¿Cuál es el Papel que Desempeñará
este Grupo Selecto de Creyentes en
la Última Gran Crisis?
Héctor A. Delgado
1- Prefacio
2- Introducción
Primera Parte
La Identidad
Espiritual
de los 144,000
“Siervos de Dios”
3- El Contexto en el que Aparecen los 144,000
4- Los 144,000 como Número Literal
5- Los 144,000 como Número Simbólico
6- El Israel de Dios en las Escrituras
7- El Propósito de Dios con Israel
8- La Cifra 144,000 como Nombre
9- Los 144,000 y el Mensaje a Laodicea
10- Venciendo Como Cristo Venció
11- El “Aguante” de Cristo y de los Santos
12- La “Gran Multitud” y los 144,000
13- La “Gran Multitud”
14- La “gran tribulación”
15- “Estos... ¿Quiénes son y de Dónde han Venido?
Segunda Parte
Las Cualidades
Espirituales
de los 144,000 “Siervos de Dios”
16- El Nombre del Padre y del Cordero en la Frente
17- “Elegidos y Fieles”
18- Cantaban un Cántico Nuevo
19- Lecciones de la vida de Moisés
20- Lecciones de la Vida de Cristo
21- Los 144,000 “no se Contaminaron”
22- Son “Primicias para Dios y el Cordero”
23- Conclusión
Prólogo
Quién podrá estar firme cuando llegue el día de la
ira? (Apo. 6:17). Esta es la pregunta más decisiva
del Apocalipsis, y la pregunta que más ha inquietado
el corazón de los hijos de Dios a través de los
siglos. En forma clara e interesante este material
nos muestra que la gran respuesta se encuentra en
los capítulos 7 y 14 del Apocalipsis. En estos
capítulos se nos habla de un grupo comúnmente
llamado “los 144,000”. Sólo ellos podrán estar
firmes en ese momento final.
Al oír hablar de los 144,000 a
algunos no les llegan buenos recuerdos. Discusión,
divisiones, apostasía, misterio, son las palabras
con las que se asocia este tema. Y es que la
magnitud del asunto ha excitado sentimientos de todo
tipo y ha generado las más diversas controversias.
Controversias que han traído sus frutos de división,
desaliento y abandono de la fe.
No es la voluntad de Dios que sus
hijos “entren en controversias por cuestiones que no
los ayudarán espiritualmente, tales como: ¿Quiénes
han de componer los 144,000? (Mensajes
Selectos,
tomo 1, 205) Este fue el consejo que la Inspiración
Profética nos regaló en 1901.
Entonces ¿Porqué seguir gastando
tiempo en este tema? Personalmente tengo varias
razones para seguir interesado en el asunto.
En primer lugar no hay un impedimento real para
hacerlo. Si bien no nos ayudará espiritualmente la
mera curiosidad por saber quiénes serán los 144,000,
el estudio serio y desapasionado de la Palabra de
Dios de seguro será una gran fuente de bendición. El
hecho de que el estudio de un tema haya traído
controversia, no justifica el abandonar el tema,
sino cambiar el método de estudio.
Sobre la pregunta de quiénes serán
los 144, 000 la hermana White agregó que “fuera de
duda, esto lo sabrán dentro de poco los que sean
elegidos de Dios” (Mensajes
Selectos,
tomo 1, 205).
¿Cómo lo sabrán? Evidentemente por
medio de la Palabra de Dios. Hablando del tema dijo:
“Insto a nuestros hermanos a que se unifiquen en una
base verdadera y bíblica” (Mensajes
Selectos,
tomo 1, 206). Los elegidos de Dios hoy deben
procurar sabiduría de lo alto y ocuparse de
estudiar diligentemente las Escrituras. Sólo de esta
forma sabrán si son de los 144,000. Por otro lado
¿No tiene acaso infinita importancia saber qué
cualidades poseerán los que afrontarán la crisis
final? De ahí mi interés por el tema.
De los estudios que conozco en idioma español que
tratan en forma global la problemática de los
144,000, “Los 144,000 Siervos de Dios” es el que
encuentro de mayor interés y utilidad. Constituye,
no sólo una respuesta a una curiosidad bíblica, sino
un enfoque moderado sobre un tema delicado además
que una mina de poder espiritual para estar
preparado en el tiempo de angustia. Más que
alimentar la controversia, el presente estudio
motivará en el lector el entrañable deseo de amar
más a Dios y cumplir su parte en este momento
crucial. Por eso creo que todo miembro de iglesia
comprometido debe leer “Los 1144,000 Siervos de
Dios”.
Tengo el privilegio de ser amigo del
autor. Su deseo de servir a Dios, su entrega a la
obra, y su afán por conocer la verdad son algunas de
las cualidades evidentes en él. Dios ha bendecido su
ministerio y el amable lector tiene aquí una de las
muestras.
Hermes Tavera Bueno
Introducción
Escribir sobre temas bíblicos requiere dedicación,
investigación y mucha honestidad. Esto es cierto de
manera especial en lo referente a los 144.000 (Apoc.
7:1-8; 14:1-5).
Hay
una preciosa verdad oculta a la vista de muchos
cristianos en este importante tema de los 144.000,
verdad que ha sido minimizada en gran medida por los
inútiles debates sobre la literalidad o simbolismo
del número. Y aunque no obviaremos comentar sobre el
significado de esta cifra, no nos dejaremos absorber
por este aspecto y perder de vista el propósito de
esta importante visión apocalíptica.
Aunque este material no pretende ser
exhaustivo, pues el espacio no lo permite, creemos
que será de ayuda para aquellas almas sinceras y
sedientas de nuestras iglesias que buscan fortalecer
su experiencia espiritual por medio del estudio de
la Biblia.
Estamos convencidos también que este
tema suele tornarse ponzoñoso en cierto punto, pero
nos será de ayuda si lo abordamos con sinceridad,
disposición y mucha madurez. Este material no
pretende tener la última palabra sobre el tema en
cuestión.
Confesamos que lo que nos motivó a
escribir sobre los 144.000 no fue definir si son
simbólicos o literales, sino ver la condición
espiritual que predomina actualmente en la vida de
los miembros de la iglesia. Cuan ciertas son las
palabras inspiradas: “la Iglesia parecerá que cae”.
Cada vez se hace mas patente un alejamiento de la
verdad del Evangelio y su poder transformador en la
vida de los miembros de la iglesia remanente. Parece
ser que nadie quiere vivir a los pies de la cruz y
aprender de Cristo que es manso y humilde de corazón
(Mat. 11:28-30).
Sería por esto que se nos ha dicho:
“Esforcémonos con todo el poder que Dios nos ha dado
por estar entre los ciento cuarenta y cuatro mil” (RH,
9-3-1905). Las características espirituales de
este grupo de redimidos son las que el cielo
aprobará si hemos de heredar y vivir la eternidad
junto a un Dios santo.
La verdad del Evangelio puede
redimir el mal que predomina y proveernos el poder
necesario para triunfar de una vez y por todas sobre
el poder y el dominio del pecado sobre nosotros,
manifestado en una vida egocéntrica (Isa. 53:6; Fil.
2:21) carente del amor ágape de Dios, que “no busca
lo suyo” (1 Cor. 13:5).
Finalmente, Dios tendrá un pueblo
que a los pies de la cruz habrá dejado toda forma de
pecado, y estará listo para verle venir en gloria a
esta tierra (Isa. 25:9).
Quienes formarán parte de los
144.000 no serán más que “los elegidos de Dios”, y
“fuera de duda”, estos “lo sabrán dentro de poco”
tiempo (1 MS, 205).
El Autor
.
Primera Parte
La Identidad Espiritual de los 144,000
“Siervos de Dios”
El Contexto en el
que Aparecen los 144,000
En el capítulo 6 de Apocalipsis se registra la
secuencia de apertura de los sellos. Y al seguir
esta secuencia llegamos hasta el sexto sello, el
cual contiene los acontecimientos relacionados con
la segunda venida de Cristo.
Después de mencionar el “gran
terremoto”, el oscurecimiento del sol, el
enrojecimiento de la luna y la caída de las
estrellas (Apoc. 6:12-13), Juan habla del
recogimiento del cielo “como un pergamino que se
enrolla” (vers. 13). Este portentoso acontecimiento
da lugar al cumplimiento de la “bendita esperanza”
de la segunda venida de Jesús en gran gloria y
majestad (vers. 15-17; Tit. 2:13).
De igual manera, en el discurso
escatológico de Cristo registrado en Mateo 24, Lucas
21 y Marcos 13 se registran estos acontecimientos
con sorprendente similitud: “inmediatamente después
de la tribulación de aquellos días, el sol se
obscurecerá, y la luna no dará su resplandor. Las
estrellas caerán del cielo, y las potencias de los
cielos serán conmovidas. Entonces, aparecerá la
señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces se
lamentarán todas la tribus de la tierra, y verán al
Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo,
con poder y gran gloria” (Mat. 24:29,30, cf.
Mar. 13:24-26; Luc. 21:25-27. Las cursivas han
sido añadidas).
El registro bíblico en Apocalipsis
6:15-17 nos revela en esta ocasión solamente la
angustia de los impíos, que al no estar preparados
para el encuentro con Dios, huyen perdidos de su
presencia. Ahora son confrontados con lo que nunca
creyeron que enfrentarían: “la ira del Cordero” (vers.
16).
Los acontecimientos mencionados en
los vers. 12-13 son reconocidos por los estudiosos
de la profecías como cumplidos literalmente en las
páginas de la historia, mientras que el
enrollamiento del cielo “como un pergamino” no se ha
cumplido aun.
Estamos viviendo entonces en medio de los sucesos
mencionados entre los vers. 12,13 y los de los vers.
14-17. Es un momento solemne el que nos ha tocado
vivir.
Observemos ahora el vers. 17. En él
se menciona un acontecimiento y se formula una
interrogante. El acontecimiento es llamado “el gran
día de su ira”. Entonces se formula la pregunta
“¿quién podrá sostenerse en pie?”.
En sentido negativo esta
interrogante puede contestarse, que ninguno de los
impíos podrá sostenerse en pie, pues todos huyen y
quieren ocultarse del rostro del Cordero en la
manifestación de su ira (vers. 16). Pero en sentido
positivo y en un contexto más amplio puede
responderse que sí, habrá quienes estarán de pie
cuando Cristo venga (Isa. 25:9; Heb. 9:28).
Es en este contexto de la inminente
segunda venida de Cristo que aparecen en escena los
144.000.
Se ha reconocido ampliamente que el
capítulo 7 de Apocalipsis (la visión del sellamiento)
constituye “un paréntesis” entre el sexto y séptimo
sellos. 1 Y esto es evidente por el contexto en el
que se encuentra.
Referencias
1) Melvin Maxwell, El Mensaje de Apocalipsis,
Tomo 2, p. 110. Joseph Battistone, Apocalipsis I,
La Iglesia de Dios en un Mundo Hostil, p. 81;
Comentario Bíblico Adventista, tomo 7,
p. 798. Hans K. LaRondelle, Las Profecías del Fin,
p. 150.
Los 144,000 como Número Literal
Es inevitable que abordemos este aspecto sobre el
tema. Pero lo haremos con mucha franqueza, aunque al
igual que en otros temas bíblicos, también en este
hay diferencias de opiniones.
El Comentario Bíblico Adventista
tomo 7 revela que se “han sostenido dos puntos de
vista: 1) que [el número] es literal; [y] 2) que es
simbólico”.1 Pero antes de formar
parte de uno de estos dos grupos que bien podríamos
llamar: “algunos creen” y “otros sostienen”
deberíamos cerciorarnos de que lo que estamos
aceptando es lo que la Palabra de Dios enseña.
Las mismas Escrituras en su
evidencia textual interna nos dan “pistas” para
poder detectar cual debe ser la postura correcta en
cada tema.
No deberíamos cometer el error de
llegar a alguna conclusión sobre asuntos doctrinales
sin antes investigar por nosotros mismos la Palabra
de Dios. Recuerde, “la Escritura... es útil para
enseñar, redargüir, [y] para corregir,... a fin de
que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente
preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16,17).
Se reconoce que la pregunta de que
si los 144,000 sellados son literales o simbólicos
ha generado “muchas fricciones” dentro del
adventismo. Y cada respuesta tiene todavía “sus
fieles adherentes”.2
Quienes sostienen que la cifra es
literal dicen que el “cómputo puede hacerse mediante
un sistema como el que se empleó para el cálculo de
los 5,000 que fueron alimentados milagrosamente,
donde sólo se contó a los hombres, pero no a las
mujeres y a los niños (Mat. 14:21)”.3
Desde esta óptica, la expresión “oí
el número de los sellados”, implica que son
literales. Sin embargo, se pasa por alto que el
mismo pasaje termina diciendo: “de todas las tribus
de los hijos de Israel”. Y, ¿qué significa esto?
¿qué son literales las 12 tribus de Israel? Porque
esto crearía tremendo problema, pues, ¿dónde están
las 12 tribus de Israel en la actualidad? Nótese
que se habla de 12,000 sellados de cada una de las
tribus. “¿Por qué habría de ser literal el total
pero simbólicas las fracciones?”.4
Y esto se torna más complicado si se
cree que los “144,000 representan la suma total de
todos aquellos que serán trasladados cuando Jesús
venga”. ¿Por qué? Por que no podemos creer “que Dios
haya determinado que exactamente ese número de
personas, y ni uno más, viva más allá del tiempo de
gracia para ver venir a Jesús”.5
Otros se sienten inclinados a creer
que la cifra 144.000 es literal después de concluir
que “representan un grupo especial entre aquellos
que vivirán durante el tiempo de angustia”.6
Sin embargo, llegar a esta
conclusión es contradecir el contexto inmediato de
Apoc. 7 y el papel que desempeñará el remanente de
Dios en el tiempo del fin para vindicar su carácter.
Quienes sostienen que “los 144.000
son judíos literales, sostienen que la aplicación a
cristianos que constituyen el Israel espiritual no
concuerda con la división en 12 tribus
especificas... Sin embargo, si hay que tomar
literalmente ´hijos de Israel´, ¿qué razón se opone
para no tomar literalmente también los vers. 5-8 y
cap. 14:1-5?”.7
De igual manera ¿cómo podemos decir
que la primera parte del vers. 4 es literal,
mientras interpretamos de manera simbólica la última
parte? Si se interpreta el número como literal,
necesitamos interpretar el versículo completo como
tal. Entonces, no hay ninguna esperanza para los
gentiles de poder formar parte de los 144,000 que
son sellados.
“Por otra parte, si el número es
simbólico, entonces el resto del versículo puede ser
interpretado simbólicamente”.8
El Dr. C. Mervyn Maxwell comenta que
si “tomamos literalmente el número 144,000, tenemos
que admitir que enfrentamos muchas dificultades”.9
La primera dificultad que él
menciona está relacionada con “la gracia de Dios que
se extiende gratuitamente a todos”. “Nos asombra -
dice él - que precisamente 12,000 - ni más, ni menos
- aceptarán el Evangelio de cada una de las tribus”.10
La segunda dificultad que él
menciona radica en que “es sumamente difícil
concebir que existan en la actualidad 12,000
representantes de pura sangre de cada una de las
doce tribus”.11
Sobre este aspecto se observa: “En
los primeros siglos de la existencia de Israel, cada
tribu permaneció como grupo distinto y solidario
dentro de la nación, pero el primer cautiverio causó
la desaparición de diez de las tribus (2 Rey.
17:17-18), de modo que en el tiempo en que Juan
estaba escribiendo el Apocalipsis, ya hacía mucho
[que] no existía en un sentido literal algo que
podría llamarse ´las doce tribus de Israel´ ”.12
Otra objeción o dificultad está
relacionada con “la lista de las tribus que aparece
en Apocalipsis 7”, pues “presenta sus problemas si
se toman literalmente”.13 La razón es
que es distinta a las que se mencionan en otras
partes de la Biblia. Compare Apoc. 7:5-8 con Núm.
1:5-15; Deut. 27:12-13; Gén. 35:22-26.
Súmele a esto el hecho que desde que
volvieron del cautiverio babilónico “no se hizo
ningún intento serio - y a veces nada, en absoluto -
para impedir los casamientos entre las diferentes
tribus... [además] se ha sugerido que en sentido
genérico casi cada judío es un ´hijo de David´ ”.14
Un argumento convincente usado por
Maxwell es el siguiente: “La profecía de Ezequiel 48
preanuncia la salvación final de Israel y la
división escatológica, o del tiempo del fin, de la
tierra de Palestina. Si ambas listas, la de Ezequiel
48 y la de Apocalipsis 7, realmente se están
refiriendo a la salvación del Israel literal,
deberíamos esperar que coincidieran”.15
Sin embargo, no lo hacen.
En cuanto a “la multiplicación de
12,000 x 12 (Apoc. 7:5-8), puede sugerir que el
propósito principal de este pasaje no es el de
revelar el número preciso de los sellados, sino
mostrar la distribución de los sellados entre las
tribus del Israel espiritual”.16
Hay quienes ven en esto un mensaje:
“¿Creéis que he perdido alguna parte de mi pueblo?
No lo he perdido. Aún tengo las 12 tribus intactas.
Si el primer pueblo que yo llamé fue rebelde y tuvo
que ser rechazado, no por esto ha de verse frustrado
mi propósito”.17
Fernando Chaij sostuvo: “Doce mil de
cada tribu significa simplemente un inmenso número
de toda nación, lengua y raza, pertenecientes a
todos los trasfondos y características
psicológicas”.18
Para cerrar esta sección expondremos algunas razones
bíblicas contenidas en el mismo capítulo 7 de
Apocalipsis por la que es más razonable ver el
número 144,000 de una forma diferente a la literal.
Es sabido que el contenido de
Apocalipsis 7 está cargado fuertemente de símbolos y
figuras. Tales como:
Cuatro
ángeles. Estos seres celestiales
representan en esta visión a “los instrumentos
divinos que detienen las fuerzas del mal en el
mundo”.19 Es interesante notar que el
“ángel” que sube “del oriente” (vers. 2 RVA) cuando
habla dice : “No hagáis daño a la tierra,... hasta
que marquemos (o “sellemos” VRV) con un sello la
frente de los siervos de Dios” (RVA). Este ángel
habla él solo y parece ser que él es el único que
tiene a su cargo el proceso de sellamiento, pero en
realidad habla en representación de los demás. En
verdad, él representa a todos los ángeles implicados
en esta obra bajo la dirección del Espíritu Santo.
De igual manera puede verse a los 144,000 como el
grupo representante de todos los salvados del tiempo
de fin.
Los ángeles leales son agentes
activos en el proceso de sellamiento del pueblo de
Dios. Puesto que “el sello del Dios vivo” implica el
desarrollo del carácter de Cristo, los ángeles
cooperan con “los que han de heredar la salvación”
(Heb. 1:14).
Los
cuatro ángulos de la tierra. Esta
expresión representa y señala a “los cuatro puntos
cardinales”, “los cuatro extremos de la tierra”
(Isa. 11:12, cf. Eze. 7:2). El conflicto
final es de proporciones enormes, es de alcance
mundial. Es por esto que son “todas las tribus de la
tierra” las que se “lamentan” al ver venir al Hijo
de Dios venir en gloria y majestad (Mat. 24:30,
cf. Apoc. 1:7 ).
Los
cuatro vientos. Claramente hay aquí
una representación de “las fuerzas destructoras” del
mal (vers. 3, cf. Dan. 7:2). Esta frase
también representa en las Escrituras a los cuatro
ángulos de la tierra (Dan. 11:4; Eze. 37:9; Mar.
13:27). Los conflictos sociales y la conmoción de
todas las cosas estará presente en “los cuatro
ángulos de la tierra”, pero serán retenidos
milagrosamente por los agentes divinos comisionados
para esto.
Elena White dice: “Juan vio en la
visión simbólica a cuatro ángeles, pero en verdad se
emplean muchos ángeles en la tierra en la
tarea de refrenar los malos designios del enemigo”.20
“Las naciones del mundo están ávidas
por combatir; pero son detenidas por los ángeles.
Cuando se quite ese poder restrictivo, vendrá un
tiempo de dificultades y angustia. Se inventarán
mortíferos instrumentos bélicos. Barcos serán
sepultados en la gran profundidad con su cargamento
viviente. Todos los que no tienen el espíritu de
verdad se unirán bajo el liderazgo de seres
satánicos; pero serán retenidos hasta que llegue el
tiempo de la gran batalla del Armagedón”.21
En este mismo contexto, el Espíritu
de Profecía vio “los vientos” de Apoc. 7:1 como “los
vientos violentos de las pasiones humanas” y como
“elementos de contención”.22
Un ángel que
sube del nacimiento del sol.
Esto representa buenas noticias. Bien se reconoce
que “la referencia al este es más que un detalle
pintoresco”.23
Del éste entró la gloria de Dios al
templo en la visión de Ezequiel (cap. 43:2-5). Y es
por el éste que aparecerá la señal de nuestro amado
Jesús en su segunda venida (Mat. 24:30).24 Que este
ángel viene de esta dirección no solo “indica que
viene de parte de Dios, que es un enviado por El”;25
también representa la seguridad de la protección de
Dios y su liberación final a favor de los santos
(ver Isa. 41 :2,25).26
El
sello del Dios vivo en la frente. “El
sello representa las cualidades del carácter (Eze.
9:4; 2 Tim. 2:19)”.27 El sello que
será puesto sobre la frente de los fieles de Dios es
“la marca de la verdad”, “la señal de su
aprobación”.28 Este sello evidencia su
“semejanza a Cristo en carácter”. Esta es la razón
por la que se dice que tienen el Nombre del Padre y
del Cordero en sus frentes (Apoc. 14:1). Finalmente,
el sello “es una marca que pueden leer los ángeles,
pero no los ojos humanos”.29
Es evidente entonces que el “sello
del Dios vivo” no es una marca visible estampada
sobre la frente de los hombres y mujeres. Es obvio
que estamos tratando con una “visión simbólica.
Sobre el sello de Dios que es puesto
sobre los 144,000 volveremos a hablar más adelante.
Referencias
1) Comentario Bíblico Adventista, tomo 7, p.
798.
2) Marvin Moore, El Desafío del Tiempo Final,
p. 150.
3) Comentario Bíblico Adventista, tomo 7, p.
799.
4) Moore, Ibid.
5) -----------,Ibid.
6) -----------,Ibid.
7) Comentario Bíblico Adventista,
tomo 7, p. 800.
8) Jack Sequeira, Laodicea, El Urgente Mensaje de
Cristo a una Iglesia Tibia en
los Últimos Días,
p. 120.
9) Maxwell, Ibid, p. 212.
10) -----------,Ibid.
11) -----------,Ibid.
12) Wade, El Futuro del Mundo Revelado
en el Apocalipsis,
p.p. 112,113.
13) Maxwell, Ibid.
14) -----------,Ibid,
15) -----------,Ibid,
16) Comentario Bíblico Adventista, tomo 7, p.
800.
17) Wade, Ibid, p. 113.
18) Fernándo Chaij, El Drama Inminente, p.p.
115,116.
19) Comentario Biblico Adventista,
tomo 7, p. 798, cf. Heb. 1:14;
Sal. 37:7; 90:11,12.
20) Elena White, Ibid, el énfasis ha sido
suplido.
21) -----------, Ibid.
22) -----------, Comentario Bíblico Adventista,
7-A, p. 408.
23) Battistone, Apocalipsis I, La Iglesia
de Dios en un Mundo Hostil,
p. 8.
24) White, Conflicto de los Siglos,
p.p. 698,699.
25) Comentario Bíblico Adventista,
tomo 7, p. 798.
26) Battistone, Ibid, p. 84.
27) Comentario Bíblico Adventista,
tomo 7, p. 799.
28) Elena White, Testimonios, tomo 3,
p. 267.
29) -----------, Comentario Bíblico Adventista,
tomo 7, p. 980.
Los 144,000 Como Número Simbólico
Por razones bíblicas y obvias es favorable ver el
número 144,000 como simbólico y no como numero
literal. Además, los argumentos presentados en la
última parte de la pasada sección no pueden ser
obviados por el investigador sincero y honesto de
las Escrituras.
“Las mujeres, las vírgenes, el
Cordero, las primicias, son todos simbólicos. De
manera que se es consecuente al considerar que la
cifra también es simbólica”.1
Este mismo autor reconoce que Dios
“no está regido por las matemáticas, y El no puede
limitarse a Sí mismo”.2
Por otro lado, Apocalipsis 7 no es
la única parte del libro en que se menciona un
“número específico”. Por ejemplo en Apoc. 9:16 se
habla de “doscientos millo-nes”, y Juan agrega
categóricamente: “yo oí su número”. Y aunque esto es
así, nadie ha sugerido que éste número signifique
“una información en cuanto a la cantidad precisa de
los ejércitos del mal”.3
Otra cita parecida se encuentra en
Apoc. 11:13: “...en el terremoto murieron siete mil
personas”. También en este caso “nadie se ha
levantado para insistir en que este es un dato
acerca del número de personas que murieron en la
Revolución Francesa”.4
Al respecto se comenta: “Es posible
que algunos de los números en el Apocalipsis
representen el número literal de una manera
aproximada, como lo que llamamos un ´número
redondo´. Pero la cantidad mencionada en sí no es lo
más importante. Y en la mayoría de los casos el
número es un símbolo que contiene un mensaje
importante para nosotros [como los que aparecen en
Apoc. 7: ‘cuatro ánge-les’, ‘cuatro vientos’,
‘cuatro ángulos’, ‘12,000 de cada tribu’, 144,000
sellados’]”.5
Es importante notar también, que se
ha observado el uso de la palabra “tribus” en
Apocalipsis, permitiendo entender mejor algunas
cosas. Por ejemplo, “siete veces en el Apocalipsis
se mencionan las tribus, y siempre es para aclarar
que el mensaje de salvación debe alcanzar no solo a
la pequeña nación de Israel, sino a todas las
´tribus´, es decir, a todos los pueblos de la
tierra”.6
Lo que la Palabra está diciendo con
12,000 sellados de cada una de las tribus de Israel
es: “Mi iglesia, el Israel de hoy, se encuentra
entre todos los pueblos del mundo, entre todas las
razas y castas sociales, entre todas las naciones, y
grupos étnicos”.7
Así se concluye que: “Los 144,000
son redimidos que son especialmente fortalecidos por
el sellamiento para soportar el tiempo de angustia y
para ser llevados al cielo sin ver la muerte”.8
En el material de apoyo de Escuela
Sabática de 1989 se sugiere también que el número
144,000 “tiene mayor sentido si lo comprendemos como
un número simbólico. Por lo tanto el número 144,000
representa la comunidad total de creyentes, y no un
grupo selecto o separado del grupo mayor. (uno de
los rollos del mar muerto, el Rollo del Templo,
también usa un número para indicar la comunidad de
los justos, aunque es menor: 12,000). Así, 144,000
indica la plenitud o la perfección en el sentido de
un cuerpo completo de testigos”.9
“El número es simbólico. Representa
la totalidad de los redimidos del último tiempo.
Todo el remanente del fin. Las doce tribus son
espirituales. Se trata del Israel espiritual de
Dios, completo; salido de todos los pueblos de la
tierra”.10
C. Mervyn Maxwell reconoce que “el
número 144,000... representa plenitud, la promesa de
que el pueblo de Dios de los últimos días incluirá a
toda la gente que lo invoca por fe. Y que reunida
constituirá la Iglesia completa de Cristo,
simétrica, gloriosa y hermosa”.11
El mismo Comentario Bíblico que
presenta “dos puntos de vista” sobre el tema en
cuestión parece favorecer la comprensión simbólica
cuando dice: “Si hay que tomar literalmente ´hijos
de Israel´, ¿qué razón se opone para no tomar
literalmente también los vers. 5-8 y cap. 14:1- 5”.12
Una prueba contundente sobre el
simbolismo de esta profecía de los 144,000 se
descubre al comparar Apoc. 7:1-3 con Mat. 24: 30-31.
En el primer pasaje el apóstol Juan dice que “los
siervos de nuestro Dios” que son sellados en la
frente con “el sello del Dios vivo” están esparcidos
en los “cuatro ángulos de la tierra”, es decir en
todo el planeta tierra. Allí son sellados y
asegurados, para encontrarse con su amante Salvador.
En el segundo pasaje, Cristo mismo
revela que en ocasión de su segunda venida a nuestro
mundo “sobre las nubes del cielo, con poder y gran
gloria... enviará a sus ángeles con gran voz de
trompeta, y juntará a sus escogidos [nótese], de los
cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el
otro”. Precisamente donde fueron sellados y
protegidos por el poder divino, fueron recogidos por
Cristo (cf. Mar. 13:26,27; Luc. 21:25-28). El
remanente de Dios le esperó “para salvación” en
todos los rincones del planeta y finalmente, en el
momento oportuno se realizó el gran encuentro (Heb.
9:28).
Antolín Diestre Gil sostiene también
que en el “tenor” de “todo el contexto en el que
está insertada [la visión] sería simbólica... Los
144,000 representan a los que estarán vivos cuando
Jesucristo venga en su segunda venida...”
“... fueron trasladados sin pasar
por la muerte, de entre los vivos”.
“... los 144,000 sellados pertenecientes al
colectivo representante, de la última generación”.13
“No deberíamos hallar extraño que
encontremos al remanente dentro de las 12 tribus ya
que estamos tratando con imágenes simbólicas”.14
Referencias
1) Fernando Chaij, Ibid, p.115.
2) ----------,Ibid.
3) Loron Wade, Ibid, p. 111.
4) ----------,Ibid.
5) ----------,Ibid, p.p. 111,112.
6) ----------,Ibid. p. 113.
7) ----------,Ibid.
8) ----------,Ibid.9) Joseph Battistone,
Apocalipsis I, La Iglesia de Dios en un
Mundo Hostil,
p. 86.
10) Mario Veloso, Apocalipsis y el Fin
del Mundo,
p. 129.
11) Melvin Maxwell, Ibid, p. 213.
12) Comentario Bíblico Adventista,
tomo 7, p. 800.
13) Antolín Distre Gil, Tardanza y
Despertar,
tomo III-A, p. 343.
14) Joseph Battistone, Ibid, p. 87.
El Israel de Dios en las Escrituras
Una de las razones más consistentes que tenemos para
inclinarnos hacia una interpretación simbólica de
esta cifra, es precisamente el significado que los
escritores del Nuevo Testamento le dieron al “Israel
de Dios”. No es difícil apreciar al leer el Nuevo
Testamento que sus escritores concebían a los
cristianos como el verdadero Israel de Dios. Note
los siguientes pasajes:
En Rom. 9: 6-8 el apóstol Pablo
dice: “No todos los que descienden de Israel son
israelitas, ni por ser descendientes de Abrahán son
todos hijos; sino que en Isaac te será llamada
descendencia. Esto es: No son hijos de Dios los que
son hijos según la carne, sino que son los hijos de
la promesa los que son contados como descendientes”.
Ya en un tiempo cuando no existían
literalmente las 12 tribus de Israel, el apóstol
Santiago se refirió a la iglesia cristiana esparcida
por el mundo como “las doce tribus que están en la
dispersión” (Sant. 1:1).
Por otro lado, el apóstol Pedro
aplica a la iglesia cristiana “los mismos títulos
que Moisés atribuyó a los Israelitas, cuando se
refiere a ellos como ´linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa´ (1 Ped. 2:9)”.1
Nueva vez, el apóstol Pablo se
refirió a los creyentes de Galacia como “el Israel
de Dios (Gál. 6:16). Y posiblemente la declaración
más directa es esta: “Si vosotros sois de Cristo,
entonces sois descendientes de Abrahán, y herederos
según la promesa” (Gál. 3:29). Y precisamente en
dirección a la “herencia” prometida es que se
dirigen los 144,000 siervos de Dios. La siguiente
cita arroja luz al respecto:
“Los judíos, o Israelitas fijaron su vista en tres
grandes antepasados: Abrahán, Isaac y Jacob. La
característica destacable de Abrahán fue su fe, el
resistió por fe. Isaac a causa de su [extraño]
nacimiento representa la experiencia del nuevo
nacimiento. Jacob fue el único que resistió hasta el
fin. Por eso es que el tiempo de angustia es llamado
el tiempo de angustia de Jacob - porque Jacob
perseveró hasta el fin y prevaleció. Todos los que
como Abrahán, tienen una fe inamovible; todos los
que como Isaac experimenten el nuevo nacimiento;
todos los que como Jacob, soporten hasta el fin -
estos pertenecen a Cristo y son entonces ´linaje de
Abrahán, y herederos según la promesa´ (Gál.
3:29)”.2
Referencias
1) Joseph Battistone, Apocalipsis I, La Iglesia
de Dios
En un Mundo Hostil,
p. 87.
2) Jack Sequeira, Laodicea, El Urgente Mensaje de
Cristo
a una Iglesia Tibia en los Últimos Días,
p. 130.
El Propósito de Dios con Israel
Con el Israel nacional Dios tenía planes de
evangelizar a todos los pueblos de su tiempo. Les
prometió grandeza nacional y el privilegio perenne
de Su presencia en su medio (Deut. 28:9,12-13). Pero
Israel, por su incredulidad impidió que este plan
divino se realizara a través de ellos (Heb.
3:16-19).
Cuando Cristo apareció como Mesías,
en cumplimiento de las profecías del Antiguo
Testamento, hizo claro que los privilegios que
disfrutaban como nación “les serían quitados” y que
el reino de Dios sería “dado a otra gente que
produzca fruto de él” (Mat. 21:33-45). Es más, la
razón de la elección de Israel por parte de Dios no
descansó en mérito alguno de su parte, porque ellos
no eran mejores que las demás naciones, sino que
Dios estaba cumpliendo su palabra empeñada a sus
antecesores. Fue una elección basada en la libre
gracia de Dios (Rom. 9:11,13-17). Y la elección de
Dios fue precisamente para poder llegar a los demás
pueblos con la verdad del Evangelio. A través de
ellos debía cumplirse la promesa hecha a Abrahán:
“en ti serán benditas todas las naciones de la
tierra”.
Cuando se formó la iglesia
cristiana, Dios estaba de hecho, dando continuidad a
ese propósito eterno de “reunir todas las cosas en
Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los
tiempos” (Efe. 1:10, cf. 2:14).
El Evangelio de la gracia basado en
el puro e incondicional amor de Dios ha seguido su
curso a través de los tiempos, y ahora “en los fines
de este mundo” está preparando a un pueblo para
salir a su encuentro. El plan de Dios que no fue
realizado a través del Israel nacional, ni por la
iglesia fundada por Cristo en épocas pasadas, será
llevado a cabo por medio del remanente final, el
Israel de Dios restaurado, los 144,000.
Este grupo de creyentes, como la
última generación de cristianos, serán los “siervos
de Dios” (Apoc. 7:3) que experimentarán grandemente
en sus vidas la realidad del poder del Evangelio -
“la ley del Espíritu de vida” (Rom. 8:2) - y
reflejarán a Cristo perfectamente ante el mundo.
Ellos serán sellados por Dios para
pasar incólumes por la gran crisis final. “El sello
de Dios” será para ellos la garantía de que el
carácter de Cristo se ha reproducido totalmente y se
ha fijado en ellos la verdad del Evangelio, “la
verdad como es en Cristo”. De manera que “son
inconmovibles”. No sólo serán protegidos de los
juicios de Dios sobre un mundo impenitente y
rebelde, sino que les habrá sido dada plena victoria
sobre el poder y dominio del pecado - “la ley del
pecado y la muerte” (Rom. 7:22,23; 8:2)- porque
resistieron hasta “derramar gotas de sangre
combatiendo contra el pecado” (Heb. 12:4, cf.
Apoc. 19:7,8; 14:1). Ellos reflejan plenamente
durante el “tiempo de angustia cual nunca hubo”
(Dan.12:1) la justicia impartida de Cristo de una
manera única en la historia del gran conflicto entre
el bien y el mal, entre el egoísmo, (amor propio) y
el amor de Dios que “no busca lo suyo” (1 Cor.
13;5). En este sentido, vindican la Ley divina y el
carácter de Dios ante todo el Universo expectante
(Apoc. 12:11; Efe. 3:10-11).
La Cifra 144,000
Como Nombre
Se ha observado acertadamente que el número 144,000
“es un nombre antes que un número”.1
En realidad, 144,000 es otro nombre del remanente
final, el cual es descrito bajo diferentes
designaciones. Veamos:
1)-
Enoc (Gén. 5:22-24; Heb. 11:5). “En
medio de un mundo condenado a la destrucción por su
iniquidad, Enoc pasó su vida en tan íntima comunión
con Dios, que no se le permitió caer bajo la muerte
(así los 144,000). El piadoso carácter de este
profeta representa el estado de santidad que deben
alcanzar todos los que serán ´comprados de entre la
tierra´ (Apoc. 14:3) en el tiempo de la segunda
venida de Cristo. Así como Enoc fue trasladado al
cielo antes de la destrucción del mundo por el
diluvio, así también los justos vivos serán
traspuestos de la tierra antes de la destrucción por
fuego”.2 Esta cita es una alusión
directa a los 144,000.
2)-
Elías (2 Rey. 2:1,11; Mal. 4:5,6).
“Elías fue un símbolo de los santos que vivirán en
la tierra en ocasión del segundo advenimiento de
Cristo, y que serán ´transformados, en un momento,
en un abrir y cerrar de ojo, a la final trompeta´ (1
Cor. 15:51,52), sin pasar por la muerte”.3
No olvide que la misma Elena se refirió a los
144,000 como a “santos vivientes”. Y esto nos
permite hacer la comparación.
3)-
Juan el
Bautista (Mat. 3:1-4). “Al preparar
el camino para la primera venida de Cristo, (Juan el
Bautista) representaba a aquellos que han de
preparar a un pueblo para la segunda venida de
nuestro Señor”.4
“Debemos esforzarnos por preparar el
camino para el segundo advenimiento de Cristo, con
el mismo fervor que caracterizó a Elías el profeta y
a Juan el Bautista... Nuestro mensaje debe ser
directo como fue el de Juan... Tenemos un mensaje
definido para dar: ´prepárate para el encuentro de
tu Dios´ ”.5
Como se puede apreciar, los 144,000
tienen varios nombres: Enoc, Elías y Juan el
Bautista modernos. Y al igual que sus antecesores
proclaman su mensaje en una época de apostasía
generalizada.
Hay ciertos detalles en la vida de
estos siervos de Dios que merecen ser considerados
más detenidamente. Veamos.
La Vida de Enoc,
Siervo de Dios
Muchos cristianos sinceros han llegado a cuestionar
la condición del tiempo que vivió este siervo de
Dios. Su vida de perfecta comunión con Dios le
parece fruto de ciertas circunstancias peculiares de
su tiempo. “El mundo de su tiempo era menos
corrupto” sostienen algunos. Eso - se cree - proveyó
una oportunidad especial para que él desarrollara un
carácter aprobado por Dios. Los que sostienen esta
posición pasan por alto la realidad de que la
pecaminosidad de la naturaleza humana y del mundo
siempre es la misma. Nuestra naturaleza humana caída
no necesita de los artificios modernos de nuestra
cultura para ser más enemiga de Dios. La inspiración
nos dice: “El estado del mundo [de su tiempo] no era
entonces más favorable para la perfección del
carácter cristiano que lo que es ahora”.6
“Enoc fue tentado como nosotros.
Vivió en medio de una sociedad que no era más amiga
de la justicia que la nuestra. La atmósfera que
respiraba estaba contaminada de pecado y corrupción,
como la nuestra; no obstante vivió una vida santa.
Los pecados que prevalecían en la época en que
vivió, no lo mancillaron. Del mismo modo nosotros
podemos mantenernos puros e incorruptos. Enoc
representa a los santos que han de vivir en medio de
los peligros y las corrupciones de los últimos días.
Fue trasladado al cielo gracias a su fiel obediencia
a Dios. De esa misma manera serán trasladado los
fieles que estén vivos y subsistan [en medio de la
crisis final]”.7
La siguiente cita es concluyente:
“Nunca ha habido ni habrá una era cuando la
oscuridad moral sea tan densa como cuando Enoc vivió
una vida de rectitud irreprochable”.8
De los fieles del Señor de este
último tiempo se dirá lo mismo que de Enoc, que
antes de ser trasladados al cielo dieron testimonio
de haber agradado a Dios (Heb. 11:5).
No debemos cometer el error de hacer
separación entre la experiencia espiritual que Enoc
desarrolló en su caminar con Dios y la que nosotros
debemos desarrollar. “Enoc fue un representante - se
nos dice - de aquellos que estarán sobre la tierra
cuando Cristo venga, que serán traslados al cielo si
ver la muerte”.9
Como ya observamos esta es una clara
referencia a los 144,000 santos vivientes del tiempo
del fin.
La experiencia espiritual de Enoc es
impresionante y llena de lecciones para nosotros que
nos ha tocado vivir los fines de este mundo, y debe
ser tomada en cuenta seriamente por el remanente en
este tiempo. El hecho de que la Biblia no señale
ningún pecado en particular cometido por Enoc, no
debe llevarnos a nosotros a creer que este siervo de
Dios no pecó en lo más mínimo. No se diría entonces
que Cristo es el único que ha sido tentado en todo
como nosotros, “pero sin pecado”, es decir, sin
ceder al pecado (Heb. 4:15). Además, por
implicación, según la declaración del apóstol Pablo
en Rom. 3:9-12 Enoc cometió algún tipo de pecado.
Sí!, amigo y amiga, “todos hemos pecado” y nacidos
“destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23). Enoc
fue justo en función de la justicia de Cristo que le
fue imputada e impartida en su diario vivir. No fue
de otra manera.
Hemos estudiado algunas cosas que
queremos exponer a continuación de forma resumida.
Voluntad Sumisa a Dios.
La experiencia de Cristo de someter su voluntad a la
del Padre aun en los momentos más apremiantes (Mat.
26:38,39; Rom.15:3), fue también una experiencia
real en la vida de Enoc. “Su corazón estaba en
armonía con la voluntad de Dios”.10
“No tenía un pensamiento y una voluntad propia. Todo
estaba sumergido en la voluntad de su Padre... se
mantuvo constantemente eligiendo su camino y curso
de acción en armonía con los Mandamientos de
Dios...”.11
Se nos dice que “así como Enoc, el pueblo de Dios
buscará la pureza del corazón y la conformidad con
la voluntad de su Señor, hasta que refleje la imagen
de Cristo”.12
Una Vida de Oración.
En muchas ocasiones se le da poca importancia a la
oración. Y muchos que se dejan arropar por la
urgencia del tiempo se vuelven reformadores
apresurados. De Enoc se nos dice: “Cuando se
encontraba en perplejidad, sus oraciones ascendían
para que Dios lo guardase”.13 “Para
él la oración era el aliento del alma, vivía en la
misma atmósfera del cielo... En medio de una vida de
activa labor, Enoc mantenía su comunión con Dios.
Cuanto más intensas y urgentes eran su labores,
tanto más constantes y fervorosas eran sus
oraciones. Seguía apartándose, durante ciertos
lapsos, del trato humano... se retiraba con el fin
de estar solo, para satisfacer su sed y hambre de
aquella divina sabiduría que sólo Dios puede dar.
Manteniéndose así en íntima comunión con Dios, Enoc
llegó a reflejar más y más la imagen divina”.14
“Afligido por la maldad creciente de los impíos y
temiendo que la infidelidad de esos hombres pudiese
aminorar su veneración hacia Dios, Enoc eludía el
asociarse continuamente con ellos, y pasaba mucho
tiempo en la soledad, dedicándose a la meditación y
a la oración”.15
La lección permanece para nosotros: Debemos
apartarnos de aquellos que no temen a Dios ni le
honran. “A éstos evita” es el consejo de la Palabra
(2 Tim. 3:5).
La siguiente cita revela cuál es el único vínculo de
unión entre los fieles: “Todos los que toman la
Palabra de Dios como regla de vida son puestos en
estrecha relación los unos con los otros. La Biblia
es su vínculo de unión. Pero su compañerismo no será
buscado ni deseado por aquellos que no se inclinan
ante la sagrada Palabra como guía infalible. No
puede haber armonía entre ellos; son
irreconciliables”.16
La Vida Familiar fue Determinante.
Para muchos de nosotros que luchamos por instruir a
nuestros hijos en los caminos del Señor resulta dura
tarea inducirlos a ser fieles. Confrontamos momentos
de mucha desilusión, pero también tenemos momentos
de gozo. El ambiente familiar desempeña un papel
importante en el desarrollo del carácter. No puede
un cristiano ser un verdadero reformador si su hogar
camina mal. El trato diario con nuestros hijos y
esposas deja mucho que decir.
De igual manera, los hijos que Dios nos ha dado, si
bien son una gran responsabilidad también
constituyen una bendición del cielo y ”herencia de
Jehovah”. Dios ha determinado que estas pequeñas
criaturas sean una ayuda valiosa en nuestras vidas
para el verdadero desarrollo de nuestro carácter y
relación con Dios. De Enoc nos dice el Espíritu de
Profecía: “Después del nacimiento de su primer hijo,
Enoc alcanzó una experiencia más elevada, fue
atraído a más intima relación con Dios. Comprendió
más cabalmente sus propias obligaciones y
responsabilidades como hijo de Dios. Cuando conoció
el amor de su hijo por él, y la sencilla confianza
del niño en su protección; cuando sintió la profunda
y anhelante ternura de su corazón hacia su
primogénito, aprendió la preciosa lección del
maravilloso amor de Dios hacia el hombre manifestado
en la dádiva de su Hijo, y la confianza que los
hijos de Dios podían tener en su Padre celestial...
En el seno de la familia y en sus relaciones con los
hombres, ora como esposo o padre, ora como amigo o
ciudadano, fue firme y constante siervo de Dios”.17
Un verdadero reformador es también un buen padre y
mucho más. Los 144,000 serán hombres, mujeres y
niños que habrán vivido en la atmósfera misma del
cielo en el seno familiar.
Después de esta maravillosa experiencia Enoc se
volvió al estudio sin fin del amor ágape de Dios.
“El infinito e inescrutable amor de Dios,
manifestado mediante Cristo, se convirtió en el tema
de su meditación de día y de noche; y con todo el
fervor de su alma trató de manifestar este amor a la
gente entre la cual vivía”.18 Hay aquí
una gran lección para aquellos que creen que sobre
el amor de Dios se ha hablado bastante.
Enoc Caminaba con Dios.
Muchos no logran entender esta expresión. No llegan
a comprender cómo pudo Enoc caminar con Dios durante
tantos años. Pero se nos dice que el “andar de Enoc
con Dios no fue un arrobamiento o en visión, sino en
el cumplimiento de los deberes de su vida diaria. No
se aisló de la gente convirtiéndose en ermitaño,
pues tenía una obra que hacer para Dios en el
mundo”.19
“¿Y cómo caminó Enoc con Dios? Educó su mente y su
corazón para sentir siempre la presencia de Dios, y
cuando se encontraba en perplejidad, sus oraciones
ascendían para que Dios lo guardase”.20
“El caso de Enoc está delante de nosotros. Caminó
por cientos de años con Dios. Vivió en una época
corrompida, cuando la contaminación moral abundaba
en su alrededor; no obstante, orientó su mente hacia
la devoción, el amor y la pureza”.21
Esto es caminar con Dios sobre la tierra.
El caminar de Enoc con Dios terminó en una
experiencia única y refrescante, de igual manera, el
caminar del mundo en la senda del enemigo de toda la
verdad provoca grandes cambios. “La vida recta de
Enoc estaba en marcado contraste con los impíos que
le rodeaban. Su piedad, su pureza y su integridad
invariable fueron el resultado de caminar con Dios,
al paso que la impiedad del mundo fue el resultado
de su caminar con el engañador de la humanidad”.22
El verdadero seguidor de Cristo “anda por fe y no
por vista” (2 Cor. 5:7). Y esta experiencia deberá
ser una realidad en el remanente final que
enfrentará la mayor prueba que jamás halla venido
sobre este mundo (Apoc. 3:10).
Denuncia de la Iniquidad Prevaleciente.
“Enoc condenó intrépidamente el pecado. Mientras
predicaba el amor de Dios en Cristo a la gente de
aquel entonces y les rogaba que abandonaran sus
malos caminos, reprobaba la prevaleciente iniquidad,
y amonestaba a los hombres de su generación
manifestándoles que vendría el juicio de Dios sobre
los transgresores”.23
¿Cuál debiera ser nuestra actitud en este tiempo
siendo que abundan los más patéticos pecados en
todas la esferas de la sociedad y aun dentro de la
iglesia?
Nótese ahora como esta situación de los tiempos de
Enoc también vuelve a repetirse: “En los últimos
días los siervos de Dios han de dar al mundo un
mensaje parecido, que será recibido con incredulidad
y burla. El mundo antediluviano rechazó las palabras
y amonestaciones del que anduvo con Dios. E
igualmente la última generación no prestará atención
a las advertencias de los mensajeros del Señor”.24
Pero Enoc no estaba completamente solo en aquel
tiempo, pues “a pesar de la iniquidad que
prevalecía, había un gran número de hombres santos,
ennoblecidos y elevados por la comunión con Dios,
que vivían en compañerismo con el cielo. Eran
hombres de poderoso intelecto, que habían realizado
obras admirables. Tenían una santa y gran misión; a
saber, desarrollar un carácter justo y enseñar una
gran lección de piedad, no solo a los hombres de su
tiempo, sino a las generaciones futuras. Sólo
algunos de los más destacados se mencionan en las
Escrituras; pero a través de todos los tiempos, Dios
tuvo testigos fieles y adoradores sinceros”.25
Enoc es en el sentido más pleno de
la palabra un símbolo fiel de los santos del tiempo
del fin, de aquellos que estarán de pie esperando a
su Señor para salvación: los 144,000. Su vida y
carácter tienen muchas cosas aun que merecen ser
analizadas con profundo detenimiento. Las que hemos
considerado brevemente aquí sirven sólo de
motivación para que descubramos que la vida de un
verdadero reformador y siervo de Dios implica muchas
cosas. El no sólo será fiel, en la reforma pro-salud
o en denunciar los pecados de la iglesia y sus
dirigentes; debe también ser fiel en los demás
deberes de la vida cristiana: en su hogar, en el
trato con los demás, en la mayordomía. Será cortés y
respetuoso. Decir la verdad no implica ser rudo y
descortés. Miren como dice el Camino a Cristo
en la pág. 60.
“En el corazón regenerado por la gracia divina, el
amor es el móvil de las acciones. Modifica el
carácter, gobierna los impulsos, restringe las
pasiones, subyuga la enemistad y ennoblece los
afectos. Este amor atesorado en el alma endulza la
vida y derrama una influencia purificadora sobre
todos los que están en derredor”.
La Vida de
Elías, Siervo de Dios
En la vida del profeta Elías también existen ciertos
detalles que debemos analizar ahora.
Una Vida Dedicada a la Obra de Reforma.
La vida de Elías fue una vida ejemplar y su luz como
siervo de Dios brilló en medio de la más densa
oscuridad de la apostasía nacional del pueblo
hebreo. Cuando todos parecían olvidarse de Dios y la
iglesia estaba por caer, Elías miró más allá de
donde suele mirar el hombre, y levantándose lleno de
valor y fe hizo frente a la oposición. En él se
cumplió la verdad de 1 Corintios 1:25, y “sin ocupar
un puesto elevado en la vida, Elías el tisbita
inició sin embargo su misión confiando en el
propósito que Dios tenía de preparar el camino
delante de Él y darle abundante éxito. La palabra de
fe y de poder estaba en sus labios, y consagraba su
vida a la obra de reforma...
“Mientras Elías veía a Israel hundirse cada vez más
en la idolatría, su alma se angustiaba y se despertó
su indignación”.26
Así pasará con los santos del tiempo del fin.
Deberán sonar la trompeta de advertencia en medio de
la apostasía y la confusión reinante y el olvido de
Dios. Ante la patética indiferencia del mundo y de
una iglesia privilegiada tendrán que ver con
verdadera fe y percepción espiritual más allá de las
vicisitudes presentes para no perder la confianza
en el triunfo final y completo de esta obra. Para
ellos este es un tiempo de terrible prueba porque
todas las cosas parecen resquebrajarse y no tener
solución. La iglesia parece que cae, y aunque se nos
ha dicho que “no caerá” es “una prueba terrible” por
la que pasan los fieles del Señor creyendo lo que no
parece evidente hasta que se cumple (Heb. 11:1).
Toda su vida será una lucha constante por lograr una
reforma genuina en el seno de la iglesia y no fuera
de ella.
Se nos dice con bastante claridad que Dios “aborrece
la indiferencia y la deslealtad en tiempo de crisis
para su obra”.27 El pueblo de Dios, su
iglesia, debe despertar y levantarse para vencer en
el conflicto antes de que sea demasiado tarde.
Elías Hizo Frente a Doctrinas Destructoras.
Los adoradores de Baal que vivían en medio del
pueblo hebreo “aseveraban que los tesoros del cielo,
el rocío y la lluvia, no provenían de Jehovah, sino
de las fuerzas que regían la naturaleza, y que la
tierra era enriquecida y hecha abundantemente
fructífera mediante la energía creadora del sol”.
Por esta razón “la maldición de Dios iba a descansar
gravosamente sobre la tierra contaminada” por la
idolatría y la falsa concepción de Dios.28
Se nos dice también que por “la influencia de
Jezabel y sus sacerdotes impíos, se enseñaba al
pueblo que los ídolos que se habían levantado eran
divinidades que gobernaban por su poder místico los
elementos de la tierra, el fuego y el agua. Todas la
bendiciones del cielo: los arroyos y corrientes de
aguas vivas, el suave rocío, las lluvias que
refrescaban la tierra y hacían fructificar
abundantemente los campos, se atribuían al favor de
Baal y Astarté, en vez del Dador de todo don
perfecto. El pueblo olvidaba que las colinas y los
valles, los ríos y los manantiales, estaban en las
manos del Dios vivo; y que éste regía el sol, las
nubes del cielo y todos los poderes de la
naturaleza”.29 Tres años y medio sin
llover demostraría quién era el que realmente
dominaba los elementos de la naturaleza, Jehovah
Dios o Baal.
En este tiempo de apostasía generalizada que nos ha
tocado vivir, el remanente de Dios, los 144,000
tendrán que hacer frente al resurgido fenómeno del
ocultismo y la Nueva Era con todas sus extravagantes
doctrinas sobre Dios, la naturaleza y la supuesta
influencia de los astros sobre nuestro diario vivir
(Apoc. 14:6,7). La Tierra será alumbrada con la
gloria y el conocimiento del amor ágape de Jehovah
como las aguas cubren el mar (Isa. 11:9; Hag. 2:14;
Apoc. 18:1).
Elías Aparece Antes del Regreso de Cristo.
La profecía bíblica nos dice que “antes de que venga
el día grande y terrible de Jehovah” (Mal. 4:5)
Elías hará su aparición. Con su llegada hará una
obra completa de reforma y reavivamiento en el
pueblo para que este se vuelva a Dios (vers. 6).
Esta obra de reforma abarcará hasta el seno
familiar. Y precisamente de hogares estables que
reflejan el amor ágape de Dios y que son un pedazo
de cielo aquí en la tierra es que saldrán los
144,000 santos vivientes del tiempo del fin. Es
imposible ser un reformador eficaz mientras nuestro
hogar está hecho pedazos por las disputas familiares
y la incomprensión entre los esposos.
De la manera que Elías y Juan el Bautista (el Elías
de su tiempo) prepararon el camino ante el Señor,
los 144,000, como el Elías moderno prepararán el
camino para el segundo regreso de Cristo a esta
tierra.
Elías Hizo Frente a una Apostasía y Rebelión
Extrañas.
Mientras el pueblo padecía bajo los juicios de Dios,
este era incapaz de descubrir en ellos una
oportunidad divina para volverlos de sus malos
caminos. “Parecían incapaces de discernir en su
sufrimiento y angustia un llamamiento al
arrepentimiento, una intervención divina para evitar
que diesen el paso fatal que los pusiera fuera del
alcance del perdón celestial”.30 Sí,
había sufrimiento, pero era por amor. ¿Difícil de
creer? Sí, pero era verdad. Dios “reprende y
castiga” a todos los que ama (Apoc. 3:19).
¿Podemos estar padeciendo nosotros todos los
problemas y confrontaciones teológicas actuales por
misericordia divina?. ¿Son todas estas y otras
señales un llamado al arrepentimiento corporativo
para que no demos el “paso fatal” que nos ponga
“fuera del alcance del perdón celestial”? (ver Apoc.
3:19,20).
Recuerde hermano, no todo lo que está pasando
constituyen malas noticias, mientras el pueblo
perece y muere espiritualmente, Elías está llamando
al arrepentimiento. ¿Puedes escucharlo?
Se nos dice que la apostasía por la que Israel
estaba pasando “era el resultado de muchos años de
mal proceder. Poco a poco, años tras años, Israel se
había estado apartando del buen camino. Una
generación tras otra había rehusado enderezar sus
pasos, y al fin la mayoría del pueblo se había
entregado a la dirección de las potestades de las
tinieblas...
“La apostasía de Israel era un mal más espantoso que
todos los multiplicados horrores del hombre. Dios
estaba procurando librar al pueblo del engaño que
sufría e inducirlo a comprender su responsabilidad
ante Aquel a quien debía la vida y todas las cosas.
[Dios] estaba procurando ayudarle a recobrar la fe
que había perdido, y necesitaba imponerle una gran
aflicción”.31 Elías, siervo de Dios
estaba entre ellos diciéndole cual era la razón de
sus sufrimientos!
Algo similar pasará en estos tiempos: “...en la
terminación del gran día de expiación... la iglesia
militante será puesta en grave prueba y angustia...
[y] sus miembros serán completamente conscientes del
carácter pecaminoso de sus vidas, verán su debilidad
e indignidad...”.32
De una experiencia como esta saldrá un pueblo
reconciliado y purificado de todos sus pecados
delante de Jehovah (Lev. 16:30).
Elías Tuvo un Momento de Debilidad y Pérdida de Fe.
Aquí hay también una lección importante para
nosotros. Después de haber hecho frente
intrépidamente al pecado de Acab y Jezabel y haber
obtenido una victoria aplastante sobre los profetas
de Baal, la fe de Elías flaqueó momentáneamente y
salió huyendo ante la amenaza de Jezabel. En los
albores mismos de la eternidad por poco se deslizan
sus pies y pierde toda esperanza. Pero Dios que es
todo amor y misericordia conoce todas las
circunstancias por las que pasan sus siervos en
medio de la lucha y la misión que Él les encomienda.
Y tomando una vez más la iniciativa vino en busca
del necesitado y fatigado Elías. “¿Qué haces aquí?”
fueron sus palabras llenas de amor y simpatía (1
Rey. 19:9, cf. Gén. 3:8-11). En medio de la
tormentosa lucha de su alma Dios vio bien
aparecérsele a Elías en medio de un “silbo apacible
y delicado” (vers. 12,13).
Era el “celo” por el honor de Dios (vers. 15)
mancillado por un pueblo rebelde e incrédulo lo que
le impulsó a correr del campo de batalla. Elías
pensó que la manifestación milagrosa del poder de
Dios iba a barrer la maraña de la idolatría que
invadía a Israel, pero al ver que no pasó así de una
vez y por todas, se deprimió bastante. Sin embargo
quedaban cosas por hacer y recibió la orden de
volver al campo de batalla (vers. 15).
De este incidente nos dice el Espíritu de Profecía:
“A todos nos tocan momentos de intensa desilusión y
desaliento, días en que nos embarga la tristeza y es
difícil creer que Dios sigue siendo el bondadoso
benefactor de sus hijos terrenales; días en que las
dificultades acosan al alma, en que la muerte parece
preferible a la vida... Si en tales momentos
pudiésemos discernir con percepción espiritual el
significado de las providencias de Dios, veríamos
ángeles que procuran salvarnos de nosotros mismos y
luchan para asentar nuestros pies en un fundamento
más firme que las colinas eternas; y nuestro ser se
compenetraría de una nueva fe y una nueva vida”.33
Si eres un siervo de Dios, debes entender lo
siguiente: “Sólo la justicia de Cristo puede darte
poder para resistir la marea de mal que arrasa el
mundo. Introduce fe en tu experiencia. La fe alivia
toda carga y todo cansancio”.34
Mientras Cristo intercede por nosotros en el
santuario celestial Satanás nos acusa con mucha
fiereza y señala todos nuestros errores y pecados.
En base a estos yerros nos reclama como siervos
suyos. Pero no necesitamos desesperar ante esta
terrible verdad, pues “aunque los seguidores de
Cristo han pecado, no se han entregado al dominio de
los agentes satánicos. Se han arrepentido de sus
pecados, han buscado al Señor con humildad y
contrición, y el Abogado divino intercede en su
favor”.35
Los 144,000 tendrán momentos de intensa lucha y gran
desilusión en medio de la crisis final y la angustia
de Jacob, pero de aquella hora sombría serán
liberados y saldrán victoriosos. Cómo Elías serán
fortalecidos por el señor para terminar su obra y al
fin ser traslados al cielo sin ver la muerte.
El Triunfo del Mensaje y el Mensajero.
Una de las características de este profeta de Dios
fue su mensaje. Su predicación contenía tal poder
que al salir de sus labios no volvía a Dios vacía.
Logró los resultados deseados. El apóstol Santiago
nos dice que Elías era un “hombre sujeto a pasiones
semejantes a las nuestras”, pero oró a Dios con fe y
no llovió en tres años y medio (Sant. 5:17). La
naturaleza humana de este siervo de Dios no era más
amiga de Dios que la nuestra, sin embargo venció
todas sus pasiones y sometió toda su voluntad a
Dios. Aprendió lecciones de obediencia y
renunciamiento propio que le condujeron al triunfo
definitivo. Como siervo de Dios peleó la buena
batalla de la fe y salió vencedor.
Pero no solo Elías como persona representa a los
fieles del tiempo del fin (Mal. 4:5,6), su mensaje
también es representativo del último mensaje de
misericordia que Dios dará a este mundo en rebelión.
El Espíritu de Profecía nos dice:
“Hoy también es necesario que se eleve una
reprensión severa; porque graves pecados han
separado al pueblo de su Dios. la incredulidad se
está poniendo de moda aceleradamente... Los suaves
sermones que se predican con tanta frecuencia no
hacen impresión verdadera; la trompeta no deja oír
un sonido certero. Los corazones de los hombres no
son conmovidos por las claras y agudas verdades de
la Palabra de Dios...
“Los ministros que procuran agradar a los hombres, y
claman: Paz, paz, cuando Dios no ha hablado de paz,
debieran humillar su corazón delante del Señor, y
pedirle perdón por su falta de sinceridad y de valor
moral. No es el amor a su prójimo lo que les induce
a suavizar los mensajes que se les han confiado,
sino el hecho de que procuran complacerse a sí
mismos y aman la comodidad”.36
La vida de Elías es una fuente de
inspiración para todo hijo de Dios que desea
descubrir cual es el lugar que le corresponde
desempeñar en medio de su obra en este tiempo. Es
además un reflejo de lo que es capaz de hacer la
gracia divina en la vida de todo aquel que confía en
Dios y hace de Él su refugio. Tener una doble
porción del “espíritu” de Elías fue lo que deseó
poseer Eliseo y le fue concedido. Este no fue un
pedido ciego, sino lleno de sabiduría y ternura, un
pedido lleno de significado, pues sólo con el poder
del Espíritu Santo que se manifestó en la vida y
ministerio de Elías, siervo de Dios, es que podrán
lo santos del tiempo del fin vencer como él. Sí,
necesitamos urgentemente el poder, el valor y el
“espíritu” del profeta Elías, pues de otra manera
nunca haremos la obra que Dios quiere que hagamos en
este mundo.
La obra de Elías es una lección y un
modelo que Dios ha puesto delante de nosotros y
constituye aun un mundo inexprorable para todo
investigador sincero de la Palabra. Busquemos en esa
experiencia luz y sabiduría para llevar a feliz
término la obra y misión que Dios ha puesto sobre
nuestros hombros.
La Vida de Juan
el Bautista, Siervo de Dios
Debemos considerar ahora algunos aspectos
sobresalientes en la vida de este siervo de Dios que
fue honrado grandemente por Cristo al decir: “entre
los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que
Juan el Bautista...” (Luc. 7:28). Con todo, “el más
pequeño en el reino de Dios es mayor que él”.
Juan se Preparó Para su Misión.
Como mensajero designado por el cielo Juan no podía
aparecer ante el pueblo como reformador sin una
preparación previa. Su constitución física, mental y
espiritual debían ser completamente buenas, pues la
misión que le fue encomendada era la “mayor que
hubiera sido confiada alguna vez a los hombres”.
Aunque en sus días “la codicia de las riquezas, el
amor al lujo y a la ostentación, se habían difundido
extensamente” estas cosas no le contaminaron, se
mantuvo “sin mancha” delante de Dios. No dejó que
“los placeres sensuales, [los] banquetes y las
borracheras” le ataran a este mundo. Juan logró el
dominio completo sobre sus “apetitos y pasiones”.37
Esta lección también es para el remanente de Dios en
este tiempo, pues se nos dice:
“Todos los que quieran alcanzar la santidad en el
temor de Dios deben aprender las lecciones de
temperancia y dominio propio. Las pasiones y los
apetitos deben ser mantenidos sujetos a las
facultades superiores de la mente... Por esta razón,
la temperancia ocupa un lugar en la obra de Dios de
prepararnos para la segunda venida de Cristo”.38
Juan fue preparado por Dios en la “severa disciplina
del desierto”. En ese lugar, este siervo de Dios
encontraba un refugio para escapar “de la sociedad
en la que las sospechas, la incredulidad y la
impureza la compenetraba casi todo. Desconfiaba de
su propia fuerza para resistir la tentación, y huía
del constante contacto con el pecado, a fin de no
perder el sentido de su excesiva pecaminosidad...
Miraba al Rey en su hermosura, y se olvidaba de sí
mismo. Contemplaba la majestad de la santidad, y se
sentía deficiente e indigno. [Juan] sentía el peso
de su misión. En la soledad, por la meditación y la
oración, trataba de fortalecer su alma para la
carrera que le esperaba” .39
Es increíble, pero algo que se toma en cuenta tan
poco y que en algunas ocasiones se estima como
innecesario hablar de ello, es precisamente lo que
jugó un papel importante en la vida de estos grandes
hombres: la oración. Como se puede apreciar, en la
vida de Juan la oración fue parte de su vida
espiritual, fue el medio a través del cual podía
conectarse con Dios y recibir de Él fuerza y
consolación. Lo mismo se puede notar en la vida de
Enoc y Elías.
Finalmente Juan estaba listo para su misión, “sin
temor de lo humano porque había mirado lo divino.
Podía estar de pie sin temor en presencia de los
monarcas terrenales, porque había estado postrado
ante el Rey de reyes”.40
De la misma manera, los 144,000 harán una obra
especial de preparación antes del regreso de Cristo.
Presentarán al enemigo un frente unido que no será
vencido. De hecho, el Apocalipsis nos dice que
gracias a que la iglesia finalmente se ha
“preparado” las bodas del Cordero y su esposa “han
llegado” (Apoc. 19:7-9).
Juan Comprendía el Engaño Fatal en el que Había
Caído su Pueblo.
De la misma manera que el profeta Elías, Juan veía
la terrible ceguera espiritual en la que había caído
el pueblo elegido. Esto los mantenía sumido en la
más patética indiferencia hacia las cosas de Dios.
“Veía que los de su pueblo estaban engañados,
satisfechos y dormidos en sus pecados. Anhelaba
incitarlos a vivir más santamente. El mensaje que
Dios le había dado para que lo proclamase estaba
destinado a despertarlos de su letargo y hacerlos
temblar por su gran maldad”.41
Esta es un descripción casi idéntica al pronóstico
que hace el Testigo fiel y verdadero de la iglesia
de Laodicea; la iglesia tibia e indiferente del
tiempo del fin. Una iglesia que muy a pesar del
pesimismo de muchos será movida al arrepentimiento
por el consejo y castigo del Testigo fiel (ver
págs. 51-55).
Un Mensaje “claro, directo y convincente”.
No puede el siervo de Dios ser un fiel reformador
con un mensaje inferior a este. No debe ocultarse la
verdad para ganar el favor de los hombres. Tampoco
puede nuestra mente convertirse en un reflejo del
imperio de la crítica despiadada contra la
iglesia y los dirigentes bajo el supuesto de estar
denunciando el pecado y llamándolo por su nombre. En
este último engaño diabólico están atrapadas muchas
almas sinceras de nuestra iglesia. Para denunciar el
pecado del pueblo de Dios en este tiempo se requiere
mucho más que el conocimiento de un montón de citas
del don profético, se requiere un fina sensibilidad
espiritual y apego a la justicia de Cristo. Además,
para reprender el pecado efectivamente se requiere
el conocimiento y vivencia de dos cualidades: 1)
Saber que las circunstancias que moldean la vida de
una persona no son siempre las mismas que en el caso
de otras. Esto implica que aun nosotros debemos
considerarnos en el espejo de la Ley de Dios antes
de amonestar a otros no sea que seamos partícipes
consciente o inconscientemente de los mismos pecados
(o peores) que los de la otra persona. Y 2) Debemos
saber que los pecados de las demás personas o
miembros de la iglesia no son los nuestros también y
tal vez con mayor magnitud que los de ellos, por el
hecho de que la gracia de Dios nos ha preservado, y
no por el patético y egocéntrico hecho de que “yo no
hago eso”. Si no tomamos en cuenta estas dos casi
desconocidas verdades estamos adoptando la actitud
de “yo soy más santo que tú” (Isa. 65:5).
El Espíritu de Profecía nos dice sobre la
predicación de Juan:
“Con el espíritu y el poder de Elías, denunciaba la
corrupción nacional y reprendía los pecados
prevalecientes. Sus palabras eran claras, directas y
convincentes... Juan proclamaba la venida del
Mesías, e invitaba al pueblo a arrepentirse”.42
Juan el Bautista, un Hombre como Nosotros, pero...
Muchas personas se preguntan (y de esto ya hablamos
algo en el caso de Enoc) cómo es posible que estos
siervos de Dios (Enoc, Elías y Juan) pudieron
alcanzar un ideal tan elevado en su vida. Pero no se
detienen a considerar la realidad de que ellos no
fueron favorecidos por la gracia de Dios más que
nosotros por capricho divino. Si ellos avanzaron más
alto en lo espiritual no se debe a ninguna
arbitrariedad en la administración de la gracia
divina. Pero si se debe a que ellos a diferencia de
nosotros estuvieron dispuestos a pagar un precio muy
alto: La humillación y la muerte al yo. Este es un
precio que nosotros no hemos sido capaces de pagar.
Por lo tanto es una cuenta aun pendiente. Ellos
aprendieron lecciones de obediencia y renunciamiento
propio. De Juan, al igual que de Elías (cf.
Sant. 5:17) nos dice la Inspiración:
“Juan tenía por naturaleza los defectos y las
debilidades comunes a la humanidad, pero el toque
del amor divino le había transformado. Moraba en una
atmósfera que no estaba contaminada por el egoísmo y
la ambición, y lejos de los mismas de los celos...
[Y] mirando con fe al Redentor, Juan se elevó a la
altura de la abnegación”.43
Esta es una lección que ejemplificarán los 144,000
siervos de Dios en el tiempo de fin. Por esta razón
cesarán las disputas por el poder y las posiciones
más elevadas en la obra de Dios. La crisis final y
la obra de purificación del Espíritu de Dios barrerá
toda esta basura. “Bienaventurados los que estén
dispuestos a ver humillado el yo, diciendo como Juan
el Bautista: ‘A Él conviene crecer, más a mí
menguar’ ”.44
“Los que son fieles a su vocación como mensajeros de
Dios no buscarán honra para sí mismos. El amor al yo
desaparecerá en el amor por Cristo. Ninguna
rivalidad mancillará la causa del Evangelio.
Reconocerán que les toca proclamar como Juan el
Bautista: ‘He aquí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo’ (Juan 1:29). Elevarán a Jesús, y
con Él la humanidad será elevada”.45
La vida de Juan, como la de Elías y
Enoc, está llena de lecciones que aun debemos
considerar. ¿Qué decir de su muerte sumisa por “la
causa que amaba”?. Qué decir de esta declaración:
”Ni Enoc, que fue traspuesto al cielo, ni Elías que
ascendió en un carro de fuego, fueron mayores o más
honrados que Juan el Bautista, que padeció solo en
la mazmorra”. Qué decir de esta otra relacionada a
su muerte: “Y de todos los dones que el cielo puede
conceder a los hombres, la comunión con Cristo en
sus sufrimientos es el más grave cometido y el más
alto honor”.46 Cuan pequeños somos aun
en lo espiritual!. Cuanto necesitamos aprender! Oh,
Dios, ten misericordia de nosotros, y danos el honor
de triunfar junto con la verdad.
Todas estas lecciones que hemos
señalado de estos grandes siervos de Dios,
que constituyen tipos de los 144,000 las hemos
señalado con el objetivo de mover a los miembros de
la iglesia a una búsqueda más continua y profunda de
las cosas de Dios. Es mucho lo que nos falta por
vencer en nuestro diario vivir. Es mucho lo que a
nivel de organización debe superarse, pero Dios está
empeñado en que las cosas cambien y nuevamente ha
enviado al “profeta Elías antes de que venga el día
grande y terrible de Jehovah”. El ya está entre
nosotros. Y no solo él, también Enoc y Juan el
Bautista están presentes y en este tiempo de
confusión generalizada han asumido un nuevo nombre:
144,000 (Apoc. 7:4, cf. vers. 3)
El contenido de la siguiente cita es
oportuno antes de cerrar esta sección: “En esta
época, precisamente antes de la segunda venida de
Cristo en las nubes del cielo, debe hacerse una obra
como la de Juan. Dios necesita a hombres que
preparen a un pueblo que se mantenga firme en el
gran día del Señor... A fin de dar un mensaje como
el que dio Juan, necesitamos tener una experiencia
espiritual como la suya. La misma obra debe
efectuarse en nosotros. Debemos contemplar a Dios y,
al contemplarlo, perderemos de vista al yo”.
47
Referencias
1) Norman Gulley, Cristo Nuestro Refugio en los
Acontecimientos Finales, p. 101.
2) Elena White, Patriarcas y Profetas, p. 77.
3) -----------, Profetas y Reyes, p. 169.
4) -----------, Deseado de Todas las Gentes,
p. 76.
5) -----------, Comentario Bíblico Adventista,
7-A, p. 194.
6) ----------, Eventos de los Ultimos Días,
p. 72,
7) ----------, Maranatha, p. 63.
8) ----------, Manuscrito, 43, 1900.
9)----------, Eventos de los Ultimos Días, p.
72.
10) --------, Patriarcas y Profetas, p. 72
11) --------, Eventos de los Ultimos Días,
p.p. 73, 72
12) --------, Patriarcas y Profetas, p. 77
13) --------, Ibid, p. 72.
14) --------, Patriarcas y Profetas, p.p. 73,74.
15) --------, Ibid., p.p. 72,73.
16) --------, Joyas de los Testimonios,
tomo II, p. 130, Las cursivas son nuestras.
17) --------, Patriarcas y Porfetas, p. 72.
18) --------, Ibid.
19) --------, Ibid.
20) --------, Eventos de los Ultimos Días,
pág. 72.
21) --------, Maranatha, p. 63.
22) --------, Manuscrito, 43, 1900.
23) -------, Patriarcas y Profetas, p. 74.
24) --------, Ibid.
25) -------, Ibid., p. 71.
26) -------, Profetas y Reyes, p. 87.
27) -------, Ibid., p. 108.
28) -------, Ibid., p. 88.
29) -------, Ibid., p. 85.
30) -------, Ibid., p. 92.
31) -------, Ibid., p.p. 97, 92.
32) -------, Joyas de los Testimonios, tomo
II, p.p. 175,176.
33) -------, Profetas y Reyes, p. 119.
34) -------, Ibid., p.p. 129,130.
35) -------, Ibid., p.p. 432,433.
36) -------, Ibid., p.p. 103,104.
37) -------, El Deseado de Todas las
Gentes,
p. 75.
38) -------, Ibid., p. 76.
39) -------, Ibid., p.p. 76,78,77.
40) -------, Ibid., p. 78.
41) -------, Ibid., p. 79.
42) -------, Ibid., p. 80.
43) -------, Ibid., p. 151.
44) -------, Ibid., P. 152.
45) -------, Ibid., p.p. 151,152.
46) -------, Ibid., p. 197.
47) -------, Eventos de los Últimos Días,
p. 64.
Los 144,00 y el Mensaje a la Iglesia de Laodicea
Existe una armoniosa relación entre el mensaje a la
iglesia de Laodicea y la experiencia espiritual de
los 144,000.
Este período eclesiástico representa
la condición del pueblo de Dios, especialmente del
remanente final, precisamente antes de la segunda
venida de Cristo. El privilegio del remanente según
las propias palabras de Cristo es: “al que venza, le
daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo
he vencido, y me he sentado con mi Padre en su
trono” (Apoc. 3:21). La promesa otorgada a esta
iglesia no es más que una promesa de victoria para
“los siervos de Dios” (Apoc. 7:3) que vivirán en el
tiempo de la gran crisis final.
Hay quienes ven con preocupación e
incertidumbre el futuro de esta iglesia “tibia”. Ven
en la expresión “te vomitaré de mi boca” (Apoc.
3:16) una sentencia definitiva de parte de Cristo.
Esto los ha motivado a perder la confianza en la
iglesia organizada y unirse a movimientos
separatistas, al tiempo que animan a otros a hacer
lo mismo. Sin embargo, esta expresión no se refiere
a la suerte inevitable de Laodicea, más bien es una
advertencia destinada a despertar a los santos
indiferentes del tiempo del fin. La palabra
original de donde se traduce “estoy por vomitarte
de mi boca” (RVA, NRV 2000) es mello. “Queda claro
en Apoc. 10: 4 cuando leemos que Juan ‘iba a
escribir’ lo que habían hablado los siete truenos,
pero finalmente no lo hizo, por instrucción de una
voz del cielo”.1
En este sentido, Cristo sintiendo
“nauseas” por la patética indiferencia de Laodicea
“iba” a vomitarla de su boca, pero algo ocupó el
lugar de este hecho: un arrepentimiento genuino.
No debe pasarse por alto que
mientras los vers. 16-18, contienen el consejo del
Testigo Fiel a su iglesia del tiempo final, los vers.
15 y 19, contienen la advertencia divina, para que
una iglesia tan afortunada como Laodicea valore el
privilegio que implica el poseer la luz de la
“verdad presente”. Ya los vers. 20,22 constituyen el
llamado de Cristo al arrepentimiento de Laodicea.
Como vimos, la expresión “te
vomitaré de mi boca” (mejor, “estoy por vomitarte de
mi boca”) no significa que Laodicea será rechazada
irremisiblemente, sino más bien una advertencia para
moverle al genuino arrepentimiento. Laodicea
aprenderá la lección que el cielo quiere darle y
valorará los privilegios que ha recibido al madurar
siendo perfeccionada en el amor ágape de
Dios. Un amor que “todo lo sufre (hasta el rechazo),
todo lo cree, todo lo espera (aun el arrepentimiento
de Laodicea), todo lo soporta (aun la actitud de
Apoc. 3:17)” - (1 Cor. 13:7). Y es que este amor “no
es rudo, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda
rencor” (vers. 5). Y un amor tal ganará finalmente
el corazón de Laodicea (1 Juan 4:17,18). El precio a
pagar es grande, porque implica humillación total,
pero una vez que Laodicea abra “la puerta” de su
corazón a la influencia del Espíritu Santo y sea
movida por el “poder” del Evangelio Eterno y la cruz
de Cristo (Rom. 1:16, 1 Cor.1:18) nada detendrá ya
el arrepentimiento corporativo del pueblo de Dios.
Esto se conoce como “expiación final” o
reconciliación final. Y cuando esta maravillosa
experiencia tome lugar llegará también a su fin toda
rebelión de parte del pueblo de Dios. Esto está
profetizado por el profeta Zacarías (12:10-13:1,
cf. Dan 8:14; Isa. 32:15). La “justicia
perdurable” finalmente será establecida en toda la
tierra (Isa. 33:16-18).
Para los que dudan aun de que todo
esto sea posible, les sería bueno recordar que el
período eclesiástico que representa a Laodicea es
paralelo al Gran Día de Expiación antitípico que se
está llevando a cabo en el Santuario celestial por
parte de nuestro gran Sumo Sacerdote: Jesucristo (Apoc.
14:6, cf. Heb. 10:30; 1 Ped. 4:17; Dan.
8:14).
Esto implica que la purificación del
Santuario celestial (“las mismas cosas celestiales”
Heb. 9:23 RVA) desemboca en la remoción total del
registro de pecados del pueblo de Dios de los
“libros de memoria” y esta obra a su vez es paralela
a una obra de purificación y liberación del poder y
dominio del pecado sin precedentes en las filas del
pueblo remanente (véase Lev. 16:30, cf. cap.
23:28 y Mal. 3:3,18).
Elena White, en perfecto acuerdo con
esto, dice que mientras se realiza la purificación
de “Las cosas celestiales” debe “llevarse a cabo una
obra [paralela] de purificación, de liberación del
pecado, entre el pueblo de Dios en la tierra”.2
De igual manera, en la Review and
Herald del 11 de Febrero de 1890 se nos dice:
“Cristo está purificando el Templo del cielo de los
pecados del pueblo, y debemos obrar en armonía con
El en la tierra, purificando el templo del alma de
su contaminación moral”.
Esta es la misma verdad que
encontramos en 1 Pedro 3:11,14: “Ya que todas estas
cosas han de ser desechas, que clase de personas
debéis ser vosotros en conducta santa y piadosa!...
Por tanto, oh amados, estando en espera de estas
cosas, procurad con empeño ser hallados en paz por
El, sin mancha e irreprensibles”.
Pero la purificación del Santuario
implica mucho más que la remoción de nuestros
pecados de “los libros de memoria” y la purificación
de nuestra propia vida aquí en la tierra por la obra
del Espíritu Santo, significa también un día de
“juicio”.
En el antiguo servicio del Santuario
israelita, cuando se estaba llevando a cabo el “día
de las expiaciones” el pueblo debía permanecer en
actitud de humillación y examen profundo del corazón
(Lev. 16:31). La persona que no se afligía ante el
Señor era “excluida de su pueblo” (Lev. 23:29 RVA),
era privada de los privilegios de pertenecer al
pueblo del pacto.
De igual manera, el urgente llamado
de Cristo a la iglesia de Laodicea al
arrepentimiento y a aceptar el consejo del “Testigo
fiel y verdadero” (Apoc. 3:18) debe moverla a dar
una respuesta positiva a Dios. De otra manera, puede
ser disciplinada por el amor divino (vers. 19).
Esta es la razón por la que el
nombre Laodicea significa: “juicio del pueblo”,
“vindicación del pueblo”, o “pueblo justo”. El
significado primario refleja la realidad del tiempo
escatológico bajo el cual le ha tocado vivir a los
santos que componen este período eclesiástico,
mientras que el significado último puede entenderse
en el contexto del resultado de la obra de
“vindicación” y “juicio” divino a “favor de los
santos del Altísimo” (Dan. 7:22 VRV 2000).
En realidad, “Laodicea” no es un mal
nombre, el problema está en la condición en la que
ha caído por causa de su mal entendimiento del
Evangelio Eterno. Pero cuando el pueblo sea
“vindicado” al aceptar el don del arrepentimiento
(Hech. 5:31), Dios será glorificado en ellos. Y el
“fuerte pregón” no se hará esperar más y la tan
anhelada “lluvia tardía” habrá por fin llegado. La
tierra será “alumbrada” por la “gloria” de Dios
(Apoc. 18:1). Los que respondan satisfactoriamente
al llamado, más los que crean por el testimonio de
ellos constituirán el grupo de los “144,000 santos
vivientes” que verán venir a Cristo en las nubes de
los cielos.
Más arriba mencionamos que la
promesa de Cristo a Laodicea: “al que venciere como
yo he vencido” es una promesa de victoria total y
completa sobre el poder y dominio del pecado.
Ahora debemos detenernos a
considerar ¿qué cosas venció Jesús y cómo las
venció? Solo así tendremos una idea clara de la
manera en la que los “siervos de Dios” (Apoc. 7:3)
vencerán en el tiempo de la última gran crisis a
todo lo que se les opone. Veamos lo que dicen las
Escrituras y el Espíritu de Profecía sobre la
victoria de Cristo.
Referencias
1) Robert Wieland, Sé Pues Celoso y Arrepiente,
Pueblo Mío,
p. 8
2) Elena White, Maranatha, p. 249.
Venciendo Como Cristo Venció
Cristo Venció el Mundo
“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he
vencido
al mundo” (Juan 16:33)
Estas palabras pronunció Cristo a sus discípulos
cuando la sombra de la cruz se cernía sobre El.
Una de las definiciones que el mismo Juan da de la
palabra “mundo” es esta: “los deseos de la carne,
los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida”.
Y todas estas cosas - dice él - “no provienen del
Padre sino del mundo” (1 Juan 2:16). Sobre esto
triunfó Cristo y nada le impidió que mantuviera su
mirada fija en su Padre. Las cosas terrenas no
pudieron vencerle.
Nótese como dice el Espíritu de
Profecía: “Aunque El (Cristo) tenía toda la fuerza
de la pasión humana, nunca cedió a la tentación para
cometer un solo acto que no fuera elevado y noble”.1
De igual manera los santos de Dios
vencerán “el presente mundo de maldad” (Gál 1:4) que
reside en su interior por el poder del Espíritu
morando en ellos. Así vencerán los 144,000 como
Cristo venció.
Cristo Venció a Satanás
“Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en
mí”
(Juan 14:30, cf. Heb. 2:14)
Satanás asaltó a Cristo por todo
medio posible para inducirlo a cometer un movimiento
temerario para que usara su poder divino en su
propio beneficio, es decir, quiso inducir a Cristo a
transitar por donde ha hecho caminar a todos los
hombres desde la entrada del pecado a este mundo,
por su propio camino (Isa. 53:6). Pero Cristo no
consintió a las invitaciones del diablo ni siquiera
con el pensamiento. Fue tentado hasta lo sumo, pero
no pecó (Rom. 15:3; Juan 5:38).
“Cristo fue sometido - dice el Espíritu de Profecía
- a la prueba más apremiante la cual exigió de El el
poder de todas sus facultades para resistir la
inclinación, cuando estuvo en peligro de usar su
poder (divino) para librarse de la amenaza y [así]
triunfar sobre el poder del príncipe de las
tinieblas”.2 Esta es la razón por la
que se nos ha dicho también:
“La obediencia de Cristo a su Padre fue la misma
obediencia que se exige del hombre... Jesús, el
Redentor del mundo, solo podía guardar los
Mandamientos de Dios en la misma forma en que puede
guardarlos la humanidad... por medio de la fe”.3
La única manera en que los 144,000
vivirán y vencerán en la crisis final es aferrándose
al trono celestial por medio de “la fe de Jesús” y
desde allí recibirán poder para vencer como Cristo
venció: “por medio de la fe”
Cristo Venció el “Pecado en la Carne”
“Dios envió a su Hijo en semejanza de carne de
pecado y a causa del pecado
[por lo que el pecado es e implica], condenó el
pecado en la carne”
(Rom. 8:3, cf. 1 Ped. 4:1,2)
La Versión Dios Habla Hoy vierte este pasaje de la
siguiente manera: “Dios envió a su Hijo en condición
semejante a la del hombre pecador...para de esta
manera condenar el pecado en la propia naturaleza
humana”.
Oh, bendita verdad! Cristo triunfó
sobre el poder y dominio tiranos del pecado en la
carne humana y lo condenó en la cruz.
Es una solemne realidad, Jesús
venció el pecado no solo en su dimensión externa
(actos incorrectos o pecaminosos), sino que al ser
tentado en “todas las cosas... como lo somos
nosotros” venció al pecado en su dimensión interna,
en el mismo terreno donde este es poderoso: la carne
(Juan 5:38; Heb. 5:7-9; Rom. 15:3).
A Cristo - dice el Espíritu de Profecía - “le era
difícil mantenerse al nivel de la humanidad, como lo
es para los hombres levantarse por encima del bajo
nivel de su naturaleza depravada y ser participantes
de la naturaleza divina”.4
Como Cristo hizo frente y “resistió
con éxito toda clase de tentación dio un perfecto
ejemplo al hombre”.5
Ese ejemplo nos enseña a decir:
“No puedo hacer nada por mí mismo...
“No busco mi voluntad, sino la voluntad del que
envió...
“Padre mío...no sea como yo quiero, sino como
tú quieres”
(Juan 5:38; 6:38; Mat. 26:39).
La siguiente cita revela que Cristo
luchó realmente con el dominio e impulso del pecado:
“En nuestra propia fortaleza, nos es imposible
negarnos a los clamores de nuestra naturaleza caída.
Por su medio, Satanás nos presentará tentaciones.
Cristo sabía que el enemigo se acercaría a todo ser
humano para aprovecharse de las debilidades
hereditarias y entrampar, mediante sus falsas
insinuaciones, a todos aquellos que no confíen en
Dios. Y recorriendo el terreno que el hombre debe
recorrer, el Señor ha preparado el camino para que
venzamos. No es su voluntad que seamos puestos en
desventajas en el conflicto con Satanás. No quiere
que nos intimiden ni desalienten los asaltos de la
serpiente. ‘Tened buen ánimo - dice; - yo he vencido
al mundo’ [Juan 16:33].
“El padeció todo lo que nos puede tocar sufrir. Su
victoria es nuestra”.6
Note que el Espíritu de Profecía usó
el texto de Juan 16:33 en el contexto de las
siguientes declaraciones: “Clamores de nuestra
naturaleza caída” y debilidades hereditarias”, ese
mundo interior que ha tocado a cada ser humano
nacido de mujer (Gál. 1:4). Es solo así que podemos
entender que El “padeció todo lo que nos puede tocar
sufrir”.
Ánimo alma abatida! “Su victoria es
nuestra”. Venceremos como El venció (Apoc. 3:21).
Sin embargo, debemos aclarar que la
victoria sobre el dominio y poder del pecado en
nosotros a través de la morada interior del Espíritu
Santo no es meritoria. Es sólo demostrativa. Es
decir, se demuestra en nosotros el poder del
Evangelio para salvar al que cree (Rom. 1:16) de las
garras del pecado y restablecer en nosotros la
imagen divina. La gracia es superior al pecado (Rom.
5:20).
Es sólo la victoria total y completa
de Cristo en su vida terrenal, su perfecta justicia,
la que nos califica para el cielo ahora y en el
juicio. Y esta “victoria es nuestra” por medio de la
fe.
Debemos notar también que el pasaje
de Apoc. 3:21 no alude a la victoria de los santos
desde la perspectiva de justicia imputada, sino
desde la perspectiva de justicia impartida. En
efecto, como la crisis final es única y diferente en
su dimensión a otras que el pueblo de Dios ha
enfrentado en el pasado, los 144,000 también tendrán
una oportunidad única para demostrar ante “los
principados y potestades celestiales” en una forma
plena y nunca antes vista, “la multiforme sabiduría
de Dios” y así iluminarán “toda la tierra” con la
gloria del amor de Dios (Efe. 3:10,11; 2:7; Apoc.
18:1).
Ya enfatizamos que con los 144,000
Dios logrará lo que siempre se propuso hacer con el
Israel nacional, llenar toda la tierra del
conocimiento del “Evangelio Eterno” (Apoc. 14:6,7).
En realidad son el Israel de Dios restaurado en el
tiempo de fin.
La identidad de este grupo de santos
se torna más clara cada vez, a medida que la
enfocamos en relación con el “Evangelio Eterno” en
el contexto de la crisis final. Y es precisamente en
la proclamación del mensaje de los tres ángeles
donde encontramos el cumplimiento final de su misión
en este mundo (Apoc. 14:6-12).
Referencias
1) Elena White, In Heavinly Place, p. 155.
2) -----------,Comentario Bíblico Adventista,
7-A, p. 371.
3) -----------,Ibid.
4) -----------,Ibid.
5) -----------,Ibid.
6) -----------, El Deseado de Todas la Gentes,
p. 98. El énfasis ha sido suplido.
La Paciencia de
Cristo y de los Santos
El siguiente pasaje se aplica de manera especial a
los 144,000:
“Aquí está la paciencia de los santos, los que
guardan los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc.
14:12).
Son ellos los que en realidad
encarnarán de manera plena este mensaje en medio de
la última gran crisis. Y esto se hace evidente por
el contenido de este pasaje.
Es bueno notar que la palabra que se
traduce como “paciencia” en este pasaje según la
Versión Reina Valera 1960, significa literalmente
“aguantar”. Esta es la misma palabra que se traduce
como “sufrió” en Heb. 12:2. La Versión Reina Valera
Actualizada la traduce como “perseverancia” en Apoc.
14:12. El significado y la razón de su aplicación se
entiende mejor cuando analizamos Heb. 12:2. Allí
dice el apóstol: “Puestos los ojos en Jesús el autor
y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de El, sufrió la cruz, menospreciando el
oprobio, y está sentado a la diestra del Padre”. La
Versión Reina Valera 1979 traduce “soportó”
en lugar de “sufrió”.
La razón del “aguante” de Cristo fue
“el gozo puesto delante de El”. Este “gozo” fue
suficiente como para que El se entregara por entero
por un mundo que no le merece y que perecía en el
pecado. En este contexto, el “gozo” que fue puesto
delante de El no fue otra cosa que el fruto de su
entrega como Cordero de Dios en sacrificio
expiatorio por el pecado de todos los seres humanos
(Isa. 53:11; Luc. 15:5-7; 9,10, 24,29). Una multitud
de redimidos era el “gozo”, corona y recompensa de
Cristo.
En aquella hora sombría, en el
Getsemaní, cuando “todo estaba en juego, cuando la
copa misteriosa temblaba en la mano del Doliente,
los cielos se abrieron,... y el poderoso ángel que
está ocupando el lugar del cual cayó Satanás, vino
al lado de Cristo. No vino para quitar de su mano la
copa, sino que vino para fortalecerle a fin de que
pudiese beberla, asegurado del amor de su Padre....
le aseguró que su Padre es mayor y más poderoso que
Satanás, que su muerte ocasionaría la derrota
completa de Satanás, y que el reino de este mundo
sería dado a los santos del Altísimo [Dan. 7:
22,27]. Le dijo que vería el trabajo de su alma y
quedaría satisfecho [Isa. 53:11], porque vería una
multitud de seres humanos salvados [Apoc. 7:9-14],
eternamente salvos”.1
Y “eternamente salvados” estarán los
santos de Dios cuando hallan obtenido la entrada a
la Ciudad de Dios y estén ante el trono de Dios y el
Cordero (Apoc. 7:9; 19:1). Solemne pensamiento! En
medio de la hora crítica de la gran prueba de su
vida, el “gozo” de Cristo estaba relacionado con la
cruz (Isa. 53:4-7,11).
De la misma manera, el remanente
final, los 144,000 sellados, mostrarán este aguante
ante la oposición. El elemento clave para que esto
sea una realidad en sus vidas es “la fe de Jesús”
(Apoc. 14:12). La misma fe que Cristo tuvo en su
Padre en medio de la adversidad, es la que nos
ofrece el mensaje del tercer ángel a nosotros. Y
aguantar la encarnizada oposición y persecución del
mundo rebelde bajo la dirección de el dragón, la
bestia, y el falso profeta (Apoc. 16:13) es una
evidencia palpable de esa fe.
Cuando todo el mundo dividido hasta
hoy, se unifique finalmente como un solo hombre
contra su enemigo común, la iglesia remanente de
Cristo, entonces tendrá lugar lo que la Biblia llama
“la ofensa de la cruz”, “el escándalo de la cruz” o
“tropiezo de la cruz” (Gál. 5:11). “Aquí se verá el
aguante de los santos...”
En esta hora crítica, el amor de Dios será tan
grande por ellos, como en los días de mayor
prosperidad. El estará con ellos y en ellos
haciéndolos cumplir la orden divina: “temed a Dios y
dadle gloria” (Apoc. 14:6,7; Mat. 10:19,20).
Y allí, en medio de la crisis, solos
y sin ningún apoyo humano, pero nunca olvidados ni
desamparados por Dios, el remanente demostrará el
poder del Evangelio en la carne humana sobre el
poder y el dominio del pecado, la oposición del
mundo y Satanás y sus ángeles.
El honor de Dios y la gloria que su
Nombre merece será el “gozo” y la motivación suprema
en la vida de los 144,000, nunca su propio
bienestar. La motivación que embargará su corazón
para no renunciar a “la verdad como es en Jesús”
trascenderá a todas las motivaciones egocéntricas
conocidas hasta ahora y que pueda despertar la
presentación de un evangelio adulterado: El temor al
castigo o el deseo de recompensa.
Referencias
1- Elena White, El Deseado de Todas la Gentes,
p. 643. El énfasis es nuestro.
La “Gran Multitud” y los 144,000
Al igual que el tema en cuestión, el de la “gran
multitud” ha sido motivo de grandes desacuerdos
entre los cristianos.
Sin embargo, debemos tratarlo aquí para poder llegar
a un entendimiento completo de la identidad y el
papel de los 144,000.
Según el Comentario Bíblico
Adventista los “comentadores no han estado de
acuerdo desde los comienzos del cristianismo en
cuanto a la relación de esta multitud con los
144,000”.1
Se dice que se “han sostenido tres puntos de vista”.
1)- Que los 144,000 y la “gran multitud” representan
o constituyen el mismo grupo “pero bajo diferentes
condiciones”.
2)- Los 144,000 y la “gran multitud” no son el mismo
grupo.
3)- La “gran multitud” es vista como “el grupo total
de redimidos, lo que incluye a los 144,000.”
El primer grupo pretende ver en los
vers. 9-17 del capítulo 7 “la verdadera identidad de
los 144,000”.
Los vers. 1-8 - según esta visión - describen el
sellamiento de los “siervos de Dios en sus frentes”
(vers. 3), lo que los capacita para pasar el período
de prueba final. Los vers. 9-17 los presenta ya
triunfantes ante el trono de Dios.
Este grupo sostiene que “las
aparentes diferencias entre las descripciones de la
‘gran multitud’ y los 144,000 no son diferencias
sino explicaciones”.2
Por esta razón, el hecho de que “la
gran multitud” no se podía contar mientras que los
144,000 sí, es visto como una evidencia adicional de
que el “número... es simbólico y no literal”.
Sin embargo, el hecho de que esta
cifra sea simbólica, no implica necesariamente que
la “gran multitud” y los 144,000 representen el
mismo grupo.
Con todo, hay quienes todavía se
inclinan por esta posición. Y aunque se reconoce
acertadamente que los “144,000 es un nombre antes
que un número”, se dice que la manera de comprobar
que los 144,000 y la gran multitud son el mismo
grupo de redimidos es considerando Apoc. 7:10,13 y
14. Luego se comenta: “El grupo que sale de la gran
tribulación (gran tiempo de angustia Dan. 12:1), son
‘una gran multitud, la cual nadie podía contar’, que
proviene ‘de todas las naciones, tribus, pueblos y
lenguas’ (Apoc. 7:9). Así el grupo trasladado (al
cielo) surgirá de todas partes del mundo, no solo de
las tribus de Israel mencionadas en Apoc. 7”.3
En este mismo tenor se mencionan
tres razones por las que se considera que los
144,000 y la “gran multitud” son un mismo grupo.
1)- “El contexto de Apoc. 7 está tratando solamente
de los 144,000”.
2)- Están vestidos de “ropas blancas” y con “palmas
en las manos”. Esto significa que ellos obtuvieron
la victoria sobre el pecado gracias a la “justicia
impartida” de Cristo “algo que esta última
generación de creyentes experimentará grandemente”.
3)- El hecho de que la “gran multitud” ha salido de
“la gran tribulación”, se ve como una razón
adicional para creer que ambos grupos son uno solo.4
Pero debemos observar otra vez que
el hecho de que los 144,000 son un número simbólico
no implica necesariamente que ellos y la “gran
multitud” son un mismo grupo. Bien puede ser lo
primero verdad excluyendo la idea de igualdad.
De manera similar, el hecho de que
la gran multitud esté “vestida de ropas blancas” no
debe llevarnos a nosotros a deducir
indefectiblemente que es una alusión a los 144,000.
Porque de seguro no solo ellos estarán vestidos de
ropas blancas en el Cielo. ¿No le parece? Aunque
este grupo también lo estará.
Además resulta difícil ver en todo
el capítulo 7 de Apocalipsis una alusión exclusiva
de los 144,000 (esto bien puede ser verdad de los
primeros ocho versículos, pero no de los nueve
restantes) porque ¿dónde dejamos entonces a los
demás redimidos de todas la eras?.
En el material de apoyo de la
Escuela Sabática que ya mencionamos se interpreta a
la “gran multitud” y los 144,000 como dos grupos
distintos. Y a favor de esto observa:
1)- “A diferencia de los 144.000, la gran multitud
no puede ser contada.
2)- “Los siervos sellados vienen de las 12 tribus de
Israel, mientras que la gran multitud está
constituida por redimidos de todas las naciones.
3)- “Con la visión de la gran multitud la escena se
traslada de la tierra al cielo... el terror y la
lobreguez dan paso a un gozo irrestricto al pasar de
la tierra al cielo”.5
Otros reconocen en “los 144.000 y la
gran multitud dos grupos distintos”.6
Se observa que “el texto bíblico nos presenta a la
gran multitud de salvados, una vez acontecida la
salvación y en una escena celestial”.7
Al comentar una cita de Elena White
de El Conflicto de los Siglos, p. 707 donde ella
utiliza Apoc. 7:10,12 para describir a los 144.000,
Antolín Diestre Gil comentó acertadamente:
“En la gran multitud estarían incluidos, todos
aquellos ´de todo tiempo´ de las diferentes
generaciones, de los que ´millones bajaron a la
tumba´ pero que resucitaron, y los que representan a
los 144.000 de la última generación y que estarán
vivos cuando Cristo venga, y que son trasladados sin
pasar por la muerte”.8
Referencias
1) Comentario Bíblico Adventista, tomo 7,
p. 801.
2) ----------,Ibid.
3) Norman Gulley, Ibid, p. 101.
4) Jack Sequeira, Ibid, p.p. 131,132.
5) Battistone, Ibid, p. 89.
6) Diestre Gil, Ibid,
7) ----------,Ibid.
“La Gran Multitud”
Creemos que “la gran multitud” de Apoc. 7 está
constituida por los redimidos de todos los tiempos.
El fruto del Evangelio de la gracia de Cristo. La
cosecha completa que Dios logró a través del
conflicto milenial entre Cristo y Satanás. Es en
esencia, el cumplimiento final y glorioso de la
promesa hecha a nuestro padre Abrahán: “Tu galardón
será muy grande”. “Cuenta las estrellas si las
puedes contar,... Así será tu descendencia”. “Te
multiplicaré en gran manera”. “En ti, serán benditas
todas las naciones de la tierra” (Gén. 15:1,5;
22:17,18; 26:4; Gál. 3:8).
La expresión “una multitud que nadie
podía contar” no significa necesaria-mente que es
imposible determinar el número exacto de los
salvados. Sino que es una alusión directa a la
promesa hecha a nuestro padre Abrahán: “Cuenta las
estrellas del cielo si las puedes contar,... así
será tu descendencia”.
Todas estas almas que fueron
salvadas de todas las épocas por el poder del
Evangelio y que murieron en la fe de la resurrección
junto a los redimidos vivos que verán venir a Cristo
por segunda vez en gloria y majestad constituyen la
“gran multitud...de todas la naciones tribus,
lenguas y pueblos, que están delante de trono de
Dios y el Cordero” (Apoc. 7:9).
Es en este contexto de triunfo
gozoso y de gloriosa celebración y alabanza que
podemos tener un entendimiento equilibrado de la
correcta identidad de la “gran multitud” y su
relación con los 144,000.
“La Gran Tribulación”
Si lo anterior es correcto se nos pregunta ¿por qué
se dice de la gran Multitud “han salido de la gran
tribulación”?
Se ha observado que la expresión
“han salido” puede ser entendida en el “sentido de
que han ‘escapado’ de ella”.1
Esto es posible - se sostiene - “si
ellos (’la gran multitud’) aun no hubieran
resucitado” en el momento de la gran tribulación
final. Luego se alude al hecho de la resurrección
parcial citando los pasajes de Dan. 12:2; Apoc. 1:7
y Mat. 26:64.
Pero entonces se concluye
curiosamente: “Ambos grupos (los 144,000 santos
vivientes y los santos que participan en la
resurrección parcial) estarán en pie para presenciar
la gloriosa aparición del Salvador y Redentor cuando
venga en las nubes y los dos grupos juntos
constituyen la gran multitud”.2
Si únicamente los que participan de
la resurrección parcial, los cuales son “muchos (y
no todos) de los que duermen en el polvo de la
tierra” (Dan. 12:2), y los 144,000 los que componen
la “gran multitud” allá en el Cielo, volvemos a
preguntar ¿dónde pues están los demás redimidos de
todas la épocas?.
Creemos que no es difícil determinar
el significado de “la gran tribulación” después que
hemos comprendido que este grupo de santos
glorificados que “nadie podía contar” está compuesto
por los redimidos de todos los siglos que duró el
Gran Conflicto entre el bien y el mal. Es natural
entonces, entender la expresión “gran tribulación”
como señalando mucho más que la persecución papal de
1,260 años (mencionada por las Escrituras claramente
en otros textos), y más que la angustia final
(aunque sea global y única en su dimensión) por la
que pasarán los 144,000 o cualquier otro período de
persecución por la que pasó el pueblo de Dios.
Siendo que los redimidos de todas la edades son
vistos como un todo bajo la expresión “gran
multitud” es razonable ver en la frase “gran
tribulación” una alusión a todas las persecuciones,
períodos de pruebas y tribulaciones por la que pasó
la iglesia fiel.
En realidad, “la gran tribulación”
mencionada en Apoc. 7:14 es una alusión directa y
contundente a todas las dificultades, aflicciones y
persecuciones que vivió el remanente de Dios a lo
largo de más de seis mil años de pecado (Rom.
8:35,36, cf. 2 Tim. 3:12). Al mismo tiempo
esto no niega, que esta frase pueda aplicarse de
manera especial a la tribulación final del pueblo de
Dios.3
Algo interesante es notar que el
pasaje de Apoc. 7:14 que estamos considerando,
después de mencionar “la gran tribulación” termina
diciendo que los redimidos “han lavado sus ropas, y
las han emblanquecido en la sangre del Cordero”. Y
nosotros preguntamos, ¿es que sólo los 144,000
entrarán en el cielo por haber lavado sus ropas con
la sangre de Cristo o este es un privilegio y deber
de todo los salvados? Note como el Apocalipsis
menciona esto de una manera más general y abarcante
(2 :14, cf. 1 Juan 1:9; 1 Ped. 1:18,19).
En la escena celestial, también hay
gozo y celebración no sólo porque los 144,000
triunfaron sobre la bestia y su imagen, también hay
gozo inefable por todos los salvados porque ya no
pasarán por situaciones calamitosas y penosas
pruebas (Apoc. 7:16,17, cf. 21:4; 22:3).
Referencias
1) Loron Wade, Ibid, p. 116.
2) ----------,Ibid, p. 117.
3) Elena White, El Conflicto de los Siglos,
p. 707.
“Estos... ¿Quiénes son y de Dónde han Venido?
Esta pregunta no merece ser pasada por alto.
Necesitamos considerarla ahora. Hay quienes ven en
esta pregunta un indicio de que el ser celestial
estaba refiriéndose o llamando la atención del
profeta a un grupo específico dentro de la gran
multitud. En este caso a los 144,000. ¿Por qué?
Porque la respuesta de Juan es: “Señor, tu lo sabes”
(vers. 14) como si él no lo supiera. Según se
observa en el vers. 9 Juan describe que la gran
multitud proviene de todas partes del planeta
identificándola de esta manera. Y sin embargo aquí
no parece reconocer a los santos por quienes se le
pregunta.
Sin embargo la pregunta es: “Estos
que están vestidos de ropas blancas, ¿quienes son y
de dónde han venido?” (vers. 13).
¿Quienes son los que están vestidos
de “ropas blancas” en el vers. 9? ¿No es la gran
multitud? Entonces, ¿por qué Juan no puede dar una
respuesta correcta ahora?
El hecho es, que el objetivo de la
pregunta en cuestión no es la identidad de los
vestidos de “ropas blancas” ni tampoco si Juan podía
dar o no una respuesta a la pregunta. Creemos que
aquí hay un mensaje especial: Una expresión de la
alegría de los seres angelicales por la llegada al
fin de los redimidos, los amados del Señor a su
patria, al hogar que fue preparado para ellos (Juan
14:1-3).
La pregunta entonces toma un matiz
similar a las realizadas por los ángeles en ocasión
de la entrada de Cristo al Cielo y que se nos han
revelado en el Salmo 24. Veamos:
“Alzad, oh puertas, vuestra cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.
¿Quién es este Rey de gloria?
Jehovah el fuerte y valiente,
Jehovah el poderoso en batalla.
Alzad, oh puertas, vuestra cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.
¿Quién es este Rey de gloria?
Jehovah el Rey de los ejércitos
El es el Rey de gloria” (Vers. 7-10).
¿Cree usted que estas interrogantes
fueron hechas porque los ángeles no sabían quien era
el que iba entrando al Cielo como Rey victorioso?
No! Es que el gozo irrestricto que había en el
corazón de los seres celestiales les movió a
realizar este hermoso canto. Y las preguntas, lejos
de estar fuera de lugar vinieron a hermosear la
magnifica ocasión de entronización de Cristo como
Rey victorioso después de su triunfo sobre el poder
de las tinieblas (Col. 2:15).
Así mismo, la pregunta de uno de los
seres vivientes hecha a Juan no viene en busca de
una información de la cual se carece, sino más bien
para escuchar la maravillosa respuesta que él mismo
da:
“Estos son los que han salido de la gran
tribulación, y han lavado sus ropas en la sangre del
Cordero. Por esto están delante del trono de Dios y
le sirven día y noche en su Templo; y el que está
sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo
sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol
no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el
Cordero que está en medio del trono los pastoreará,
y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios
enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (vers.
14-17).
Esta era la respuesta que buscaba la
pregunta del ser viviente.
Segunda Parte
Las Cualidades Espirituales de los
144,000 “Siervos de Dios”
En el capítulo 14 de Apocalipsis se mencionan nueva
vez a los 144,000. En esta ocasión Juan no los “oye”
siendo sellados en el campo de batalla para ser
protegidos de la cruel oposición del Diablo y sus
agentes humanos y espirituales. Esta vez los “mira”
de pie “sobre el monte Sión”, teniendo “en sus
frentes” el “Nombre del Padre y del Cordero” (vers.
1). Han triunfado y gozan ya de la dicha inmortal de
seguir “al Cordero por dondequiera que va”. Aquí se
revelan ahora cualidades especiales de este grupo de
redimidos. Y estas cualidades que se mencionan nos
permiten tener una idea más detallada de que ellos
desarrollaron un carácter semejante al del Padre y
al de Cristo. Alcanzaron lo que tanto se ha negado
que sea posible: perfección de carácter.
Esta imagen de los 144,000 que
señala el apóstol Juan es tomada del siguiente
pasaje del profeta Joel:
“En el monte Sión y en Jerusalén estarán los
libertados, como ha dicho Jehovah; y entre los
sobrevivientes estarán aquellos que Jehovah ha
llamado” (Joel 2:32 RVA).
Veamos ahora las cualidades
espirituales de este grupo selecto de santos,
protagonistas de la última crisis.
El Nombre del Padre y del Cordero
en la Frente
Esta declaración nos permite tener una idea acabada
de lo que realmente implica y constituye el “sello
del Dios vivo” que es puesto en las “frentes de los
siervos de Dios”, precisamente antes del cierre del
tiempo de gracia, un “tiempo de angustia, cual nunca
fue desde que hubo gente hasta entonces” (Dan. 12:
1; Apoc. 7:1-3).
Nótese que el “sello” es puesto en
“las frentes de los siervos de Dios” y luego se ve
que lo que realmente es estampado sobre ellos es “el
Nombre del Padre y el Nombre del Cordero”, es decir,
el carácter de ambos, que es un mismo carácter
puesto que el Hijo refleja la realidad de lo que el
Padre es (Juan 14:7-11; 1:18). Bien se reconoce que
el “nombre” de alguien representa su identidad o
carácter. Esto también es cierto de Dios (Ex.
34:5,6).
El sello de Dios que es puesto sobre
los 144,000 tiene el significado de “pertenencia”,
pues “el fundamento de Dios está firme, teniendo
este sello: Conoce el Señor a los que son suyos ...”
(2 Tim. 2:19). Implica santidad y perfección de
carácter también, pues el pasaje termina así:
“apártese de iniquidad todo el que invoca el Nombre
de Cristo”.
Ser sellado implica que el carácter
santo de Cristo se ha labrado y fijado en nosotros.
Implica también que si esto se ha hecho realidad en
la experiencia del remanente, el dominio y poder del
pecado ha llegado a su fin en la vida de ellos,
aunque aun posean naturaleza pecaminosa con todas
sus tendencias al pecado. Sin embargo, no ceden al
mismo en lo mas mínimo. Han vencido como Cristo
venció (Apoc. 3:21). ¿Lo dudas? Mira lo que nos dice
el Espíritu de Profecía:
En Cristo no había “nada que respondiera a los
sofismas de Satanás. El no consintió en pecar. Ni
siquiera por un pensamiento cedió a la tentación.
Así también podemos hacer nosotros. La humanidad de
Cristo estaba unida con la divinidad . [Así] fue
hecho idóneo para el conflicto mediante la
permanencia del Espíritu Santo en El. Y El vino a
hacernos participantes de la naturaleza divina.
Mientras estemos unidos con El por la fe, el pecado
no tendrá dominio sobre nosotros. Dios extiende su
mano para alcanzar la mano de nuestra fe y dirigirla
a asirse de la divinidad de Cristo, a fin de que
nuestro carácter pueda alcanzar la perfección.
Cuando seamos asaltados por las tentaciones, no
miremos las circunstancias o nuestra debilidad, sino
el poder de la Palabra. Toda su fuerza es nuestra...
“Cuando aprendamos a conocer el poder” de la Palabra
de Dios “no seguiremos las sugestiones de Satanás
para obtener alimentos o salvarnos la vida. Lo único
que preguntaremos será: ¿Cuál es la orden de Dios, y
cual es su promesa? Conociéndolas, obedeceremos la
primera y confiaremos en la segunda”.1
Aunque la victoria sobre el pecado
no da mérito para ganar el Cielo, sí es el resultado
inevitable de la experiencia de la Justificación por
la Fe.
Un cambio radical debe producirse en
el remanente final, porque se nos ha dicho con
bastante claridad que “el sello de Dios nunca será
puesto en la frente de un hombre o una mujer que
sean impuros. Nunca será puesto sobre la frente de
seres humanos ambiciosos y amadores del mundo. Nunca
será puesto sobre la frente de hombres y mujeres de
corazón falso o engañoso. Todos los que reciban el
sello deberán estar sin mancha delante de Dios y ser
candidatos para el cielo”.2
El sello de Dios no es para poner en
nosotros un carácter como el de Cristo, NO! será
para fijar en nosotros ese santo carácter que por la
fe se ha labrado día tras día, gracias a la obra del
Espíritu Santo y de la intensa lucha contra la carne
y sus deseos (1 Juan. 2:16); días de renunciamiento
propio, de mucha oración y entrega a Cristo. Pero
“todos los esfuerzos de Satanás por oprimirle y
vencerle no lograron sino resaltar con luz más pura
su carácter inmaculado”.3
Es por esto que se nos dice: “El
sello de Dios será colocado sobre los que sean
semejantes a Cristo en carácter”. “Los que venzan al
mundo, la carne y al diablo (como Cristo lo hizo),
serán los favorecidos con el sello de Dios”.4
El sello de Dios se define también
como “un afianzamiento en la verdad tanto
intelectual como espiritualmente, de modo que” hace
“inconmovibles” a los santos.5
Lo primero se logra por un estudio
continuo y profundo de la Palabra de Dios, que nos
permita establecernos en “la verdad presente” para
este tiempo y conocerla plenamente. Es natural
pensar que si por la verdad de Dios el remanente
será confrontado con todo tipo de falsas doctrinas,
prohibiciones y hasta con la muerte, debe haber un
conocimiento claro y profundo de las demandas de
Dios, porque ¿de qué otra manera se podrá resistir
tal oposición por parte de los poderes de la
tierra?. Recuerde, nos enfrentaremos a un conflicto
de proporciones mundiales cuando las religiones
divididas hasta ahora, se unan por una causa común y
en contra de un enemigo común. Y cuando el poder
civil esté a disposición del poder religioso
apóstata del tiempo del fin y todos a una digan: “El
camino a seguir es este”, ¿quién osará ir en
contra?.
El afianzamiento “espiritual” en la
verdad se logra aprendiendo lecciones de fe y
renunciamiento propio. La obediencia a la verdad
purifica. Esto nos hace crecer en la gracia y
desarrollar la madurez necesaria en el tiempo
actual. Este es el resultado inevitable del estudio
sincero de la Palabra de Dios y la evidencia de su
poder transformador en la vida de los hombres.
Referencias
1) Elena White, El Deseado de Todas las Gentes,
pp. 98, 99, 97.
2) ----------, Eventos de los Últimos Días,
p. 225. Comentando sobre los vers. 1-4 Elena de
White también dijo: “Si queremos tener la imagen de
Dios y la inscripción (sello) de Dios en nosotros,
debemos apartarnos de toda iniquidad. Debemos
abandonar cada mala práctica, y entonces colocar
nuestro caso en las manos de Cristo (Review and
Herald, 19-3-1889). En otro lugar sostiene: “Los
que tienen en sus frentes el sello del Dios
infinito, consideran el mundo y sus atractivos como
subordinados a los intereses eternos” (Ibid.,
13-7-1897).
3) ----------, El Conflicto de los Siglos, p.
707.
4) ----------, Evento de los Últimos Días, p.
225.
5) ----------, Ibid,. p. 223.
“Elegidos y Fieles”
La Palabra de Dios señala que un grupo de hombres,
mujeres y niños consagrados a El sin reservas
estarán listos para vindicar su honor: “los que
están con El son llamados elegidos y fieles” (Apoc.
17:14). A estos se refirió Cristo como “sus
escogidos” que están esparcidos en toda la tierra
(Mat. 24:31).
Las expresiones “elegidos y fieles”
o “escogidos” nos recuerdan la historia de Gedeón y
sus soldados. Usted recordará que originalmente
cuando se prepararon para la guerra eran muchos
miles de hombres los que iban a luchar. Sin embargo,
el Señor dijo que para que el pueblo de Israel no
dijera: “mi mano me ha salvado” robándole así la
gloria del triunfo, apartó 22,000 hombres (Jue.
7:2,3). Los que fueron rechazados fueron los que
“temían y temblaban” (vers. 3). Pero había otro
problema: “Aun el pueblo es mucho” - dijo el Señor -
(vers. 4). Entonces, Jehovah dijo algo magnifico a
Gedeón: “De quien Yo diga: ‘Vaya éste conmigo, irá
contigo’. Y de quien te diga: ‘Éste no irá contigo’,
ése no irá” (vers. 4). Entonces Gedeón y sus
soldados se dispusieron a avanzar y cruzaron el
arroyo para ir al campamento del enemigo. Dios los
estaba observando con profundo discernimiento para
ver quienes estaban aptos para la guerra. Los que
adoptaron una actitud descuidada bebiendo agua al
cruzar el arroyo hasta saciarse, aparentemente
“temerosos de la inminente batalla y con escasas
esperanzas de obtener la victoria”1
fueron desechados por parte de Dios (vers. 5). Pero
los que bebieron agua “llevándola con la mano a la
boca” en una actitud que le permitía estar atentos a
cualquier peligro, fueron escogidos por el Señor:
300 en total. En esta ocasión 9,700 hombres más
fueron rechazados por el Señor, por no estar listos
para ir a la guerra. Eran del pueblo de Israel, pero
no eran genuinos seguidores del Dios de Israel. En
tales hombres Dios no podía ser honrado ni
glorificado.
“El zarandeo había servido para eliminar a los que
se habían manchado con la idolatría, y para apartar
a los hombres de valor y fe, cuya confianza en Dios
no había sido viciada por el culto y las practicas
de la idolatría. Tenían la fe necesaria para creer
que si Dios estaba con ellos, podrían tener éxito
aunque fueran pocos [1 Sam. 14:6] ”.2
El resultado fue que el campamento
enemigo entró en terror porque Dios los turbó y “la
espada de cada uno fue contra su compañero en todo
el campamento” (vers. 22). El Espíritu de Profecía
dice al respecto: “En esta derrota decisiva, no
menos de ciento veinte mil hombres de los invasores
perecieron. Fue quebrantado el dominio de los
madianitas, de modo que nunca más pudieron guerrear
contra Israel”.3
Estos hombres, aunque eran pocos,
fueron “elegidos”, “escogidos” por Dios porque eran
“fieles”. Eran pocos, pero en Dios eran mayoría.
De igual manera, los 144,000 son los
“elegidos”, los “escogidos” de Dios en la última
gran crisis, porque son “fieles” y son sellados y
señalados por Dios en la frente. Son el censo final
de Dios, los que irán a la guerra, por así decirlo,
y vindicarán su honor y santa Ley ante un mundo
rebelde.
En este punto debemos pensar
seriamente. Si vamos a ser “elegidos” por Dios para
una obra especial nos conviene meditar en estas
preguntas: ¿A qué le estamos dedicando más tiempo?
¿a los deportes? ¿a los entretenimientos? ¿a los
amigos que no aprovechan en lo espiritual, no
importa que sean de la iglesia? ¿Podemos contestar
satisfactoriamente estas otras preguntas? y más aún,
¿podemos responder a estas?: “¿Quién posee nuestro
corazón? ¿Con quién están nuestros pensamientos? ¿De
quién nos gusta hablar? ¿Para quién son nuestros más
ardientes afectos y nuestras mejores energías? Si
somos de Cristo, nuestros pensamientos están con El
y le dedicamos nuestras más gratas reflexiones. Le
hemos consagrado todo lo que tenemos y somos.
Anhelamos ser semejantes a El, tener su Espíritu,
hacer su voluntad y agradarle en todo”.4
También se nos dice algo que debemos tomar muy en
cuenta: “El tiempo del sellamiento es muy corto y
terminará pronto. Ahora, mientras los cuatro ángeles
están reteniendo los cuatro vientos, es el momento
en que debemos asegurar nuestra vocación y
elección...”.5
El tiempo que vivimos es solemne y
peligroso, de hecho, es muy corto también para
perderlo en cosas que no tienen ninguna relación con
lo espiritual y con lo que no concierne con nuestra
salvación. Nótese el tipo de cooperación que el
cielo espera de nuestra parte: “Mientras obramos
nuestra salvación con temor y temblor [Fil. 2:12],
Dios obrará en nosotros el querer como el hacer por
su buena voluntad”.6
Aquí no se habla de salvación por
obras, pues se nos ha dicho claramente que “no
ganamos la salvación con nuestra obediencia; porque
la salvación es el don gratuito de Dios, que se
recibe por la fe”.7 Aquí se habla de
la cooperación del cristiano con la obra de Dios por
medio de la fe y su identificación con El al
mantenerse rendido a su divina voluntad y Espíritu.
Lea por favor el contexto en el que el apóstol Pablo
introduce este comentario (vers. 2-11).
No podemos ser transformados a la
imagen de Dios y ser “marcados en la frente” con el
sello de su carácter santo mientras vivamos una vida
de intereses divididos. Debemos aprender de una vez
y por todas la lección: “El que no es conmigo,
contra mi es. Y el que conmigo no recoge, está
desparramando”. Está “desparramando” el tiempo, su
vida y la de otros, y lo peor de todo, su futuro
eterno. “Bienaventurados los que lavan sus
vestiduras [en la sangre del Cordero] para que su
potencia sea en el árbol de la vida y entren por la
puerta a la Ciudad de Dios” (Apoc. 22:14, cf.
1 Juan 1:7,9).
Nótese que “lavar sus vestiduras y
emblanquecerlas” fue precisamente lo que hicieron
los 144,000 redimidos de “entre la tierra” y todos
los demás salvados (Apoc. 7:14, cf. 19:7-9).
“Por esto están delante del trono de Dios y le
rinden culto de noche y de día en su Santuario...
[y] el Cordero los pastoreará y los guiará a fuentes
de aguas vivas” (vers. 15,17).
Referencias
1) Comentario Bíblico Adventista, tomo 4, p.
347.
2) Ibid.
3) Elen White, El Camino a Cristo, p. 58
4) ----------, Maranatha, p. 240.
5) ----------, El Conflicto de los Siglos, p.
707.
6) ----------, Comentario Bíblico Adventista,
tomo 7, p. 978.
7) ----------, El Camino a Cristo, p. 61.
“Cantan un Cántico Nuevo”
A este canto se le llama el “canto de Moisés siervo
de Dios y el canto del Cordero” (Apoc. 15:3). ¿Qué
significa esto? La última parte del vers. 3 y el 4
revelan que es una alabanza a Dios por su “justicia”
(“Justos y verdaderos son tus caminos...”) y por su
“santidad” (“por que sólo Tú eres santo”). El canto
resalta la manera justa en la que el Señor obró al
libertarlos del yugo de opresión y persecución al
que fueron sometidos por los poderes terrenales:
“Todas la naciones te adorarán porque tus actos de
justicia han quedado manifestado”. Esto revela que
“el canto de Moisés y el canto del Cordero” es el
“canto” de su experiencia, pues fueron testigos
presenciales y protagonistas en el acto de redención
y liberación final de Dios, como lo fue el antiguo
pueblo de Israel al ser sacado de la esclavitud
egipcia (Ex. 15:1-19, ver con detenimiento los vers.
7,11,13,17,18).
De hecho, la mención del “canto de
Moisés” es una alusión a esa gran liberación
histórica del pueblo hebreo, acto en que el poder
de Dios se manifestó poderosamente a través de
grandes milagros hechos a su favor.
De este cántico se dice: “ninguno
podía aprenderlo sino los 144,000 que fueron
redimidos de entre la tierra” (Apoc. 14:3). Aunque
habrá alabanzas en el cielo y todos los redimidos
cantarán al “Señor Dios Todopoderoso”, este canto
que “glorifica” a Dios por su liberación final sólo
podrá ser entonado por los 144,000. Ninguno de los
redimidos de otro tiempo alcanzaron la “victoria
sobre la bestia, su imagen, su marca y el número de
su nombre” (Apoc. 15:2). Esto evidencia más el hecho
de que este “canto” es una alusión a su experiencia
vivida en medio de la gran crisis final.
El Espíritu de Profecía dice que
este cántico de alabanza es “un canto de
liberación.... es el cántico de su experiencia - una
experiencia que ninguna otra compañía ha conocido
jamás”.1
Esta “experiencia” implica mucho más
que ser liberado de la tribulación final. Nótese que
no sólo dice el “cántico de Moisés”, sino, que añade
“...siervo de Dios”. ¿Qué significa esto? Lo veremos
a continuación.
Referencias
1) Elena de White, El Conflicto de los Siglos,
p. 707. El Comentario Bíblico vierte esta idea de la
siguiente manera: “La experiencia es de una
naturaleza tan personal que sólo quienes la tienen
pueden apreciar su significado. Para ellos, el
cántico es un resumen global y atesorado de las
experiencias por la cuales pasaron en las etapas
finales del conflicto entre el bien y el mal” (tomo
7, p. 826).
Lecciones de la Vida de Moisés
En la vida y el carácter de Moisés hay ciertos
detalles que debemos considerar ahora.
Aunque Moisés se consideraba a sí
mismo sin capacidad para ser el “portavoz de Dios”
cuando le fue dada la tarea, “la emprendió de todo
corazón, poniendo toda su confianza en Dios...[y]
Dios bendijo su pronta obediencia, y llegó a ser
elocuente, confiado, sereno y apto para la mayor
obra jamás encomendada a hombre alguno. Este es un
ejemplo de lo que hace Dios para fortalecer el
carácter de los que confían en El y sin reserva
alguna cumplen sus mandatos”.1
Nótese que Moisés fue habilitado por
Dios para su gran obra y fue hecho “confiado, sereno
y apto”. En este aspecto de su vida, Moisés es un
tipo de los 144,000. Ellos también serán habilitados
por Dios para hacer frente a la crisis más grande
que se halla vivido en la tierra desde que hubo
gente (Dan. 12:1).
De Moisés se dice después de pasar
por las vicisitudes del desierto que era “muy manso,
más que todos los hombres sobre la tierra” (Núm.
12:3). Allí, en el desierto, “fueron barridos todo
su orgullo y su confianza propia. En la austera
sencillez de su vida del desierto desaparecieron los
resultados de la comodidad y el lujo de Egipto.
Moisés llegó a ser paciente, reverente y humilde...”2
También en esto es Moisés un tipo de los 144,000.
Terrible lección para nosotros. Confieso que cuando
llegué a esta conclusión al investigar cuanto
abarcaba la expresión “el cántico de Moisés siervo
de Dios”, temblé de pavor ante la santidad infinita
de Dios y ante la percepción de mi debilidad.
Una vida sencilla debe tomar el
lugar de una vida de comodidades egoístas. La
lección de renunciamiento propio ha de ser realidad
en nosotros si hemos de heredar el cielo. En la
crisis es cuando se prueba y revela el carácter. No
debemos postergar por más tiempo nuestra
preparación, o todo estará perdido.
En el tiempo de angustia la
“aflicción del pueblo de Dios es grande, las llamas
del horno parecen estar a punto de consumirlos; pero
el Refinador los sacará como oro purificado por el
fuego. El amor de Dios para con sus hijos durante el
período de su prueba más dura es tan grande y tan
tierno como en los días de mayor prosperidad; pero
necesitan pasar por el horno de fuego; debe
consumirse su mundanalidad, para que la imagen de
Cristo se reproduzca en ellos”.3
Para este tiempo todos los que hayan
ejercitado “poca fe” estarán en mayor peligro de
“caer bajo el dominio de los engaños satánicos y del
decreto de muerte que violentará sus conciencias. Y
aun en caso de soportar la prueba, en el tiempo de
angustia se verán sumidos en mayor aflicción porque
no se habrán acostumbrado a confiar en Dios. Las
lecciones de fe que hayan descuidado, tendrán que
aprenderlas bajo el peso del desaliento”.4
La “paciencia” y “mansedumbre” que
se desarrolló en Moisés a través de las vicisitudes
del desierto y de la comunión con Dios será un
elemento que también se desarrollará en el pueblo
remanente. La prueba final encontrará en ellos un
carácter aprobado y apto para el cielo. El Refinador
se “sentará para afinar y limpiar la plata; porque
limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro
y como a plata,... y serán mi especial tesoro, ha
dicho Jehovah de los ejércitos, en el día en que Yo
actúe...” (Mal. 3:3). Esta obra de purificación una
vez llevada a feliz término, dará como resultado un
pueblo “limpio de todos sus pecados”, reconciliado
“delante de Jehová” (Lev. 16:30; 23:28). Entonces,
será allí cuando finalmente se verá la “diferencia
entre el justo y el malo; entre el que sirve a Dios
y el que no le sirve” (Mal. 3:18).
Sólo así, se podrá decir que son
candidatos para entonar en el cielo “el cántico de
Moisés siervo de Dios”. Nótese que de los 144,000
cuando van a ser sellados se dice que son “los
siervos de Dios”. Como desarrollaron un carácter
puro, muriendo y renunciando al mundo, su modas y
sus comodidades egoístas, pueden ser sellados en
“sus frentes” con el “sello del Dios vivo”, su
“carácter inmaculado”.
Ahora bien, no creamos que solamente
enfrentaremos severos conflictos en el futuro. El
Espíritu de Profecía dice que las diferentes
“circunstancias” por las que pasamos han servido
para poner “en nuestro “conocimiento” nuevos
defectos de “carácter pero nada se ha revelado que
no estuviera” en nosotros.5 Dice
además que “cada uno [de nosotros] posee rasgos de
carácter todavía ignorados y que deben ser puestos
en evidencia por la prueba”. “El les revela en su
misericordia sus defectos ocultos... Dios quiere que
sus siervos se familiaricen con el mecanismo moral
de su propio corazón”.6
Es interesante notar lo que dice la
siguiente cita: “...en la terminación del gran día
de expiación... la iglesia militante será puesta en
grave prueba y angustia... [y] sus miembros serán
completamente conscientes del carácter pecaminoso de
sus vidas, verán su debilidad e indignidad...”7
Referencias
1) Elena White, Patriarcas y Profetas, p.
260.
2) --------, Ibid., p. 255.
3) ---------, El Conflicto de los Siglos, p.
679.
4) ---------, Ibid..
5) ---------, Review and Herald, 6-8-1889.
6) ---------, Joyas de los Testimonios, tomo
III,
p. 191; tomo I, p. 457.
7) ---------, Joyas de los Testimonios, tomo
II,
pp. 175,176.
Lecciones de la Vida de Cristo
De este “cántico” se dice también que es “el canto
del Cordero”. Veamos el significado que también
tiene esto para nosotros .
De la misma manera que de la
experiencia y desarrollo del carácter de Moisés
aprendimos algunas cosas importantes, debemos
considerar también la experiencia de Cristo. En su
vida y ministerio terrenal hay muchas cosas que
todos debemos aprender y considerar detenidamente.
Cristo es designado “Siervo de Dios”
y es sellado para desarrollar su ministerio
(Isa. 42:1, cf. Luc. 4:17-19; Juan 6:27). De igual
manera, este es uno de los títulos que se les da a
los 144,000 (Apoc. 7:3). Como “siervos de Dios”
ejecutarán la obra que Dios les asigna al punto de
sacrificar aun sus propias vidas. Sin embargo, en
cuanto al sellamiento de Cristo, es bueno aclarar
que en El no fue puesto un “carácter perfecto”, sino
que fue fijado en el carácter justo que ya tenía, y
fue “confirmado” por Dios con su “sello de
aprobación” (Juan 6:27 NRV 2000). Así mismo, los
santos sólo recibirán el sello de Dios en “sus
frentes” después de haber vencido todo defecto de
carácter y reflejen “plenamente la imagen de Jesús”.
Tenemos aquí solo una similitud, no una situación de
igualdad, ya que Cristo no poseía ningún defecto de
carácter que debiera vencer (Heb. 4:15). Su
perfección de carácter está más allá de toda duda.
Cristo fue habilitado para vencer en
el conflicto a través de la morada interior del
Espíritu Santo
(Luc. 4:18). De la misma forma, en los 144,000, el
poder del Espíritu Santo otorgado en ocasión de su
entrega a Dios y el bautismo como “garantía” de la
“herencia prometida” (Efe. 1:13,14; 4:30) y recibido
en toda su plenitud en ocasión del derramamiento sin
parangón de la lluvia tardía (Apoc. 18:1), les hará
“más que vencedores” en medio del conflicto final en
contra de la bestia, el dragón y el falso profeta (Apoc.
12:11; Rom. 8:34-36).
Jesús fue perfeccionado a “causa del
padecimiento” y “aprendió la obediencia” (Heb.
5:7-9). El desarrolló un carácter puro por la fe y
tuvo que luchar duramente contra el poder y el
dominio del “pecado en la carne” (Rom. 8:3; 1 Ped.
4:1) pero triunfó gloriosamente gracias al poder del
Espíritu Santo. Tan fuerte fue su lucha que tuvo que
“elevar ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas
al que lo podía librar de la muerte, [y] fue oído a
causa de su temor reverente” (Heb. 5:7). Con esto,
Jesús nos da un ejemplo de perfecta obediencia, de
sumisión a Dios y completa victoria sobre el pecado.
De los creyentes que batallan contra
el poder del pecado siendo fortalecidos por el
Espíritu de Dios, dice la Palabra: “aun no habéis
resistido hasta derramar gotas de sangre,
combatiendo contra el pecado” (Heb. 12:4). Todo esto
tendrá un cumplimiento mas amplio en la ultima
generación de cristianos (Apoc. 14:12). Recuerde el
comentario que hicimos más arriba sobre la palabra
“paciencia” como significando literalmente
“aguante”. El mismo “aguante” que llevó a Cristo a
resistir hasta la cruz (Heb. 12:2), será manifestado
por los santos de Dios en medio de la última crisis.
En los días de Cristo, los partidos
religiosos opuestos se unieron contra su enemigo
común: El Hijo de Dios.
Esta misma situación volvió a repetirse bajo la
predicación apostólica. El libro del Apocalipsis
predice una situación idéntica para estos últimos
días (13:11-18). La “imagen de la bestia” de Apoc.
13:15 (que es el mismo “falso profeta” de Apoc.
16:13) representa un cuerpo religioso con tendencias
e ideologías diferentes a los representados por la
primera bestia (vers. 1-10). Sin embargo, se unen
con un objetivo y contra un enemigo común: el pueblo
de Dios, que “guarda los Mandamientos de Dios y
tienen la fe de Jesús” (Apoc. 12:17; 14:12). De la
misma forma que sucedió en los días de Cristo, que
el diablo estaba detrás de todo lo que sucedía (Juan
8:44), estará detrás de las marañas que se
ingeniarán contra el remanente, los 144,000 (Apoc.
13:2; 16: 13;12:17).
Con relación a la “imagen de la
bestia” se nos dice que será “formada antes que
termine el tiempo de gracia, porque constituirá la
gran prueba para el pueblo de Dios, por medio del
cual se decidirá su destino eterno... Esta es la
gran prueba por la que deben pasar los hijos de Dios
antes de ser sellados”.1
La actual campaña de “Católicos y
Evangélicos Unidos”, las negociaciones entre
Católicos y Luteranos, el avance vertiginoso del
Ecumenismo ya han puesto la base para este temerario
acontecimiento.
La conclusión de los “maestros
religiosos judíos” fue: “conviene que un hombre
muera por el pueblo, y no que toda la nación
perezca” (Juan 11:50). Esta declaración pasó a ser
una profecía involuntaria (vers. 51,52), porque en
realidad tenía la intención de eliminar a Cristo
para librar a la nación judía de lo que ellos
consideraban la “ruina nacional”.
El poder político y el
religioso operaron mano a mano
(Mat. 23:1-12; Juan 19:1-16). Esto es claro en los
evangelios. Es lo mismo que sucederá en el tiempo
del fin según la visión apocalíptica del apóstol
Juan (Apoc. 17; 13:14-17). Y esto se hará únicamente
en violación abierta a la orden de Cristo de
mantener el poder político y religioso divididos,
cada uno en su jurisdicción (Mar. 12:17, cf.
Apoc. 17: 13,14).
Cada vez que el poder religioso
llegó a dominar el poder civil lo usó para castigar
a los disidentes o herejes. El testimonio de la
historia nos revela que cuando el papado tuvo la
oportunidad de tener a su favor el dominio del poder
político, el resultado fue una larga lista de
persecuciones en contra de los llamados “herejes”.
De manera similar, cuando el protestantismo se
fortaleció en Europa utilizó el mismo poder para
perseguir a los católicos. Nuestra única
salvaguardia en contra de este mal - que no ha
desaparecido ni desaparecerá - es ser constantes en
la lucha por que se fortalezcan y respeten los
principios de libertad religiosa que nos libran del
azaroso mal de la intolerancia religiosa.
Entiéndase que si Roma no actúa en
la actualidad con el mismo despotismo que lo hizo en
épocas pasadas, no se debe a que ha cambiado, se
debe más bien a una falta de poder con el que no
cuenta. Pero désele a Roma todo el poder necesario y
veremos como se repite la triste historia de la
edad media.
Los principios fundamentales sobre
los cuales se fundó la nación Norteamericana fueron
puestos sobre estas palabras: “Nosotros sostenemos
estas verdades, que son evidentes por sí solas, que
todos los hombres fueron creados iguales, que fueron
dotados por su Creador de ciertos derechos
inalienables, entre los cuales están la vida, la
libertad, y la búsqueda de la felicidad”.2
Sólo en desmedro de estos grandes
principios de libertad civil y religiosa puede
desatarse sobre este mundo la última gran crisis.
Los intentos que durante mucho
tiempo han venido haciendo diferentes sectores
seculares y religiosos por hacer una fusión del
poder político y el religioso, el llamado del Papa
Juan Pablo II en su Encíclica Dies Domini a
los gobernantes de las naciones para que legislen a
favor del domingo como día de reposo establecido por
ley, la actitud cada vez más amenazante de Estados
Unidos en contra de los derechos humanos, más las
avanzadas negociaciones y diálogos
interdenominacionales a favor del ecumenismo, nos
anuncian que todo está listo para que se desenlace
el último drama de la historia de este mundo. Y por
más que se extienda todo esto, el tiempo que estamos
viviendo es un tiempo “prestado”. Pero la venida de
Cristo para libertar a su pueblo está próxima y
aunque “tardare, espéralo, porque sin duda vendrá,
no tardará. Más el justo, por su fe vivirá” (Hab.
2:3,4). El libro de Hebreos cita este pasaje con
algunas variantes que son interesantes, dice:
“Porque aun un poquito, y el que ha de venir vendrá
y no tardará. Mas el justo por la fe vivirá; y si
retrocediere no agradará a mi alma” (10:37-38).
El mundo y los no consagrados del
pueblo de Israel eligieron a Barrabás en lugar del
Mesías
(Luc. 23:13-25). El mundo nunca cambia ni se
convierte de sus malos caminos a menos que ceda su
corazón a Dios; tampoco los profesos seguidores de
Cristo que resisten constantemente al Espíritu Santo
de Dios cuando viene con sus convicciones más
profundas (cf. Hech. 7:51). El mundo siempre
elegirá a Barrabás en lugar de Cristo. En el último
gran conflicto, cuando los gobiernos de la tierra
“embriagados” con el “vino del furor de la
fornicación de Babilonia” (Apoc. 17:1,2), sean
persuadidos por sus engaños y vean al Pueblo de Dios
como los dirigentes judíos vieron a Cristo e
hicieron que el pueblo también lo viera de esa
manera, todos a una gritarán de nuevo: “suéltanos a
Barrabas, a Barrabas”. Entonces, la ultima escena de
la triste historia de este mundo malvado y perdido
tendrá lugar. Habrá llegado su fin. Y Dios tendrá
que intervenir como “Rey de reyes y Señor de
señores” (Apoc. 19:16). Como El es “Fiel y
verdadero”, con justicia “juzga y pelea” por su
pueblo (Apoc. 19:11).
La angustia de Cristo desde el
Getsemaní hasta el Calvario fue grande y única en su
experiencia
(Mat. 26:36-46). Como ya vimos más arriba, la
aflicción y la prueba final del pueblo de Dios es
con un objetivo especifico: purificación del pecado
y todo rasgo malo de carácter, sólo así estarán
listos para recibir el “sello de Dios”.
La angustia de los 144,000 será
grande, pero es la bondad de Dios la que lo
determina así.
“El tiempo de angustia es el crisol que revelará los
caracteres semejantes al de Cristo. Tiene como
propósito inducir al pueblo de Dios a renunciar a
Satanás y sus tentaciones”.3
Sin embargo, “aunque cuando los
hijos de Dios se ven rodeados de enemigos que tratan
de destruirlos, la angustia que sufren no procede
del temor de ser perseguidos a causa de la verdad;
lo que temen es no haberse arrepentido de cada
pecado y que debido a alguna falta por ellos
cometida no puedan ver realizada en ellos la promesa
del Salvador: ‘Yo te guardaré de la hora de prueba
que ha de venir sobre todo el mundo’... afligen sus
almas ante Dios, recordándole cada uno de sus actos
de arrepentimiento de sus numerosos pecados y la
promesa del Salvador: ´¿Forzará alguien mi
fortaleza? Haga conmigo paz, sí haga paz conmigo´
(Isa. 27:5). Su fe no decae si sus oraciones no
reciben inmediata contestación. Aunque sufren la
ansiedad, el temor y la angustia más desesperantes,
no dejan de orar. Echan mano del poder de Dios como
Jacob se aferró del ángel; y de sus almas se exhala
el grito: ´No te soltaré hasta que me hayas
bendecido´ ”.4
De esta terrible angustia saldrán
fortalecidos, y bendecidos por el Altísimo para
encontrarse con El cara a cara.
Ellos habrán aprendido una nueva
motivación para vencer: el dar a Dios el honor y la
gloria que su Nombre merece. No será tanto su vida,
sino la vindicación del carácter de Dios lo que los
moverá a ser fieles hasta el fin. Nótese que se nos
ha dicho que si en esta hora sombría “hubiesen de
perder la vida a causa de sus propios defectos de
carácter, entonces el santo Nombre de Dios sería
vituperado”.5
A Cristo le fue “propuesto” un
“gozo” y a causa de él “sufrió la cruz”
(Heb. 12:2). El “gozo” de Cristo, como también ya
vimos, era el conocimiento de “una multitud de seres
humanos salvados, eternamente salvos” como “fruto”
de su inmenso sacrificio (Isa. 53:11). Saber que una
multitud de redimidos obtendría la salvación fue
suficiente para que El “experimentase la muerte por
todos” (Heb. 2:9). El debió pisar “solo el lagar” de
la ira de Dios (Isa. 63:1-3; 53:4-7,10).
Los genuinos seguidores de Cristo
comparten con El este “gozo” al compartir la verdad
del Evangelio con otros. Pero este “gozo” será
experimentado de manera única y especial por los
144,000, que dotados de la lluvia tardía del
Espíritu Santo serán partícipes de la predicación
sin igual del “fuerte pregón” a todo el mundo. Así
será “iluminada” a través de ellos toda la tierra
con la “gloria” de Dios (Apoc. 18:1).
Pero este “gozo” implica
sufrimiento. “Sin cruz no hay corona” - dice un
pensamiento.
Sin embargo, aunque “el pueblo de
Dios tiene que beber la copa y ser bautizado con el
bautismo” (Mat. 20:20-22), la espera del Señor en
medio de la angustia final es para ellos la mejor
oportunidad para “ejercitar su fe, esperanza y
paciencia como no lo hicieron durante su experiencia
pasada”.6
El Espíritu de Profecía dice: “Todos
los que han llevado con Jesús la cruz del
sacrificio, compartirán con El su gloria. El gozo de
Cristo, en su humillación y dolor, consistía en
saber que sus discípulos serían glorificados con El.
Son el fruto de su sacrificio propio. El desarrollo
de su propio carácter y espíritu en ellos es su
recompensa, y será su gozo por la eternidad. Este
gozo lo comparten ellos con El a medida que el fruto
de su trabajo y sacrificio se ve en otros corazones
y vidas. Son colaboradores con Cristo, y el Padre
los honrará como honra al Hijo”.7
Entonces, ¿llevar una vida de sacrificio, de
renunciamiento propio es la clave para compartir
junto con Cristo “su gloria”? Sí, Padre, dásela a
ellos!
Entonces, ¿el “gozo” de Cristo “en su humillación y
dolor” era saber que seremos glorificados junto con
El? Sí, Padre, glorifica a Tu Hijo!
Entonces, ¿el desarrollo de “su propio carácter y
espíritu” en nosotros es su “recompensa” y “gozo”
por la eternidad? Si, Padre, toma mi vida, hazla
como la de tu Hijo. No quiero robar más ese honor y
recompensa que sólo a El pertenece!
Entonces, ¿este “gozo” lo comparten con El los que
trabajan en la salvación de las almas de los
perdidos? Sí, Padre, hazme un buen misionero!
Entonces, los que son “colaboradores con Cristo” y
contigo Padre ¿serán honrados por ti, de la misma
manera que honras a tu Hijo? Gracias, Padre, por tu
“don inefable!
Jesús estuvo sin intercesor en la
hora de la gran prueba de su vida
(Mat. 26:36-46). En el Getsemaní, Jesús estuvo solo
orando a su Padre. Como es natural, ante el
inminente peligro, su naturaleza humana rehuía el
conflicto, no deseaba morir. “Si es posible, pase de
mi esta copa”. “Y oró por tercera vez diciendo las
mismas palabras”. Pero siempre sus palabras finales
fueron: “Pero no sea como yo quiero, sino como tu
[quieres]”. En esta hora de terrible crisis Jesús
sintió el intenso deseo de que sus discípulos oraran
por El, por eso “fue a corta distancia de ellos - no
tan lejos que no pudiesen verle y oírle - y cayó
postrado en el suelo. Sentía que el pecado le estaba
separando de su Padre. La sima era tan ancha, negra
y profunda que su espíritu se estremecía ante ella.
[Aun aquí] no debía ejercer su poder divino para
escapar de esa agonía. Como hombre, debía sufrir las
consecuencias del pecado del hombre. Como hombre,
debía soportar la ira de Dios contra la transgresión...
como Substituto y Garante del hombre estaba
sufriendo bajo la justicia divina. Veía lo que
significaba la justicia. Hasta entonces había obrado
como intercesor por otros; [pero] ahora anhelaba
tener un intercesor para sí” que pudiera librarle de
la ira divina contra el pecado.8
Los 144,000, después que sean
sellados y Cristo haya terminado su ministerio de
intercesión estarán ya sin Mediador en las cortes
celestiales (Apoc. 22:11). “Durante ese tiempo
terrible, los justos deben vivir sin Intercesor, a
la vista del santo Dios”.9
Esto atemoriza a muchos y no logran
comprenderlo, pero se debe a que no tienen un
entendimiento claro de los acontecimientos del fin.
En este tiempo el pueblo de Dios ya habrá sido
“marcado en su frente” con el “sello del Dios vivo”,
lo que indica que estarán habilitados para
permanecer “inconmovibles” ante la oposición, de
manera que no darán marcha atrás. Otra cosa es que
el hecho de que Cristo ha terminado de interceder
por su pueblo es una buena noticia, pues los pecados
ha sido borrados ya definitivamente. Y no sólo de
los registros celestiales, sino también del registro
de nuestra mente, de manera que no podemos
recordarlos. Y mejores buenas nuevas son saber que
aun en medio de estas circunstancias, Su Espíritu
sigue en nosotros y Jesús sigue siendo nuestro
Salvador todo suficiente y nuestra justicia.
Habiéndonos sellado, nos ha
asegurado para siempre y no nos perderá. Cuando
finalmente aparezca en la nubes de los cielos “con
gloria y majestad” estaremos de “pie” mirándole a la
cara y diciendo: “Este es nuestro Dios, le hemos
esperado y nos salvará; este es Jehovah a quien
hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en
su salvación” (Isa. 25:9). La larga espera y el
conflicto penoso dan lugar a la más grandiosa escena
de inefable gozo al encontrarnos con Aquél “a quien
sin haberlo visto lo amamos, en quien creyendo,
aunque no lo veíamos, nos alegrábamos con gozo
inefable y glorioso” (1 Ped. 1:8).
Cristo no cometió pecado ni siquiera
con el pensamiento
(Heb. 4:17; 1 Ped. 2:22).Aquí encontramos de nuevo
otro paralelismo entre Cristo y su experiencia
terrenal y la experiencia final de los 144,000. La
victoria total y definitiva del pecado y la
perfección de carácter han sido puestos en duda por
muchos profesos seguidores del pueblo de Cristo.
Pero esto se debe a que cuando consideran el tema lo
hacen desde una óptica equivocada o lo hacen
partiendo de su pobre experiencia desgastada por las
caídas y los fracasos. Claro! Nadie osará decir “yo
estoy sin pecado”. Pero esto no niega que la
victoria sobre el poder y dominio del pecado en la
carne humana será una realidad en la vida del
remanente, los 144,000. Creer lo contrario sería
concebir el pecado como “un monstruo tan grande” que
ni siquiera Dios puede vencerle.
Sin embargo, la Palabra de Dios nos
asegura que Cristo “condenó el pecado en la carne”
(Rom. 8:3). Esta es la razón por la que Cristo se ha
constituido en un Salvador todo suficiente para
salvarnos de cada uno de los aspectos del pecado. El
es “poderoso para guardarnos sin caída” y llevar
“cautivos” todos nuestros “pensamientos a la
obediencia” completa de la voluntad divina (Jud. 24;
2 Cor. 10:5).
Claro, plantear la pregunta de si la
victoria sobre el pecado, total y completa, es
posible “en el momento inoportuno da por resultado
la confusión... Debemos comenzar por hacer la
pregunta adecuada en el momento correcto. Y el
tiempo correcto es este tiempo de purificación del
Santuario celestial, mientras nuestro gran Sumo
sacerdote está completando su obra de expiación
final. Cristo está por cumplir una obra única en la
historia humana, desde que esta comenzó. Si bien
ningún hijo de Dios pretenderá haber vencido todo
pecado, y si bien es igual-mente cierto que no
podemos juzgar de ninguna persona del pasado
(exceptuando a Cristo) ni del presente en el sentido
de que haya o no vencido como El venció, eso no
significa que el ministerio de Cristo en el lugar
santísimo vaya a fracasar en obtener esos
resultados”.10
En este tenor, Alonso T. Jones dijo:
“La meta cristiana es la perfección, la perfección
de carácter. Perfección lograda en carne humana en
este mundo. Cristo la obtuvo en carne humana en este
mundo, estableciendo y consagrando así un camino por
el cual, en el, todo creyente pueda obtenerla. El,
habiéndola obtenido, ha venido ha ser nuestro gran
Sumo Sacerdote. Por su ministerio sacerdotal en el
verdadero Santuario [Heb. 8:1-2] nos capacita para
obtenerla”.11
Y en perfecto acuerdo con esta idea
Elena de White también dijo:
“[Cristo] hizo una ofrenda tan completa que por su
gracia todos pueden alcanzar la norma de la
perfección. De todos cuantos reciben la gracia y
siguen su ejemplo será escrito en el Libro de la
Vida: ‘Completos en El - sin mancha ni arruga’”.12
Esta es una clara alusión a los 144,000 (Apoc.
14:4,5).
Es del Santuario celestial, donde
ministra Cristo, que nos llega todo el poder
necesario para vencer como El venció (Apoc. 3:21).
Pero hay una condición: “Debemos entregarnos a El.
Cuando esta entrega es total, Cristo puede concluir
la obra que comenzó a nuestro beneficio con la
entrega de sí mismo. Entonces nos puede brindar
restauración completa”.13
Su ministerio de intercesión y
purificación dará como resultado un pueblo limpio de
sus pecados y con un carácter semejante al suyo:
“sin mancha ni arruga”.
Satanás utilizó todas sus energías
contra Cristo para destruirle y difamarle
grandemente
(Mat. 4:1-11; 27:43). La vida de Cristo fue una vida
de continuo conflicto. Tuvo que resistir la
oposición más encarnizada por parte de la nación
judía. Satanás actuó por todo medio posible para
destruirle. Si por él hubiera sido, habría llevado a
Cristo a la cruz el día siguiente de su bautismo.
Pero Jesús, no estaba sólo, su Padre lo acompañó
siempre y disfrutó de la compañía de los santos
ángeles. Un buen ejemplo de estas cosas lo revela el
libro de Lucas capítulo 4.
Después que Cristo dio lectura al
libro del profeta Isaías en la sinagoga aquel sábado
(vers. 16-20), sostuvo una conversación con los
judíos en la que como siempre hubo desacuerdo (vers.
23-27). De tal magnitud fue la “ira” que sintieron
“todos [los que estaban] en la sinagoga”, que
“levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le
llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual
estaba edificada la ciudad de ellos, para
despeñarle. Mas El pasó en medio de ellos y se fue”
(vers. 27-30).
Este incidente revelaba el deseo
homicida que existía en el corazón de los judíos que
rechazaban a Cristo como Mesías y revelaba además
que es el mismo odio satánico que tiene el diablo
contra Él (Juan 8:44). Nótese que este incidente es
casi idéntico al de la segunda tentación de Cristo,
bajo la cual el diablo “lo llevó a la santa ciudad ,
y lo puso sobre el pináculo del templo, y le dijo:
‘si eres el Hijo de Dios, échate abajo...’ ” (Mat.
4:5-7).
Aquí el diablo trató de matarlo
sobre la base de la puesta en duda de su divinidad,
pero en el segundo caso se valió de la “intolerancia
religiosa” de los dirigentes judíos para
“despeñarle” y matarle. En el primer caso, Cristo se
apoyó en la verdad y el poder de la Palabra escrita.
En el segundo, fue librado milagrosamente por su fe
a través de santos ángeles, los cuales le ocultaron
de la vista de los hombres malvados. De igual
manera, los santos del tiempo del fin, los 144,000,
serán protegidos por el poder de Dios al esconderse
en la Palabra de Dios por medio de la fe.
No importa que sea directamente él o
a través de algunos individuos, sistemas políticos o
religiosos, el diablo siempre trata de ejecutar sus
planes en contra de Dios y su pueblo. Cuando la
persuasión y el engaño no funcionan, entonces usa la
fuerza por medio de los instrumentos humanos.
Es interesante saber que la gran
rebelión de Satanás en el cielo comenzó con la
“persuasión y el engaño”. Luego que no pudo avanzar
más, rebeló su “intolerancia” desatando “una gran
batalla” en la que Miguel (Cristo) tuvo que hacerle
frente y arrojarlo a la tierra (Apoc. 12:7-9). Esta
es la manera en la que obra Satanás. Y esta forma de
obrar revela a su vez cual es el principio rector de
la vida y del corazón. Un día no funcionan más los
argumentos engañosos y entonces se procede a usar la
fuerza.
Esto es precisamente lo que sucederá
en el tiempo del fin según revela el libro de
Apocalipsis. La bestia que “sube de la tierra” que
en esta profecía representa a Estados Unidos de
Norteamérica, “persuade y engaña a los moradores de
la tierra” para que le rindan homenaje a la primera
bestia - un símbolo del sistema papal - (Apoc.
13:12-14).
Pero esta tormenta encontrará a un
pueblo preparado y dotado del poder divino que le
resistirá con la misma fe y aguante de Cristo (Apoc.
14:12). La batalla final será dura y sin precedentes
en la historia, y de igual manera será gloriosa la
victoria sobre la oposición del diablo y el mundo.
“Vi tronos - dice el Revelador - y se sentaron sobre
ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi
las almas de los decapitados por causa del
testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los
que no habían adorado a la bestia y su imagen, y que
no recibieron la marca en sus frentes ni en sus
manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años [en
el cielo, Apoc. 19:1; 7:9]” (Apoc. 20:4).
Esta similitud entre la experiencia
terrenal de Cristo y la experiencia final de los
144,000 que hemos analizado nos revelan porqué ellos
no sólo cantan el “canto de Moisés siervo de Dios”
sino que también es el “canto del Cordero”. Su
canto refleja una experiencia “única y singular sin
precedentes” en la historia del gran conflicto entre
Cristo y Satanás.
Si, existió un pueblo que pudo
honrar a Dios plenamente, aun en la circunstancias
más adversas y triunfó gloriosamente. Todo esto fue
posible gracias al ministerio único y sin
precedentes en la historia del pueblo de Dios del
“día de expiación”, un día de “reconciliación final”
y de purificación del pecado, no sólo del Santuario
celestial, sino de la vida del remanente.
Referencias
1) Elena White, Maranatha, p. 162.
2) Véase V. Norskov Olsen, Supremacía Papal y
Libertad Religiosa.
3) Elena White, Maranatha, p. 271.
4) ----------, Ibid.
5) ----------, Ibid.
6) ----------, El Deseado de Todas las Gentes,
p. 689.
7) ----------, Ibid., p. 577, las cursivas
son nuestras.
8) ----------, Ibid,. p. 637, las cursivas
son nuestras.
9) ----------, El Conflicto de los Siglos,
pp. 671,672.
10) Robert Wieland, Introducción al Mensaje de 1888,
p. 45.
11) Alonso T. Jones, El Camino Consagrado a la
Perfección Cristiana, pp. 61,62.
12) Elena White, Review and Herald,
30-5-1907.
13) ---------, Ibid.
Los 144,000 “no se Contaminaron”
La expresión “no se contaminaron con mujeres” (Apoc.
14: 4) señala la actitud de firmeza y pureza en la
que se mantuvieron los 144,000 en medio de toda la
confusión reinante del tiempo del fin. El estado de
pureza lo alcanzaron por medio de la fe y la
obediencia a Dios. Esta declaración está ligada
íntimamente con la expresión “son vírgenes”.
No se está tratando aquí con el
asunto de la virginidad literal de los hombres o las
mujeres. Sencillamente se los llama “vírgenes”
porque profesan una fe fir-me, pura e inconmovible (cf.
2 Cor. 11:2).
“El término ‘virgen’ era el título hebreo para Sión
y Jerusalén en su relación del pacto con Dios (2
Rey. 19:21; Isa. 37:22; Jer. 14:17; 18:13;31:4; Lam.
1:15; 2:13; Amós 5:2)”.1
Y son “vírgenes” porque no se
contaminaron con “el vino” de las falsas enseñanzas
de Babilonia y sus hijas (Apoc. 17: 4,5), rechazaron
todo tipo de adoración idólatra y desarrollaron un
carácter puro como el del Cordero a quienes seguían
por fe.
Esta fe genuina que poseen los
144,000 es la que señala el mensaje del tercer
ángel: “la fe de Jesús”. Esta es la fe genuina de la
que habla el Nuevo Testamento como una “fe que obra
por amor” (Gál. 5:6). Por esto obedecen fielmente
todos los Mandamientos de Dios en una época de
apostasía generalizada. Prefirieron decir no al
pecado y sí a la gracia de Dios en su vida terrenal
(cf. Rom. 5:20).
Referencias
1) Hans K. Larondelle, Las Profecías del Tiempo
del Fin, p. 333.
Son “Primicias Para Dios y el Cordero”
El texto dice: “Estos fueron redimidos de entre la
tierra como primicias para Dios y para el Cordero” (vers.
4 u.p.). Aunque Cristo es el Redentor y los salvados
son los redimidos, la expresión “primicias para
Dios” nos permite establecer otra similitud entre
Cristo y los 144,000.
A Cristo se le llama “primicias de los que
durmieron” (1 Cor. 15: 22) , sin embargo, El no es
llamado “primicias” por ser el primero que halla
resucitado de entre los muertos, pues otros habían
resucitados antes que El. Esta expresión puede
entenderse mejor cuando consideramos lo que el
Antiguo Testamento dice de la presentación de las
“primicias” y su significado teológico.
Al antiguo pueblo de Israel Dios le pidió
que ofreciera “la primera gavilla, primicia del
primer fruto de vuestra cosecha” (Lev. 23:10 VRV
2000). La Versión Dios Habla Hoy traduce este pasaje
así: “deberán presentar... el primer manojo de la
cosecha”. Esto significaba que la primera parte de
la cosecha era apartada y presentada a Dios, quien
en realidad era quien hacía crecer el fruto con sus
bendiciones. Mientras no se realizaba la
presentación del “primer manojo” como “primicias”
delante de Dios, Israel no podía usar para su
consumo del fruto del campo (vers. 11-14).
La presentación de la gavilla de espigas
maduras significaba también que la cosecha ya estaba
madura y podía realizarse. Se entendía además que
estas “primicias” eran lo “más selecto” o “lo más
escogido” de la cosecha. Representaban la parte de
más calidad (Núm. 18:12,13). Es interesante saber
que al antiguo pueblo de Israel Dios lo consideraba
como “primicias” (Jer. 2:3).
El apóstol Pablo vio una similitud
maravillosa en la ceremonia de presentación de las
primicias a Dios y la redención de los hombres.
Cristo debía ser “hecho primicias”, o presentado
como tal delante de Dios como garantía de los que
habían muerto en la esperanza de la resurrección.
Así “su resurrección es símbolo y garantía de la
resurrección de todos los justos muertos”.1
El concepto de “primicias” adquiere un
significado teológico más abarcante en el vers. 23.
Pues allí se habla de “Cristo, las primicias; luego
los que son de Cristo, en su venida” (RVA). ¿Quienes
son estas “primicias”?
Aparentemente se hace una alusión a los
“santos que habían dormido” y que salieron “de los
sepulcros después de la resurrección” del Señor
(Mat. 27:51-53). Estos “santos” resucitados de entre
los muertos “eran aquellos que habían sido
colaboradores con Dios y que, a costa de su vida,
habían dado testimonio de la verdad”.2
Ellos constituyen la “multitud de cautivos” que
Cristo llevó consigo cuando ascendió al cielo (Efe.
4:8 Versión Reina Valera 2000).
La resurrección de los “santos que habían
dormido”, es a su vez un símbolo de que los “santos”
que quedaron dormidos en la tumba descansando el
sueño de la muerte serán resucitados gloriosamente
en ocasión de la segunda venida de Cristo (1 Tes.
4:13-17; Juan 5:28,29). El texto de 1 Cor. 15:23
revela que los “santos” resucitados en ocasión de la
resurrección de Cristo fueron vistos por los
apóstoles como las “primicias” que Cristo presentó
al Padre en ocasión de su ascensión al cielo. De la
misma manera, en el antiguo ceremonial, el
sacerdote, que era símbolo de Jesús, mecía “ante el
Señor” la gavilla ofrecida (Lev. 10:11).
De acuerdo con esto se nos dice que cuando
Cristo entró en la presencia del Padre señaló “su
cabeza herida, su costado traspasado, sus pies
lacerados”; alzó “sus manos que llevan la señal de
los clavos. Presenta los trofeos de su triunfo;
ofrece a Dios la gavilla de las primicias, aquellos
que resucitaron con El como representantes de la
gran multitud que saldrán de la tumba en ocasión de
su segunda venida”.3
Lo que Pablo quiere resaltar con la
expresión “primicias” aplicándola a Cristo es su
singularidad como persona. De entre todos los
resucitados “lo más selecto” de la cosecha es
Cristo. Por tanto, debe ser presentado al Padre Dios
como tal. Es otra manera de reconocerlo como “el
primogénito de toda la creación;... el primogénito
de los muertos” (Col. 1:15, 18 RVA). Esto es así
para que “en todo tenga la preeminencia” (vers. 18).
De igual manera, cuando el profeta de Patmos
dice que los 144,000 son “redimidos de entre los
hombres, primicias para Dios y para el Cordero” está
sencillamente resaltando su singularidad entre todos
los redimidos de la tierra. “Estos son los que
siguen al Cordero por donde quiera que vaya” (Apoc.
14:4). Son “lo más selecto” de “entre los hombres” y
la cosecha final del Evangelio. Estos seguirán “al
Cordero por donde quiera que vaya” porque anduvieron
con El aquí en la tierra. Note lo que se nos dice:
“Seguiremos al Cordero de Dios en las cortes
celestiales sólo si lo seguimos aquí. El seguirlo en
el cielo depende de que guardemos sus Mandamientos
ahora”.4
Esto también resalta la preciosa verdad de
que aunque los 144,000 no serán salvados de una
manera diferente a los demás redimidos, sí
demostrarán de una manera única en la historia del
gran conflicto el carácter santo de Cristo, porque
experimentarán de una manera única la justicia
impartida de Cristo.
Conclusión
La visión escatológica de Apocalipsis 7 es de gran
valor e importancia para el pueblo remanente del
tiempo final, pues en ella está retratada la manera
milagrosa en la que Dios les protegerá al sellarlos
para que enfrenten firmes y seguros la última gran
crisis. También se revela en ella la forma gloriosa
en la que compartirán la eternidad junto a los
redimidos del Señor de todos los tiempos.
Sabemos que es mucho lo que aun puede
extraerse de esta maravillosa visión apocalíptica, y
el tiempo que nos separa de la segunda venida de
Cristo será testigo de esto. La Palabra de Dios se
renueva a cada momento y provee aguas vivas para el
sediento y sincero investigador. Las glorias que
Dios ha reservado para Su pueblo son inspiradoras y
el corazón de nuestro amante Salvador palpita de
gozo y anhelante deseo porque el día de la gran
reunión se realice. El está haciendo todo lo posible
por llevar a cabo este glorioso plan. Nuestro
privilegio es cooperar con El y prepararnos para el
encuentro con nuestro Dios (Apoc. 19:7-9).
Después que todo el conflicto esté concluido
y los 144,000 hayan triunfado, se entenderá por que
ellos “siguen al Cordero por dondequiera que va” y
por qué “únicamente” ellos gozaran de ciertos
privilegios (PE,19). Aquel día descubriremos también
la razón por la que se nos mandó a “esforzarnos”
para formar parte de ese grupo selecto de creyentes.
Se verá que lo que estaba envuelto en esa orden fue
lo que tanto nos costó aprender: Buscar y aprender
lo significa el honor y la gloria de Dios.
Ojalá aprendamos la lección ahora, pues el
que ha de venir vendrá, y aunque tardare aun un
poquito, espéralo, porque de seguro volverá.
Referencias
1) Elena White, El Deseado de Todas las Gentes,
p. 730.
2) ---------, Ibid., p.p. 773,774.
3) ---------, Ibid., p.p. 773, 774.
4) Comentario Bíblico Adventista, tomo 7-A,
p. 989. La Review and Herald, 12-4-1898 dice:
“El Señor tiene un pueblo sobre la tierra que sigue
al Cordero por dondequiera que va. Tiene sus miles
que no se han arrodillado delante de Baal. Los tales
estarán con El sobre el Monte Sión... Para seguir a
Cristo no necesitamos esperar hasta que seamos
trasladados. Su pueblo puede hacer esto aquí...
Nuestra elección debe ser la de seguir a Cristo.
Debemos seguir su ejemplo en la vida diaria, así
como un rebaño confiadamente sigue a su pastor.
Debemos seguirlo sufriendo por su causa y diciendo:
'aunque El me matare, en El esperaré’”.
Para Comunicarte con
nosotros llámanos
al Tel.: (809) 388-3474.
O bien escríbenos
a nuestro e-mail:
delgado1@codetel.net.do
|