Los Adventistas del 7º Día creen
que los grandes principios de la ley de Dios se
hallan incorporados en los Diez Mandamientos, y
ejemplificados en la vida de Cristo. Expresan el
amor de Dios, su voluntad y sus propósitos en lo que
concierne a la conducta y las relaciones humanas, y
son obligatorios para todo individuo en todas las
edades. Esos preceptos son la base del pacto que
Dios ha hecho con su pueblo, y la norma que se usa
en el juicio de Dios. Por medio de la agencia del
Espíritu Santo, definen el pecado y despiertan el
sentido de nuestra necesidad de un Salvador. La
salvación viene exclusivamente por gracia y no por
obras, pero su fruto es la obediencia a los
mandamientos. Esta obediencia desarrolla el carácter
del cristiano y produce una sensación de bienestar.
Constituye una evidencia de nuestro amor por el
Señor y de nuestra preocupación por nuestros
semejantes. La obediencia de fe demuestra el poder
que Cristo tiene para transformar vidas, y en
consecuencia fortalece el testimonio del cristiano.
Éxodo 20: 1-17;
Deuteronomio 5: 1-21
La
Naturaleza de la Ley
Como un reflejo del
carácter de Dios, la ley de los Diez Mandamientos es
moral, espiritual y abarcante; contiene principios
universales.
Un reflejo del carácter del
dador de la ley:
En la ley de Dios, la Escritura presenta los
atributos divinos. (Sal.19:
7,8; Rom.7: 12; Sal.119: 151,152,172)
Una ley moral:
Los Diez Mandamientos revelan el patrón divino de
conducta para la humanidad. Define nuestra relación con
nuestro Creador y Redentor, y nuestro deber para con
nuestros semejantes. La Escritura llama pecado a la
trasgresión de la ley de Dios. (1Jn.3: 4)
Una ley espiritual:
Rom.7: 14 La ley es espiritual y por lo tanto,
únicamente los que son espirituales y tienen el fruto
del Espíritu pueden obedecerla (Jn.15: 4; Gál.5: 22,23;
Hech.1: 8; Sal.51: 10-12) La ley abarca nuestros
pensamientos más secretos, nuestros deseos y emociones
como los celos, la envidia, la concupiscencia y la
ambición. (Mat.5: 21,22,27,27; Mar.7: 21-23)
Una Ley positiva:
Es mucho más que una corta serie de prohibiciones, como
por ejemplo: el sexto mandamiento que dice “no matarás”,
tiene como su aspecto positivo “promoverás la vida”. La
ley de los Diez Mandamientos no ha de ser considerada
desde el aspecto de la prohibición, como desde el de la
misericordia.
Una ley sencilla:
Los Diez Mandamientos son profundos en su abarcante
sencillez. Son tan breves que hasta un niño puede
aprenderlos rápidamente de memoria, y a la vez son tan
abarcantes que cubren cualquier pecado posible.
Una ley de principios:
Eclesiastés 12: 13 Los Diez Mandamientos constituyen un
sumario de todos los principios correctos. Se aplican a
la totalidad de la humanidad de todas las épocas. Los
primeros cuatro mandamientos definen nuestro deber para
con nuestro Creador y Redentor, y los últimos seis
regulan nuestros deberes para con nuestros semejantes.
(Luc.10: 27; Deut.6: 4;
Lev.19: 18)
I.Prescribe la adoración exclusiva del único Dios
verdadero.
II.Prohíbe la idolatría.
III.Prohíbe la irreverencia y el perjurio que
envuelve la invocación del nombre divino.
IV.Llama a observar el Sábado e identifica al Dios
verdadero como el Creador de los cielos y la tierra.
V.Requiere que los hijos se sometan a sus padres.
VI.Protege la vida.
VII.Prescribe la pureza.
VIII.Protege la propiedad.
IX.Resguarda la verdad y prohíbe el perjurio.
X.Prohíbe propiedad del prójimo.
Una ley única:
Deuteronomio 5: 22; Exo.31: 18; Deut.10: 2 Los Diez
Mandamientos poseen la distinción especial de ser las
únicas palabras que Dios habló en forma audible ante una
nación entera.
La ley es una delicia:La ley de Dios es una inspiración para el alma.
Sal.119: 97,127,143; 1Jn.5: 3
El
Propósito de la Ley
Revela la voluntad de Dios para
la humanidad:
como la expresión del carácter de Dios y de su amor, los
Diez Mandamientos revelan su voluntad y propósitos para
la humanidad. Demanda perfecta obediencia (Sant.2: 10;
Mat.19: 17)
Es la base del pacto de Dios:
Moisés escribió los Diez Mandamientos, con otras
leyes explicativas, en un libro llamado el libro del
pacto (Éxo.20: 1-24: 8)
Funciona como la norma del
juicio:
Sal.119: 172 La ley establece la norma de justicia.
Ninguno de nosotros será juzgado por su paciencia, sino
por estos principios justos. (Ecl.12: 13,14; Sant.2: 12)
Señala el pecado:
Sin los Diez Mandamientos los seres humanos no pueden
ver con claridad la santidad de Dios, su propia
culpabilidad, ni su necesidad de arrepentirse. (Sant.1: 23-25; Rom.3: 19,20;
1Jn.3:4; Rom.7: 7)
Es un agente en la conversión:
La ley de Dios es el instrumento que el Espíritu Santo
usa para llevarnos a la conversión (Sal.19: 7; Gál.3:
24).
Provee verdadera libertad:
Sal.119: 45; Sant.2: 8; 1: 25 Cuando transgredimos la
ley de Dios no tenemos libertad (Jn.8: 34); pero la
obediencia a los Diez Mandamientos nos asegura la
verdadera libertad. Vivir dentro de los confines de la
ley de Dios significa libertad del pecado. Si se
presenta la ley sin el poder de Cristo, no hay libertad
del pecado. (2Cor.3: 17)
Domina el mal y trae
bendiciones:
Dondequiera que se acepta la ley, contiene el pecado,
promueve la conducta correcta, y se convierte en un
medio de establecer la justicia. (Prov.14: 34; 16: 12; Sal.89. 31,32;
Prov.3: 33.
La
Perpetuidad de la Ley
Por cuanto la ley
moral de los Diez Mandamientos es un reflejo del
carácter de Dios, sus principios no son temporales ni
sujetos a las circunstancias, sino absolutos, inmutables
y de validez permanente para la humanidad.
La ley antes del Sinaí:
La ley existía mucho antes de que Dios le diera el
Decálogo a Israel. Si no hubiese sido así, no podría
haber existido pecado antes del Sinaí. (1Jn.3: 4; 2Ped.2: 4; Rom.5: 12;
Gén.26: 5; Exo.16; 18: 16)
La ley en el Sinaí:
Durante su largo periodo de esclavitud en Egipto,
los israelitas vivieron en la idolatría y la corrupción.
En consecuencia perdieron mucho de su comprensión de la
santidad, la pureza y los principios morales de Dios. Su
condición de esclavos hizo que para ellos fuese difícil
adorar a Dios. (Exo.5: 2; Deut.4: 20; Sal.105: 43-45)
Por esta razón en el Sinaí Dios promulgó su ley en forma
directa, en términos claros y sencillos, “a causa de sus
transgresiones” (Gál.3: 19) (Rom.7: 13)
La ley antes del retorno de
Cristo: La
profecía indica que Satanás inducirá a la vasta mayoría
de los seres humanos a que desobedezcan a Dios (Apoc.12:
9)
1.La ley bajo
ataque: Daniel
7. El cuerno pequeño de la profecía de los imperios
pretendería cambiar los tiempos y la ley (vers.25) y se
prolongaría hasta la venida de Cristo. Por sí mismo,
este ataque es evidencia de que la ley continuaría
teniendo significado en el plan de salvación. (vers.11,
26-28)
2.Los santos
defienden la ley: En
el conflicto final los santos se unen para exaltar la
ley de Dios. (Apoc.12: 17; 14: 12,6,7; 1Jn.5: 3)
3.Los juicios de
Dios y la ley: El
juicio de Dios que consiste en las siete últimas plagas
que caen sobre los desobedientes, se origina en el
templo del tabernáculo del testimonio en el cielo
(Apoc.15: 5) El tiempo de los juicios finales que Dios
envía sobre el mundo (11: 18) está relacionado con la
apertura del templo celestial, con su punto focal en el
arca que contiene los Diez Mandamientos; en verdad esta
escena constituye un cuadro apropiado de la
magnificencia de la Ley de Dios como la norma del
juicio. (Apoc.20: 5; 11: 19)
La
Ley y el Evangelio
La salvación es un
don que llega a nosotros por gracia por medio de la fe,
no por las obras de la ley (Efe.2: 8; Tito 3: 5; Rom.3:
20) A través de toda la Escritura existe perfecta
armonía entre la ley y el evangelio; ambos se exaltan.
La ley y el evangelio antes del
Sinaí: Cuando
Adán y Eva pecaron, supieron qué significan la culpa, el
temor y la necesidad. En respuesta a su necesidad, Dios
no anuló la ley que los condenaba; en cambio, les
ofreció el Evangelio que los restauraría a la comunión
con él y a la obediencia de su santa ley. (Gén.3: 15) La
salvación sería por gracia. (Gén.12: 1-3; 15: 4,5; 17:
1-9; 18: 18,19; 26: 4,5; Sal.103: 17,18)
La ley y el evangelio en el
Sinaí: Existe
una relación estrecha entre el decálogo y el evangelio.
Por ejemplo, el preámbulo de la ley se refiere a Dios
como el que libertó o redimió a su pueblo de la
esclavitud (Exo.20: 1,2) y luego de la promulgación de
los Diez Mandamientos, Dios instruyó a los israelitas a
que se erigieran un altar y comenzaran a ofrecer los
sacrificios que habían de revelar su gracia salvadora.
El Decálogo fue
colocado dentro del arca; por su parte, las leyes
ceremoniales, junto con los reglamentos civiles que Dios
le dio al pueblo, fueron escritas en el “libro de la
ley”, el cual fue colocado junto al arca del pacto como
“testigo contra” el pueblo (Deut.31: 26) Siempre que
pecaban este “testigo” condenaba sus acciones y proveía
elaborados requisitos para la reconciliación con Dios.
Desde el Sinaí hasta la muerte de Cristo, los
transgresores del Decálogo hallaron esperanza, perdón y
purificación por fe en el evangelio revelado por los
servicios del santuario que prescribía la ley
ceremonial.
La ley y el evangelio después
de la cruz:
1.La ley ceremonial:
Cuando Cristo murió, cumplió el simbolismo profético
del sistema de sacrificios. Cuando Jesús murió, el velo
del templo fue rasgado sobrenaturalmente de arriba hacía
abajo (Mat.27: 51), indicando así el fin del significado
espiritual de los servicios del templo. (Heb.10: 1; 9:
10; Gál.3: 19) A la muerte de Cristo, la jurisdicción de
la ley ceremonial llegó a su fin (Col.2: 14; Deut.31:
26; Heb.10: 4; 9: 9,14; Col.2: 16, 17; Efe.2: 14-16)
2.El Decálogo y la
Cruz: Si bien
es cierto que la muerte de Cristo terminó con la
autoridad de la ley ceremonial, por otra parte
estableció la ley de los Diez Mandamientos. Cristo quitó
la maldición de la ley, librando así de su condenación a
los creyentes. Sin embargo, el hecho de que haya
realizado esto, no significa que la ley haya sido
abolida, dándonos libertad para violar sus principios.
El abundante testimonio bíblico referente a la
perpetuidad de la ley refuta este concepto. (Rom.6:
13,14,4; 8: 1; 10:4) Todo aquel que cree en Cristo,
comprende que el Salvador es el fin de la ley como
instrumento de obtener justicia. La muerte de Cristo
magnificó la ley, exaltando su autoridad universal. Si
el Decálogo pudiera haber sido cambiado, el Salvador no
habría tenido que morir.
La
Obediencia a la Ley
Cristo y la ley:
Cristo tenía supremo respeto por la ley de los Diez
Mandamientos. (Isa.42: 21;
Rom. 3: 31; Mat.19: 17; 7: 21-23; 5: 18; 22: 37,38;
Jn.13: 34; 15: 10,12; 14: 15; 1Jn.2: 3)
Las bendiciones de la
obediencia: La
obediencia desarrolla un carácter cristiano y produce
una sensación de bienestar, haciendo que los creyentes
crezcan “como niños recién nacidos” y sean
transformados en la imagen de Cristo (1Ped2: 2; 2Cor.3:
18) Esta transformación de pecadores a hijos de Dios
provee un testimonio efectivo del poder de Cristo.
La Escritura declara
“bienaventurados” a todos “los que andan en la ley de
Jehová” (Sal.119: 1), “ que en la ley de Jehová esta su
delicia” y que meditan “en su ley... de día y de noche”
(Sal.1: 2) Las bendiciones de la obediencia son muchas.
1.Entendimiento y sabiduría. (Sal.119: 98,99)
2.Paz. (Sal.119: 165; Isa.48: 18)
3.Justicia. (Deut.6: 25; Isa.48: 18)
4.Una vida pura y moral. (Prov.7: 1-5)
5.Conocimiento de la verdad. (Jn.7: 17)
6.Protección contra las enfermedades (Éxo.15: 26)
7.Longevidad. (Prov.3: 1,2; 4: 10,22)
8.Seguridad de que nuestras oraciones recibirán
respuesta. (1Jn.3: 22; Sal.66: 18)
En su invitación a la obediencia,
Dios nos promete abundantes bendiciones (Lev.26: 3-10;
Deut.28: 1-12) Cuando respondemos en forma positiva,
llegamos a ser su “especial tesoro2, “real sacerdocio,
nación santa” (Éxo.19: 5,6; 1Ped.2: 5,9), exaltados
“sobre todas las naciones de la tierra”, puestos “por
cabeza, y no por cola” (Deut.28: 1,13)