aunque deben ventilarse en los tribunales
civiles, nunca deben convertirse en procesos vengativos
entre adversarios, sino que debieran estar motivados por
el deseo de buscar arbitraje y resolver las disensiones
amigablemente. La siguiente lista de ejemplos de tales
casos es
enunciativa, y no limitativa: reclamos en la liquidación
de seguros, demandas relacionadas con los límites y/o
con los títulos de propiedad, asuntos que involucran la
administración de propiedades, diferencias relacionadas
con la custodia de menores.
Aunque la iglesia, para evitar la clase de pleitos a los
que se refiere 1Corintios 6, debe establecer
procedimientos [de conciliación y resolución de quejas
entre miembros] dentro de las restricciones de la
práctica legal, debe mantenerse constantemente en
guardia para no desviarse de su misión evangélica y
asumir los deberes de un magistrado civil. (Véanse Luc.
12:13, 14; Testimonios para la iglesia, t. 9)
El ideal de Dios para los miembros de su iglesia es que
"si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en
paz con todos los hombres" (Rom. 12:18). La iglesia debe
usar un procedimiento que sea fácilmente accesible y
razonablemente breve a través del cual se puedan
arreglar muchas diferencias entre sus miembros.
Si la iglesia deja de responder al pedido de ayuda que
un miembro hace para conciliar una diferencia con otro
miembro, o bien, si la iglesia reconoce que la
naturaleza del caso es tal que escapa a su autoridad,
entonces se debe reconocer que el miembro agotó las
posibilidades de solucionar la disensión dentro del
procedimiento delineado bíblicamente para la solución de
disensiones, y que, lo que él o ella deben hacer más
allá de ese punto, es un asunto que queda librado a su
conciencia. (VŽase el Comentario bíblico adventista, t.
6, pp. 693, 694.)
Sin embargo, cuando la iglesia, tratando de ayudar en
forma oportuna y amigable a resolver las disensiones
entre sus miembros, recomienda una solución, ellos no
deben rechazar sumariamente la recomendación ofrecida
por la iglesia. No es un asunto de poca importancia el
que un miembro de iglesia, fuera de los procedimientos
normales de la iglesia, inicie un juicio legal contra
otro miembro. "As que, por cierto es ya una falta en
vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos" (1
Cor. 6:7).
Los miembros de la iglesia que demuestran impaciencia y
egoísmo por su renuencia a esperar y aceptar las
recomendaciones de la iglesia en la solución de los
agravios con otros miembros pueden, con toda propiedad,
estar sujetos a la disciplina de la iglesia (vŽase la p.
192) debido al efecto desgarrador que su proceder ejerce
sobre la iglesia, y por su negativa a reconocer la
autoridad de la misma.
Conciliación de las
diferencias que los miembros tengan contra la iglesia:
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