Los Adventistas del séptimo día
creen que Dios concede a todos los miembros de su
iglesia en todas las edades, dones espirituales, los
cuales cada miembro debe usar en el ministerio de
amor para el bien común de la iglesia y la
humanidad. Dados por la agencia del espíritu Santo,
el cual reparte a cada miembro según su voluntad,
los dones proveen todas las capacidades y misterios
que necesita la iglesia para cumplir sus funciones
divinamente ordenadas. Según las Escrituras, dichos
dones incluyen los ministerios de la fe, sanidades,
profecía, proclamación, enseñanza, administración,
reconciliación, compasión, y servicio abnegado y
caridad, para ayuda y apoyo del pueblo. Algunos
miembros son llamados por Dios y capacitados por el
Espíritu para realizar funciones reconocidas por la
iglesia en misterios pastoral, evangelístico,
apostólico y de enseñanza, los cuales se necesitan
especialmente para equipar los miembros para el
servicio, para edificar la iglesia hasta la madurez
espiritual, y con el fin de promover la unidad de la
fe y del conocimiento de Dios. Cuando los miembros
usan estos dones espirituales como fieles mayordomos
de la multiforme gracia de Dios, la iglesia se ve
protegida de la influencia destructora de las falsas
doctrinas, crece con el crecimiento que viene de
Dios, y se ve fortalecida en la fe y en el amor.
Los
Dones del Espíritu Santo
Cristo ilustró los dones con Mateo
25: 14,15 Estos dones representan los talentos
especiales que imparte el Espíritu. En un sentido
especial, Cristo le concedió a su iglesia estos dones
espirituales en el Pentecostés. (Efe.4: 7,8) El Espíritu
Santo es el agente que distribuye “a cada uno en
particular como él quiere” (1Cor.12:11) los dones que le
permiten a la Iglesia cumplir la tarea que se le ha
asignado.
El
Propósito de los Dones Espirituales
Armonía en la Iglesia: El Espíritu Santo distribuye
dones a cada creyente, para la edificación o
construcción de la iglesia. Las necesidades de la obra
del Señor determinan qué distribuye el Espíritu Santo, y
a quienes se lo da. (1Cor.12: 4-11)
Por cuanto los dones
se le entregan a la iglesia y no al individuo, quienes
los reciben no deben considerarlos su propiedad privada.
Por cuanto el Espíritu distribuye conforme a lo que le
parece, ningún don debe ser despreciado o pasado por
alto.
1.El modelo de
operación: Pablo usó
el cuerpo humano para ilustrar la armonía que debe
existir en la diversidad de dones. (1Cor.12: 18, 21-24)
El mal funcionamiento de cualquier órgano afecta todo el
cuerpo. Si el cuerpo no tuviera cerebro, el estómago no
funcionaría; y si no tuviera estómago, el cerebro no
serviría de nada. Así también, la Iglesia sufriría si le
faltara cualquiera de sus miembros, no importa cuán
insignificante. (vers.25,26; Efe.4: 11)
2.La dimensión
indispensable:
Cuan Cristo vuelva, los dones del Espíritu pasarán; sin
embargo, el fruto del Espíritu es eterno. Consiste en la
virtud eterna del amor y la paz, bondad y justicia que
el amor trae consigo (Gál.5: 22,23; Efe.5: 9) El amor
permanecerá (1Cor.13:4-8, 13) Los dones desprovistos de
amor causan confusión y divisiones en la Iglesia. El
camino más excelente, por lo tanto, consiste en que cada
uno de los que reciben dones espirituales posea también
este amor enteramente abnegado. (1Cor.14: 1)
3.Viviendo para la
gloria de Dios: Pablo
se refirió también a los dones espirituales en la
epístola a los Romanos. Al hacer un llamado a cada
creyente para que vivan para la gloria de Dios (Romanos
11: 36-12: 2) Mientras más dones se le conceda a un
creyente, mayor es su influencia espiritual, y más
profunda debe ser su dependencia de Dios.
4.El crecimiento de
la Iglesia: Los dones
espirituales contribuyen a la unidad que hace que la
iglesia crezca. (Efe. 4: 1-3,7, 11-15) En Cristo los
dones espirituales producen tanto la unidad como la
prosperidad de la Iglesia. (vers.16) Como resultado la
Iglesia experimentará un crecimiento doble: En el
número de sus miembros, y en la cantidad de los dones
espirituales disponibles.
Implicaciones de los Dones Espirituales
Un ministerio común:
Tanto los pastores como los laicos componen la
Iglesia, el pueblo adquirido por Dios. (1Ped.2: 9)
Unidos son responsables del bienestar de la Iglesia y de
su prosperidad. Han sido llamados para trabajar juntos,
cada uno según sus propios dones especiales que Cristo
les ha concedido. (Mat.28: 18-20; Apoc.14: 6-12)
El papel del Clero:
La doctrina de los dones espirituales coloca sobre los
hombros del ministro la responsabilidad de preparar la
congregación. Los ministros no debieran hacer la obra
que pertenece a la Iglesia, de este modo agotándose, e
impidiendo que otros cumplan sus deberes. Debieran
enseñar a los miembros a trabajar en la Iglesia y en la
comunidad. El ministro que no tiene el don de preparar a
otros, no debe ocuparse del ministerio pastoral, sino
actuar en alguna otra parte de la obra de Dios.
Los dones y nuestra misión:
Dios dota a la comunidad de la Iglesia con dones que la
preparan para cumplir ante el mundo la misión que él le
ha asignado. Los dones espirituales no son recompensa
por una obra bien hecha, sino que son las herramientas
que permiten hacer bien el trabajo. Debemos nacer de
nuevo para ser dotados de dones espirituales.
Uniformidad, no, sino unidad en
la diversidad:
El hecho de que la Iglesia permanece unida a pesar de
la diversidad de los dones espirituales, comprueba la
naturaleza complementaria de dichos dones. Dios desea
que todos los dones, ministerios y operaciones que se
manifiestan en la Iglesia, actúen unidos en la obra de
construir sobre el fundamento que ha colocado la iglesia
histórica. En Jesucristo la principal piedra del ángulo.
(Efe.2: 21)
El propósito de los dones: La
testificación:
El propósito con el cual Dios concede cada don, no
importa cuál sea éste, es capacitar al que lo posee para
qué dé un testimonio.
El fracaso en el uso de los
dones espirituales:
Los creyentes que rehúsan emplear los dones
espirituales, hallarán que no sólo estos se atrofian,
sino también que al hacerlo están poniendo en peligro su
vida eterna. (Mat.25: 26-30) En el gran día final del
juicio, los que han ido a la deriva, evitando
oportunidades y haciéndoles el quite a las
responsabilidades, serán clasificados por el gran Juez
con los malhechores.
El
Descubrimiento de los Dones Espirituales
Los dones funcionan
como una brújula, dirigiendo al que los posee hacía el
servicio y el goce de la vida abundante. (Jn.10:10) El
proceso de descubrirlos debiera caracterizarse por los
siguientes rasgos:
La preparación espiritual:
Necesitamos rogar al Señor que nos conceda el bautismo
del Espíritu Santo, porque le imparte a la iglesia poder
para testificar y proclamar el evangelio. Para hacer
esto, debemos entregar continuamente nuestras vidas a
Dios, permanecer enteramente en Cristo, y pedirle
sabiduría para descubrir nuestros dones. (Sant.1: 5)
El estudio de las Sagradas
Escrituras: Si
estudiamos con oración lo que el Nuevo Testamento enseña
acerca de los dones espirituales, le permitiremos al
Espíritu Santo impresionar nuestras mentes con el
ministerio específico que tiene para nosotros. Es
importante que creamos que Dios nos ha concedido por lo
menos un don para ser usado en su servicio.
Abiertos a la conducción
providencial:
No debemos usar nosotros al Espíritu Santo, sino que él
debe usarnos. (Fil.2: 13) Debemos darle a Dios la
oportunidad de obrar a través de otros para solicitar
nuestra ayuda. De este modo debiéramos estar listos para
responder a las necesidades de la Iglesia donde quiera
que estas se presenten. No debiéramos tener temor de
probar cosas nuevas.
Confirmación proveniente del
cuerpo: Por
cuanto Dios concede estos dones para edificar su
Iglesia, podemos esperar que la confirmación final de
nuestros dones surja del juicio del cuerpo de Cristo, y
no de nuestros propios sentimientos. A menudo es más
difícil reconocer los dones propios que los de otros.
Nada genera mayor
entusiasmo ni sentimiento de logro, que saber que
estamos ocupando la posición, ministerio o servicio que
la Providencia había dispuesto para nosotros. ¡Cuán
grande es la bendición que recibimos al emplear en el
servicio de Dios el don especial que Cristo nos ha
concedido por medio del Espíritu Santo! Cristo anhela
compartir con nosotros sus dones de gracia. Hoy podemos
aceptar su invitación y descubrir lo que pueden hacer
sus dones en una vida llena del Espíritu Santo.