Los Adventistas del Séptimo Día
creen que somos mayordomos de Dios, quien nos ha
confiado tiempo y oportunidades, capacidades y
posesiones, y las bendiciones de la tierra y sus
recursos. Somos responsables ante él de su uso
correcto. Reconocemos que Dios es el dueño, al
rendir fiel servicio tanto a él como a nuestros
semejantes, y al devolver los diezmos y dar ofrendas
para la proclamación de su Evangelio y el apoyo y
crecimiento de su iglesia. La mayordomía es un
privilegio que Dios nos concede para ayudarnos a
crecer en amor y obtener la victoria sobre el
egoísmo y la codicia. El mayordomo se regocija en
las bendiciones que otros reciben como resultado de
su fidelidad.
Más que cualquier otra cosa, la vida
cristiana significa la entrega de nosotros mismos y la
aceptación de Cristo.
Una vez que entregamos todo lo que
somos y lo que tenemos a Dios, a quien todo le pertenece
de todos modos (1Cor.3:21-4:2) él lo acepta pero luego
nos lo vuelve a entregar, haciéndonos mayordomos o
cuidadores de todo lo que poseemos.
¿Qué es mayordomía?
1Cor.6:19,20
Un mayordomo es una persona a la cual
“se le entrega el manejo de la casa o la propiedad de
otro”. Mayordomía es “la posición, deberes o servicio de
un mayordomo”.
Para el cristiano mayordomía
significa “la responsabilidad que le cabe al hombre por
todo lo que Dios le ha confiado, y el uso que de ello
hace: la vida, el ser físico, el tiempo, los talentos y
capacidades, las posesiones materiales, las
oportunidades de servir a otros y su conocimiento de la
verdad”
En sus dimensiones más amplias, la
mayordomía “abarca el uso sabio y abnegado de la vida”.
Formas de Reconocer que Dios es el dueño
Mayordomía del cuerpo:
Los hijos de Dios son mayordomos de sí mismos
(Luc.10:27) Los cristianos tienen el privilegio de
desarrollar sus poderes físicos y mentales al máximo de
su capacidad y oportunidades. Al hacer esto, honran a
Dios y se capacitan para ser de mayor bendición para con
sus semejantes.
Mayordomía de las capacidades:
Cada persona posee aptitudes especiales. Cada talento
puede ser usado para glorificar, ya sea al que lo posee
o a su dador original. Debiéramos cultivar los dones que
el Espíritu Santo le concede a cada uno de nosotros, con
el fin de multiplicarlos (Mat.25). Los buenos mayordomos
usan liberalmente sus dones con el fin de producir
mayores beneficios para su amo.
Mayordomía del tiempo:
Como fieles mayordomos, glorificamos a Dios al usar
sabiamente nuestro tiempo. (Col.3:23,24). Como Jesús
debemos ocuparnos en los negocios de nuestro Padre
(Luc.2:49). Por cuanto el tiempo es el don de Dios, cada
momento es precioso.
Cuando, en la creación, Dios nos
concedió el tiempo, se reservó el séptimo día sábado
como un periodo sagrado para la comunión con él. Pero se
proveyeron seis días para que la familia humana se
ocupara el actividades útiles.
Mayordomía de las posesiones
materiales:
Dios les concedió a nuestros primero padres la
responsabilidad de sojuzgar la tierra, gobernar el reino
animal, y cuidar del jardín del Edén (Gén.1:28; 2:15).
Todo eso les pertenecía no sólo para que gozaran de
ello, sino para que lo administraran.
Después de la caída, Dios ya no pudo
seguir probando a la humanidad por medio del árbol del
conocimiento. Pero los seres humanos todavía necesitaban
un recordativo constante de que Dios es la fuente de
todo don bueno y perfecto (Sant.1:17) y que él es quien
nos provee con el poder para obtener riquezas
(Deut.8:18). Con el fin de recordarnos que él es la
fuente de toda bendición, Dios instituyó un sistema de
diezmos y ofrendas.
Dios ha ordenado que la tarea de
compartir las buenas nuevas de salvación debe depender
de los esfuerzos y ofrendas de su pueblo. Los llama a
convertirse en colaboradores abnegados con él al
entregarle sus diezmos y sus ofrendas.
1.Los diezmos:
La escritura nos dice que el diezmo es “santo al Señor”,
simbolizando el hecho de que Dios es el dueño de todo
(Lev.27:30,32). Se le debe devolver, por cuanto le
pertenece a él. En proporción a la manera como Dios nos
ha dado el uso de su propiedad, así también debemos
devolverle el diezmo. Cuando Dios pide nuestros diezmos
(Mal.3:10), no apela a nuestra gratitud ni a nuestra
generosidad, diezmamos porque Dios lo ha mandado.
a.Ejemplos de
entrega de Diezmos:
Abraham (Gén.14:20); Jacob (Gén.28:22); Israel
(Lev.27:30-32; Núm.18:24,26,28; Deut.12:6,11,17); Jesús
(Mat.23:23). Así como Abraham entregó el diezmo a
Melquisedec, el sacerdote del Dios Altísimo, también los
creyentes del nuevo pacto le entregan sus diezmos a
Cristo, nuestro Sumo Sacerdote según el orden de
Melquisedec (Heb.5:9,10; 7:1-22)
2.El uso de los
diezmos: Los
diezmos son sagrados y deben usarse exclusivamente con
propósitos santificados (Lev.27:30-32; Mal.3:10). En
Israel, se usaba exclusivamente para los levitas
(Núm.18:21,24). Después de la crucifixión, cuando se
terminó el papel divinamente asignado del sacerdocio
levítico, los diezmos debían seguir usándose para apoyar
el ministerio de la iglesia de Dios (1Cor.9:11-14).
Las contribuciones que hacen a la
iglesia los cristianos agradecidos no pueden limitarse a
la entrega del diezmo. En Israel, el tabernáculo, y más
tarde el templo, fueron construidos gracias a las
“ofrendas voluntarias”, esto es las que se entregaban
con corazones dispuestos (Éxo.36:2-7; 1Crón.29:14).
Además había ofrendas especiales que cubrían los gastos
de mantenimiento de esos lugares de culto (Éxo.30:12-16;
2Rey.12:4,5; 2Crón.24:4-13; Neh.10:32,33.
Cristo estableció el principio de la
verdadera mayordomía (Luc.12:48; Mat.10:8)
3.El uso de lo que
queda: Si bien el
diezmo constituye la prueba básica de mayordomía de
nuestras posesiones materiales y temporales, el uso que
hacemos de lo que queda también nos prueba.
(Mat.25:34-40)
4.La infidelidad en
los diezmos y ofrendas:
Malaquías 3: 6-12 Nuestra infidelidad en la devolución
de nuestros diezmos y ofrendas es considerada por Dios
como robo.
La Mayordomía de nuestro
planeta: Somos
administradores de este mundo y debemos hacer todo lo
posible por mantener la vida en todos los niveles,
preservando intacto el equilibrio ecológico.
(Apoc.11:18)
Cristo Como Mayordomo
Cristo entregó no sólo lo que tenía
–y lo poseía todo-, sino también se entregó a si mismo.
En esto consiste la mayordomía.
Las
Bendiciones de la Mayordomía
Una bendición personal:
Una razón por la cual Dios nos pide que consagremos
continuamente a él nuestra vida entera, es con el fin de
promover nuestro propio crecimiento espiritual y
desarrollo del carácter. La mayordomía fiel también nos
ayuda a obtener la victoria sobre la codicia y el
egoísmo. La ley condena la codicia, uno de los peores
enemigos de la humanidad. Jesús también la condenó
(Luc.12:15) El ejercicio regular y sistemático de la
generosidad nos ayuda a desarraigar de nuestras vidas la
avaricia y el egoísmo. (Mat.25:40)
Una bendición para nuestros
semejantes: Los
verdaderos mayordomos bendicen a todos los individuos
con quienes se ponen en contacto. (1Tim.6:18,19). La
mayordomía abarca el servicio a los demás e implica
nuestra disposición a compartir todo lo que Dios nos
haya entregado en su misericordia, que puede ser de
beneficio para otros. Dar con el espíritu de Cristo es
vivir de verdad.
Una bendición para la Iglesia:
La adopción del plan bíblico de mayordomía es
indispensable para la iglesia. La participación continua
de sus miembros en el acto de dar es como el ejercicio:
fortalece el cuerpo de la iglesia, y le permite
participar en compartir las bendiciones que Cristo le ha
concedido, lista para responder a cualesquiera
necesidades se presenten en la causa de Dios.
En vista de que Cristo nos asegura
que volverá cuando se haya proclamado el evangelio del
reino (Mat.24:14), todos estamos invitados a ser
mayordomos y colaboradores con él. De este modo, el
testimonio de la iglesia será una poderosa bendición
para el mundo, y sus fieles administradores se
regocijarán al ver que las bendiciones del Evangelio se
extienden a la vida de sus semejantes.